El día internacional de la Paz

Cada 21 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Paz. La fecha fue escogida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1981 en la resolución 36/67 para que ese día, en el que se realizaba la sesión de apertura, se recordara que la intención última del Sistema de las Naciones Unidas es el mantenimiento y fomento de la Paz. Se ha escrito mucho acerca de las posibilidades y limitantes de ONU como instrumento efectivo y eficiente para lograr tal objetivo. Aquí realizo solamente dos comentarios sobre este punto, tomando presupuestos de la literatura de la gobernanza.

El primero es que si la Paz es un objetivo verdaderamente mundial, es indispensable que se fomenten políticas e instrumentos que incluyan a actores “más allá del gobierno”. La literatura de la gobernanza global (fundamentalmente Rosenau y Czempiel) ha argumentado que es posible lograr “órdenes” que no dependan exclusivamente de instituciones y actores estatales, pero que pueden ser igualmente efectivos en algunas áreas de política pública. En su libro “Gobernanza sin Gobierno” (Governance without Government) ellos proponen que los estados pueden entrar en arreglos bilaterales que después se pueden convertir en multilaterales y eventualmente mundiales, sobre temas específicos y con compromisos previos que los obligan. Un caso de relativo éxito en este rubro ha sido la Corte Penal Internacional, la cual es capaz de juzgar sobre crímenes en contra de la humanidad basándose en la ley, pero suponiendo la ausencia de una autoridad ejecutiva sobre todos los estados soberanos.

Si esta “gobernanza sin gobierno” busca ser efectiva, debería trabajarse por tener mecanismos similares en la sociedad civil internacional y en los mercados. Dicho de otra manera, la Paz puede fomentarse desde la colaboración de la sociedad civil de muchos países, y también en los intercambios financieros y de bienes que se realizan actualmente. Así, más que buscar solamente un sistema cuasi-gubernamental que cuide la Paz a nivel mundial, deberíamos tener muchos sistemas y experiencias, traslapándose unos a otros en todos los lugares, niveles y tiempos, fomentando un entorno de consonancia a favor de la Paz.

El segundo punto es que la literatura de la gobernanza supone que la convergencia no siempre se logra. Es prácticamente imposible tener una racionalidad única que asegure la cooperación a favor de la Paz en todos los niveles de análisis, en todos los contextos y en todos los tiempos. Por esta razón el problema fundamental, más que la generación y mantenimiento de esfuerzos a favor de la Paz, es su concatenación y coherencia. La solución, según autores como Kooiman, no es tratar de controlar todo el sistema mundial, que de por sí es lo suficientemente dinámico, complejo y cambiante como para hacer de esto una tarea imposible, sino más bien poner énfasis en las micro-reglas de la conducta. Un actor nunca podrá conocer o controlar todo el sistema social, pero sí puede seguir dos o tres reglas fundamentales que le permitan lidiar con la complejidad de su entorno inmediato y sacar el mejor resultado factible. La pregunta es simple: si tuviéramos ciudadanos que solamente hicieran cosas a favor de la Paz en todas las ciudades, en todos los pueblos, en todos los lugares ¿tendríamos guerras en algún lugar? El supuesto teórico es que las decisiones de millones de actores terminarían por lograr tendencias claras que estimularían la Paz y des-estimularían la guerra.

Las dos conclusiones prácticas para nosotros son las siguientes: yo tengo un papel real, no simbólico ni discursivo, en el mantenimiento de la Paz. De mis decisiones se siguen consecuencias que no son neutras, y que pueden hacer la Paz más fácil o más difícil. Si consumo droga, yo soy un factor de la guerra al narcotráfico; si soy violento en mi familia, yo estoy minando la sustentabilidad de mi sociedad. 

La segunda conclusión es no desanimarse: si bien para lograr tendencias se necesitan muchas personas que cambien y que piensen como uno, hacerlo no es imposible. Por eso es indispensable acompañar nuestros esfuerzos con enseñanzas y aprendizajes que pongan de manifiesto la necesidad de la Paz y mi responsabilidad con ella. Necesitamos educarnos y educar para la Paz.