Por Jesús Eduardo Garduño Inclán [1]
La pérdida de la atención como elemento para una crisis educativa y social: las redes sociales como paradigma de cambio en la estructura educativa.
El don humano de la atención puede ser considerado hoy como uno de los Bienes Inmateriales más preciados. En un mundo hiperconectado, el encuentro con información en todos sus formatos representa un reto para la capacidad de relacionarnos con el mundo que nos rodea. Hablar de atención, como un don humano, posiblemente representa la apertura a múltiples temas de corte filosófico. Sin embargo, durante este escrito nos centraremos a entender como la pérdida en la capacidad de retener la atención puede perjudicar las relaciones humanas en sus espectros sociales y educativos. Para ello nos detendremos a analizar datos de neurodesarrollo al respecto, la relación que tiene este proceso de atención en la construcción de una sociedad más integrada y su efecto o posibles circunstancias en la realidad educativa. Por tanto, la ruta a seguir será: presentar el concepto de atención como un elemento crucial en la constitución de la persona, así como su relación y repercusiones en las Redes Sociales, como un segundo momento desarrollaremos los conceptos de agencia y estructura como elementos antropológicos determinantes en la relación del ser humano con el mundo, tanto a nivel ontológico como ético. Finalmente, analizaremos las implicaciones que tiene el análisis de la atención como un detonante de la relación que la persona tiene con el mundo en el entorno educativo.
La vida digitalizada o “realidad virtual” que se nos presenta como extensión de la vida análoga o “realidad” -a secas- se ha instalado en el modo de vida de la persona que habita este siglo XXI. Si bien, es cierto que hace unos años, décadas, atrás -aun en este mismo siglo- era posible concebir un estilo de vida ajeno o medianamente distante a la realidad virtual, con la llegada de la nueva década y su conocida pandemia derivada del virus SARS-CoV-2 (COVID-19) el panorama cambió drásticamente. A pesar de que la experiencia personal que podamos tener de la pandemia pueda resultar suficiente para reconocer que personas que antes no estaban del todo -o nada- inmersas en la realidad virtual se enfrentaron a la empresa de adentrarse en ella es importante tomar el tema con mayor claridad. Según nos cuenta Julio Cabero (Cabero-Almenara et al., 2023) con la llegada del fenómeno pandemia, la relación con la realidad virtual se puede contemplar bajo dos paradigmas: el primero de ellos corresponde al paradigma de los Nativos Digitales, término que representa a las personas cuya convivencia con la realidad virtual está presente desde su edad temprana y, básicamente, la relación que pueden tener con la realidad está mediada por el uso de las herramientas digitales; por otro lado, se nos presentan los Inmigrantes Digitales, que son aquellas personas cuya relación con las herramientas digitales no ha sido una constante en su modo de vida, pero que, por motivos laborales o sociales han tenido que adaptarse a habitar la virtualidad. Si bien, este encuentro con la virtualidad se vio acrecentado con la pandemia, la relación que este fenómeno despertó en las dinámicas sociales y formativas el interés de las disciplinas sociales al representar al ser humano como un ente con atributos nuevos que le ayudan a mediar su relación con el mundo. Para Ochoa Quispe y Barragán Condori (2022) esta relación se ve considerablemente medida por el uso que damos a las Redes Sociales, éstas se han ido convirtiendo a lo largo de los años en un punto de encuentro entre las personas que acuden a ellas. En el caso de los nómadas digitales se han convertido incluso en un filtro o medio por el cual se relacionan con el mundo real. Sin embargo, ya desde antes de la pandemia, se había estudiado el fuerte impacto que la exposición de estos medios puede tener a la salud mental y expectativas de vida en los más jóvenes. “Las redes sociales no limitan la forma en que las personas se entretienen, se comunican, se relajan, se relacionan, interactúan, negocian, realizan transacciones y cierran tratos.” (Ochoa Quispe & Barragán Condori, 2022, 87). La realidad virtual , por ende, presenta al ser humano una estructura para la vida distinta a la realidad análoga a la que la especie humana ha estado habituada.
Esta estructura que presentan las redes cociales para adentrarnos a la virtualidad, tiene un eco en la propia manera de relacionarnos con la realidad cotidiana. Con el COVID esta integración entre la estructura propia de la virtualidad se vio difundida ampliamente también en los Inmigrantes Digitales, sumando a estos a un modo de vida en construcción y, con ello, ofreciendo nuevas estructuras de relación con el mundo real. La psicóloga Gloria Mark ha estudiado desde el 2004 la capacidad de atención que puede tener el ser humano en las tareas que se dispone a realizar. (Mills & Mark, n.d.) Según las investigaciones de Mark la capacidad de atención ha sido mermada con la llegada de la virtualidad, marcando una considerable distinción entre una capacidad de retención de 20 minutos en la generación Baby Boomer a 8 segundos en la Generación Z cuando se refiere a la lectura o comprensión de un tema escrito. (Roberts, 2024). Como un punto considera que se ha estudiado de manera comparativa la capacidad de atención por parte de otros seres vivos dando como punto de referencia los 9 segundo de atención que es capaz de tener el pez dorado (Bradbury, 2016). La razón detrás del deterioro en la atención, según estos autores, corresponde a la incorporación de otros recursos a la vida humana, en concreto podemos hablar de la aparición y consolidación de la estructura de convivencia que marca la implementación de la vida digital. En concreto, los avances dados con respecto al problema de la atención en la actualidad despierta inquietudes por parte de los expertos respecto a la estructura misma mediante la cual las nuevas generaciones -y aun las actuales- consolidan su identidad.
Es remarcable que redes sociales como TikTok, Facebook o Instagram que han implementado en sus servicios estímulos de información breve estimula en la persona el sistema de recompensa a corto plazo. Esto despierta en las generaciones más jóvenes una expectativa de novedad constante en el mundo (digital y análogo) (Roberts, 2024). El deterioro de la atención no declara una falta de compromiso con el mundo sino una exigencia de la persona sobre el mundo mismo. El reto es contemplar el cambio que esta estructura propuesta de por las redes sociales, no solamente acarrea un modo de vida determinado, sino que es un tipo de estructura que encuentra sus límites de maneras poco claras llegando a afectar el modo de relación de la persona no solamente dentro de la estructura-redes-sociales sino también en las otras en las que el ser humano se desenvuelve.
Las inquietudes hasta ahora mostradas se ven reflejadas en la obra de Byung Chul-Han, cuando tematiza el fenómeno de los ritos.”Los ritos son acciones simbólicas. Transmiten y representan aquellos valores y órdenes que mantienen cohesionada una comunidad.” (Han, 2020, 6). El fenómeno ritualístico establece condiciones de relación entre los individuos que se ven envueltos en la estructura misma de lo ritual. Y es que cada ritual es una estructura en el sentido que hemos ya mencionado. Pensemos en un rito festivo, medianamente, común a todo el mundo: fin de año. Las condiciones que nos propone este suceso representan un modo concreto para vivir la estructura misma de la ritualidad de fin de año. Como lo menciona Han, se concreta la cohesión comunitaria al adentrarnos a un estado de ánimo determinado, de cierre o inicio de cosas nuevas. Lo mismo podríamos analizar en la estructura particular de distintos ritos. Sin embargo, en el caso de las redes sociales -y en esto seguimos a Han y su crítica a la actualidad (Han, 2020)- las condiciones que se nos presentan para la cohesión comunitaria se presenta en un orden antinatural de los rituales. Cuando pensamos en la estructura propia de nuestro ritual -fin de año- lo contemplamos en un tiempo y espacio limitado, una estructura con un fin o contexto meticulosamente determinado en el que la persona se desarrolla o corporaliza (Han, 2020, 12). El problema con las sedes sociales, y de hecho la realidad virtual, reside -nos dice Han- en que proponen una no ritualidad en la medida que el espacio y tiempo, ese contexto propio de la realidad analógica, se encuentra negado. Las redes sociales, así como el mundo virtual, se encuentran perpetuamente abiertos. El símbolo al que remite un rito concreto, como el del fin de año -cierre o inicio de nuevas cosas-, o el día de las madres -reconocimiento y amor-, no se ve con claridad en contexto virtual. Por tanto, la relación que la persona presenta con ellas se encuentra en una construcción constante, esto es, en la novedad.
Para Margaret S. Archer, el ejercicio de reconocer un contexto propio dentro de estas estructuras es lo que despierta la conciencia de nosotros mismos, a partir de nuestra dimensión corporal. El cuerpo humano -nos dice- tiene la capacidad de acercarnos no solamente a la percepción de las cosas, esto es, el límite físico o espacial de lo que distingue a un ente de otro, sino que también demarca la diferencia de nuestro propio ser con frente a otros (Archer, 2005, 130). Es decir, es el don ontológico del cuerpo mismo lo que permite al ser humano el reconocimiento pleno de su ser en el mundo, o bien, dentro de una estructura concreta, aun cuando es compartida con otros seres humanos. Volviendo al ejemplo de una estructura ritualística como lo es el fin de año queda claro que es encuentro de personas en un entorno concreto que se ve cohesionado por los elementos en común, pero no por eso pierden su individualidad.
Hasta ahora hemos hablado y desarrollado la manera en que parece que el ser humano se relaciona con la realidad de la que es parte, tanto digital como analógicamente. Estos modos de relación se consolidan en las categorías de estructuras que representan la cohesión de un modo concreto de relación humana que se da en un espacio y tiempo determinado. Al respecto mentamos ejemplos pequeños como los rituales festivos, aunque la misma lectura se podría transmitir a estructuras más complejas como lo laboral, lo familiar, lo escolar. Estos tres ejemplos comparten los mismos elementos que la festividad: se desarrollan en un espacio y tiempo determinado, y requieren de la persona que “habita” esa estructura un modo concreto de ser tanto para posibilitar el desarrollo apropiado de la estructura tal cual se ha organizado como cultivar y proyectar el peso individual de cada individuo que la componen. Sin embargo, hemos identificado que en el espectro de las redes sociales (propias de la realidad virtual) la cualidad de lo que hace a la persona[2] inmersa en la virtualidad (nativo o inmigrante digital) se puede ver frustrada por la misma naturaleza de la estructura. El elemento que riesgo dentro de la virtualidad, como lo hemos visto, está en la capacidad de atención y el estímulo por la avidez de novedad que despierta el uso de ciertas redes como un aliciente para transmitir los elementos ritualísticos propios de las redes sociales a otros escenarios o estructuras.
En concreto, se piensa que una de las estructuras donde la realidad virtual ha tenido un efecto considerable es dentro de la Educación. Bradbury ha recatado en su artículo Student attention span (2016) que uno de los cambios más radicales que ha tenido el deterioro en la retención de atención del ser humano radica en la capacidad en que la estructura educativa cumple con su función formador. De manera concreta, las nuevas generaciones (las nativas digitales) han demostrado menor recepción positiva a contenidos de lectura que les requieran más de 10 minutos de su atención (Bradbury, 2016, 510). La presencia cada vez más cotidiana de la vida digital sobre la vida análoga en las generaciones ha desarrollado en sus patrones de convivencia una creciente exigencia por replicar en el mundo real lo que experimentan en el mundo virtual: una versión simplificada y siempre novedosa de la vida. Incluso cuando se trata de transmitir la información por medio de recursos visuales o audiovisuales (presentaciones o documentales) se ha analizado un incremento en una atención localizada sobre los “puntos clave” (highlights) de la información presentada (Bradbury, 2016, 511). Identificamos acá la transgresión de una estructura sobre otra que presenta al ser humano del Siglo XXI un reto social y educativo para poder cohesionar las distintas realidades de las que es parte para enriquecer su experiencia humana.
A pesar de que resulta sugerente y hasta cotidiano identificar estos cambios en el modo de vida del ser humano como grandes enemigos que atentan con lo que naturalmente se considera que debe de realizarse varias cosas, lo cierto es que la crítica a estos cambios debe de ser cuidadosa. Incluso, debe de ser una crítica que aluda al sentido griego de la palabra: una distinción o purificación de la cosa que se critica. ¿Con qué fin? Con el mismo que un buen obrero cierne la tierra que usará para construir un edificio, es decir, quedarse con el mejor material posible para elaborar un Bien más duradero[3]. Quizá pueda parecer, en un primer momento, alarmante que la expectativa de la educación en estos tiempos que se mezcla lo digital con lo análogo se pretenda dar contenido altamente simplificado. La educación pre digerida. Sin embargo, el reto parece estar en cómo se puede aprovechar las nuevas condiciones de vida con las que se encuentra nuestra humanidad tanto para asegurar un reconocimiento pleno del yo –la conciencia de uno mismo- como para direccionar nuestros esfuerzos a la creación de un futuro más deseables y provechosos para el ser humano.
Finalmente, este es un tema que da para mucho no solamente en la exploración de los cambios favorables y riesgos que la cohesión de realidades puede traer a la estructura educativa, sino también a las otras estructuras que componen la experiencia de la vida misma. Así como es posible prestar atención a los estudios de neurodesarrollo para poder establecer mejores criterios en el terreno educativo, tendremos que prestar atención a disciplinas que nos ayuden a reformar nuestro criterio frente a otras estructuras como la familia, lo laboral o incluso lo espiritual.
[1] Jesús Eduardo Garduño Inclán es alumno de la Maestría en Filosofía de la educación
[2] Esta cualidad de ser dentro de una estructura, autores como Margaret Archer le llaman “Agencia”. En una revisión breve del concepto, agencia deviene del latín agere (mover, actuar), -nt- (el que hace la acción) e –ia (cualidad) (Nd, 2017) . Siendo así que, lo que aquí llamamos individuos o personas que se relacionan con las estructuras, en otras literaturas hacen uso del concepto de agencia. Es decir, La agencia es la cualidad de una persona que actuar en una estructura determinada. O bien, toda estructura está compuesta por agentes y estos actúan de distintas maneras concretas.
[3] De hecho la acción que realiza el obrero de una construcción se le conoce habitualmente como cribar, cribar y criticar comparten la misma raíz etimológica. (Valentin, n.d.)
Referencias
Archer, M. S. (2005). Being Human: The Problem of Agency. Cambridge University Press. Bradbury, N. A. (2016). Attention span during lectures: 8 seconds, 10 minutes, or more? journals physiology, 40: 509–513,. doi:10.1152/advan.00109.2016.
Cabero-Almenara, J., Valencia-Ortiz, R., & Llorente-Cejudo, C. (2023). Nativos e inmigrantes digitales en el contexto de la COVID-19: las contradicciones de una diversidad de mitos. SciELO. https://doi.org/10.1590/1983-3652.2023.42233
Han, B. (2020). La desaparición de los rituales Una topología del presente (1st ed.). Herder.
Mills, K., & Mark, G. (n.d.). Speaking of Psychology: Why our attention spans are shrinking, with Gloria Mark, PhD. American Psychological Association. https://www.apa.org/news/podcasts/speaking-of-psychology/attention-spans
Etimologías de Chile (2017, November 9). Agencia. https://etimologias.dechile.net/?agencia
Ochoa Quispe, F. Z., & Barragán Condori, M. (2022, enero-junio). Vista de El uso en exceso de las redes sociales en medio de la pandemia. Revistas Científicas de la Universidad Americana, Asunción Paraguay. https://doi.org/10.30545/academo.2022.ene-jun.8
Roberts, Y. (2024, January 9). Average Human Attention Span Statistics. Brighter Day: Mental Health Treatment For Seniors In Connecticut. https://www.brighterdaymh.com/blog/average-human-attention-span