Corresponsabilidad parental por Jorge L. Navarro
“En toda crisis histórica los prejuicios se tambalean” (Arendt, 1997). Esta es una afirmación categórica de Hannah Arendt y es muy pertinente para orientarnos respecto a una opinión muy generalizada en nuestra época con la que se afirma y se reitera que “los valores se están perdiendo”. Es decir, los valores -del pasado- que se desechan -en el presente-. Es pertinente porque nos pone alerta sobre la presencia de los prejuicios o creencias que a su manera dieron en su momento forma al mundo de vida, pero hoy, no.
Conste que Arendt no es una detractora sin más de los “prejuicios”. Por el contrario, les concede un papel fundamental ya que hacen posible que el entorno de la vida tenga una estructura y un significado. Sólo hay que tener presente, que el prejuicio, no es un juicio. El prejuicio viene del pasado y está en relación con experiencias y juicios del pasado. La relación experiencia y juicio es esencial. El prejuicio se anticipa a la experiencia, la precede imponiendo sobre ella una estructura generalizadora de aprensión de un hecho concreto. Lo presente es comprendido sólo como un caso particular de una idea general. La experiencia de algo nuevo y del “acontecimiento”, implican la capacidad de juzgar, pero en este caso, sin pre-concepto, sin otro criterio que atenerse a lo dado, reconocer sin más los datos presentes en la experiencia.
Todo esta consideración tan teórica viene a colación porque desde hace algunas décadas los criterios y las creencias que hacían comprensible la vida laboral y la vida familiar; que las establecía como dos ámbitos separados con dinámicas autónomas, hoy, por diversos motivos se revelan como auténticos prejuicios y desde ellos se dificulta la comprensión de los hechos, de la novedad que se está manifestando en los cambios profundos tanto de la vida laboral, en el mundo de la empresa y en la vida familiar o también, en las relaciones entre varón y mujer, y el cambio de roles y otras exigencias nuevas derivadas de la “cuestión de género”. Esto último representa por sí mismo una crisis profunda en las relaciones de género (varón y mujer) que no pueden ser reconducida a un patrón relacional del pasado.
Hoy la expresión “conciliación familia-trabajo”, pareciera una categoría de análisis ya normalizada, pero en su contenido remite a algo más bien problemático, a una interrogación. Si hacemos un rastreo en “google académico”, vinculando esta expresión con otras relacionadas como “conflicto, familia, trabajo”, “equilibrio, familia, trabajo”, constatamos una cantidad muy amplia de artículos y estudios dedicados al “conflicto”: alrededor de un millón y medio. Mientras que, bajo los otros dos criterios de búsqueda, nos remite a poco más de una tercera parte en el número de referencias. Si cambiamos los términos de búsqueda al idioma inglés: “work, family, conflict”, nos refiere a mas de 350 millones de ítems y, si introducimos “work, family, conciliation”- obtenemos más de 5 y medio millones de referencias.
En todo esto hay algo patente: la creencia en la autonomía de ámbitos de la familia y el trabajo, hoy se puede reconocer como un “prejuicio” que no permite comprender como están las cosas; por el contrario, como lo han planteado (Istonova & Fedakova, 2015), ha sido necesario plantear, las distintas formas del conflicto familia trabajo: ¿cómo el trabajo interfiere en la familia (WIF)? y ¿cómo la familia lo hace en el trabajo (FIW)?
Por el momento es posible afirmar que esta cuestión, se nos presente como un problema, un obstáculo que nos asalta en el camino; se trata de una búsqueda más que de una conclusión; hay algo en la realidad que requiere ser modificado y reconfigurado. Y esta exige la necesidad de un “juicio” fundado en la experiencia o en la observación empírica, sobre estos dos ámbitos que ya no se armonizan automáticamente.
En el pasado, la separación entre estos dos ámbitos de la vida personal, se justificaba, por la “creencia” en el progreso como fuerza superior para para darle a la sociedad y a los hombres una meta racional. Y por tal motivo, oponerse al progreso y a la prioridad de lo público sobre lo privado, era considerado algo irracional; la familia tuvo que modernizarse para adaptarse a esta dinámica, reconfigurándose como “familia nuclear”.
De igual manera, es un prejuicio que la familia es una estructura subjetiva, de la vida privada, adaptada para la reproducción y la compensación emocional de sus miembros; y en cambio el trabajo, la producción industrial, la economía y el progreso en todas sus manifestaciones, pertenecen a la vida publica y a la objetividad social. En la organización del mundo prevalecen estos últimos sobre las exigencias y condiciones de la familia.
La separación neta entre la vida familiar y la vida laboral durante mucho tiempo fue funcional a un sistema que entre otras razones se justificaba por la distinción entre la vida pública y la vida privada, que además confería mayor jerarquía a la vida publica, en donde tenían lugar los grandes procesos sociales como la economía, la política, el derecho, etc. Se podría añadir una distinción de carácter estructural a estas mismas separaciones: las relaciones de poder entre hombres y mujeres: es decir una cuestión de género.
Por ende, la crisis que se asoma en la superficie de este conflicto es más profunda, porque toca ciertas fibras sensibles de nuestros patrones culturales: el significado del trabajo, de los vínculos familiares, de la relación hombre y mujer, de las responsabilidades familiares hasta, algo tan básico y cotidiano, como la distribución de roles en el hogar.
Corresponsabilidad parental.
Al interior de la vida familiar nos encontramos con otra crisis y el tambalearse de otro prejuicio. La creencia que atribuye a la mujer la responsabilidad directa (o la carga) del hogar y libera el varón para que se haga cargo con su trabajo del sostenimiento y la representación social de la familia; tal creencia, aún cuando no ha desaparecido del todo y no es fácil de remover, debido a su inmediatez y cotidianidad, hoy está siendo sometida a una revisión profunda.
Nuevamente advertimos que se está construyendo un nuevo concepto para la función de responsabilidad de la pareja, que permite elaborar un “juicio” a partir de la experiencia: este concepto es el de corresponsabilidad parental.
el concepto de co-responsabilidad familiar –que supone la articulación de tareas “productivas” y “reproductivas” desde una perspectiva que armonice los espacios de familia y trabajo de una forma más equitativa entre hombres y mujeres- como un elemento clave para el desarrollo social de los países. (Gómez Urrutia, 2015)
Formulado a modo de principio y, por tanto, previo a la distribución de roles entre la pareja al interior de la familia, suena del modo siguiente: ambos padres, estén juntos o separados, participarán de forma activa, equitativa y permanente en la crianza y la educación de los hijos.
El modelo de convivencia parental al interior de la familia, parece que ya no pre-asigna los roles, al menos no rígidamente, como ocurría en el pasado, desde distinciones mencionadas anteriormente: la producción o la reproducción; la vida pública y la vida privada, al varón y a la mujer etc… El punto de partida, tendencialmente, es el de la igualdad que brota de la dignidad de las personas y por ello el reparto equitativo de las cargas y responsabilidades. No desaparecen los roles, evidentemente, sólo que no están determinados por motivos de género.
El “principio de corresponsablidad” ha tenido un efecto particular al introducirse en el derecho y comprende a los padres unidos o separados, ambos tienen derechos y responsabilidades en la custodia, la educación, la educación de los hijos. Los efectos jurídicos derivados del principio de corresponsabilidad parental lo convierten en algo necesario, pero no suficiente para fundar un modelo nuevo de convivencia y de relaciones familiares. Porque no basta la mera constricción, para promover un cambio cultural. Es necesario que dentro de la convivencia entre el varón y la mujer se hagan evidentes otros nuevos valores vinculados a la vida familiar y el desarrollo de las personas.
Bibliografía
Arendt, H. (1997). ¿Qué es la política? Barcelona: Paidos.
Gómez Urrutia, V. (1 de junio de 2015). Corresponsabilidad familiar y el equilibrio trabajo-familia: medios paea mejorar la equidad de género. Polis, 40.
Istonova, L., & Fedakova, D. (2015). Work-family conflict: does type of social support matter? International Journal of Courrent Research, 7(1), 12120 – 12127.