México y sus tatuajes: el machismo

Las campañas electorales y los compromisos con organizaciones y agendas internacionales han provocado la explotación de palabras como: equidad, aborto, conciliación, cuotas de género, guarderías y eliminación de toda forma de violencia contra la mujer, sin embargo, parece ser que este lenguaje político sólo responde a motivaciones electorales.

Es prácticamente imposible que en un país donde el machismo persiste la agenda de género tenga los alcances que se propone; entendiendo por el machismo las acciones, respaldadas por creencias e ideas, que discriminan a la mujer, pero, junto con la sociedad, el machismo ha evolucionado, se han denunciado tantas acciones violentas contra la mujer que ahora se han vuelto más sutiles, como si la intención estuviera tras un telón y aún así emitiera ruidos.

Entonces, para la existencia de este nuevo machismo es necesaria la ignorancia y la falta de reconocimiento, pero también, e incluso más importante, es la participación femenina, el aprendizaje de la mujer sumisa y obediente responde al mismo orden que el de la superioridad masculina y promueve las mismas acciones de maltrato; el que constantemente se le enseñe a las niñas a comportarse de acuerdo al estereotipo de la mujer y a los niños a comportarse como hombres es sólo recrear, una y otra vez el modelo de subordinación. En el momento en el que se le indica a una mujer que debe ser sumisa, guardar silencio y obedecer, mientras que al niño se le prohibe llorar es imponerles un limitante a su desarrollo emocional y a sus formas de interacción. Esto es porque hemos hecho del machismo una parte de nuestra cultura: El machismo está tan profundamente arraigado en las costumbres y en el discurso que se ha vuelto casi invisible cuando no despliega sus formas más flagrantes, como el maltrato físico o el abuso verbal (Castañeda, 2010:27).

Es así como el machismo pasa de generación en generación, queda incrustado en la cultura y se expande, expande sus redes a través de grupos, expande sus redes entre los actores sociales y por lo tanto expande sus redes al interior de la política: la determinación de leyes o medidas que se adapten a lo establecido como roles inmóviles de género, muy probablemente, promoverá al machismo.

El origen de muchas políticas de género, pues en estos temas nunca es bueno generalizar, es la campaña, la obtención del voto o cumplir con lo establecido por ONU sin representar un verdadero interés por mejorar la situación.

¿Qué se puede hacer? es indispensable que se conozcan todas aquellas acciones que son violentas y no se han identificado como tales, y al conocerlas, es necesario difundirlas para que todas y todas seamos capaces de combatir la cultura de discriminación. Uno de los esfuerzos hechos para combatir la violencia de género (pues incluye la que ejercen hombres a mujeres y mujeres a hombres) es el Violentómetro, creado por el Gobierno Federal, en éste, a manera de termómetro, de acuerdo a la gravedad que tengan las acciones, se presenta una lista en que vienen: bromas hirientes, chantajear, mentir, engañar, ignorar, mutilar, violar, asesinar, etcétera.

La acción de explicar de qué se trata el machismo es fundamental, según Castañeda, sobretodo las mujeres, se sienten aliviadas en cuanto entienden que el problema no está en ellas sino en la dinámica de la relación de desigualdad en la que viven. Hay que promover, enseñar y evitar los parches políticos que ocultan una verdad que todo el mundo espera develar para girtarla.