Por José Enrique Gómez Álvarez.
El intrusismo profesional es un tema difícil de delimitar en algunos casos, sobre todo en áreas donde queda un punto común de interrelación entre distintas disciplinas. Hay actividades, por ejemplo, la atención del proceso de duelo, que suele asignarse al psicólogo, en las que han surgido disciplinas como la tanatología que ofrecen ese mismo proceso de acompañamiento.
Con el ejemplo anterior se ilustra el problema del intrusismo profesional. La tanatología, podría argumentarse, carece de las bases psicológicas suficientes para atender un proceso de duelo patológico. Un proceso de duelo normal estrictamente no requiere de intervención alguna y suele resolverse en el tiempo normal del mismo. No obstante surgen dos preguntas al respecto, si ¿existe una disciplina especializada en duelo fuera del ámbito psicológico? y ¿si alguien se puede ostentar como tanatólogo y en el fondo ostentar también como psicología pero con otro nombre?.
Otro caso sin duda de intrusismo profesional es el que recientemente apareció en redes sociales y medios de comunicación: en el estado de Puebla, una abogada de nombre Marilyn Cote, se ostenta como psiquiatra sin, al menos en apariencia, tener los títulos respectivos. De hecho, esto provocó una reacción de las autoridades para exigir la documentación probatoria:
La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) informó este sábado 9 de noviembre que busca clausurar definitivamente el consultorio de Marilyn Cote, abogada que se hacía pasar por psiquiatra en Puebla, luego de las denuncias respecto a la atención médica que brinda. A través de un comunicado, el organismo de salud detalló que desde el pasado 7 de noviembre suspendió el establecimiento “Neuropsychology: Clinic Marilyn Cote”, ubicado en el consultorio 1706 de la Torre II, Piso 17 de las Torres Médicas Angelópolis, en Puebla (Redacción, 9 de noviembre de 2024; s.p.).
El caso anterior es muy claro, pero ¿qué sucede con las interdisciplinas? ¿No son acaso formadores de pseudo especialistas? Se ha objetado, por ejemplo, que la psicopedagogía como formación de posgrado para quien no tiene carrera de origen como psicólogo o pedagogo resulta insuficiente y genera intrusismo profesional. Se ha insistido en que se requiere una formación básica en psicología y pedagogía (de 4 años) para así acceder a ese tipo de titulación. Aún así, podría objetarse que el psicólogo que accede a un posgrado en psicopedagogía no lo convierte en pedagogo.
Uno de los problemas que subyace en el intrusismo en ocasiones es el hecho mercantil. Se busca lucrar con una profesión o en un área en donde hay gran potencial de dinero. En el caso citado no se sabe con certeza si ése es el motivo, aunque el lugar señalado de las consultas pareciera sugerir el lucro. Ahora bien, eso no significa que se cobre por un servicio. Es legítimo el cobrar honorarios por un servicio auténtico, pero ¿qué tanto? Los honorarios se rigen por el principio de proporcionalidad en ambas direcciones; paciente-médico. Deben ser suficientes para cubrir las necesidades de sustento del médico.
¿Cómo medir esas “necesidades? No es claro, pero en principio puede suponerse que la combinación o multiplicación de los honorarios por todos los pacientes permitan una vida decorosa cubriendo necesidades adicionales más un valor adicional de bienes accesorios. Por supuesto no es fácil dar un tabulador en abstracto.
Los honorarios deben ser asimismo proporcionales a la capacidad de los pacientes. Unos honorarios exorbitantes que excluyan el acceso del servicio a la mayoría de las personas resultan deshonestos. De nuevo, los honorarios se ven condicionados por factores como la renta, personal adicional contratado, etc. que suelen incrementar los costos, pero digamos que establecido el grupo objetivo debe ser proporcionado a su realidad económica.
Otro elemento para considerar, son las circunstancias, como todo acto moral, que influyen en el acto. No es lo mismo vivir en una comunidad rural o una población pequeña que en una zona más desarrollada. Ese aspecto modifica la cantidad y modo de cobrar honorarios justos.
Lo anterior debería así regular a las entidades como a las aseguradoras privadas. Las aseguradoras deben concentrarse en cubrir las necesidades de pacientes y médicos involucrados de manera justa. Lo anterior es difícil de equilibrar por el interés económico que queda en primera instancia. En ese sentido los pacientes se convierten en “clientes” y los médicos sólo como “proveedores” o peor aún como intermediarios con el proveedor principal, es decir, la aseguradora. Un problema es la búsqueda de mínimos por parte de las empresas. Mínimo servicio al precio máximo y en el caso del médico involucrado a veces es lo contrario: los máximos estudios y consultas, aunque a veces no sean realmente necesarias. Lo ideal sería, en tal caso, un esquema de ganar-ganar. Máximo beneficio en salud con capacidad de expansión de los seguros. Dicho de otro modo, maximizar el beneficio recurriendo a una expansión del servicio que convierte en viable la atención y permite así ganancias legítimas sin perder el enfoque social de la medicina.
El fenómeno de las aseguradoras ilustra el peligro de extender lo que es normal en un negocio, el lucro, a costa de cualquier relación médico-paciente. La vocación médica se constituye por un ethos del cuidado de los demás. Es una entrega plena del saber médico sólo en beneficio del paciente, en principio, a cambio de nada, es decir, valorar la recuperación del paciente de la dolencia que le aqueja como el objetivo a lograr.
Así, la relación médico-paciente se fundamenta en una serie de virtudes y valores que posee el médico, que se transforman en altruismo y benevolencia, fortaleciendo la ética profesional. Se ha dado en la relación médico-paciente una interferencia con los mediadores. Los mediadores a menudo por los intereses económicos no siempre fortalecen la relación médico-paciente que, hasta hace relativamente hace poco tiempo, algunas décadas, era una relación de confianza y entrega mutua y que implicaba una colaboración mutua en la búsqueda de la salud (Rico L. 2009).
Con la intermediación mercantilista, por denominarla de algún modo, se contaminó la relación entre los pacientes y los médicos. El incremento de la medicina defensiva en donde el médico, al ser un proveedor más, está sujeto a demandas con compensaciones económicas, en ocasiones justificadas y otras no, pero sin duda cambió el modo de relacionarse. La relación antes de un paciente era confidente y en los casos extremos, cuando no hay cura de una dolencia, es una relación de compasión y apoyo. Si se mercantiliza la relación, aparte de quedar reducida a una relación de mero costo-beneficio mediado por lo económico, elimina la verdadera relación del cuidado que merece cualquier ser humano, sobre todo en estado de indefensión. Como señala Luis Risco:
Eventualmente, dejan de ser parte del acto médico propiamente tal el consuelo, la condolencia, la compasión, aspectos que han sido esenciales de la profesión médica por siglos y que en ciertas circunstancias son más valiosos que la habilidad técnica en sí, como por ejemplo en los casos de pacientes terminales o en aquellos en los cuales no queda más que aliviar. El cliente, en la situación más
extrema, quedaría solo ante sí, con el apoyo nada más que de alguien que le provee de soporte técnico y a quien no le corresponde hacer más que lo que está prescrito que haga esencialmente en esos términos, (2009: p. 155).
La solución es compleja ya que no puede regresarse al tiempo pasado, sino el tratar de mantener un ethos médico apropiado a nuestros tiempos en donde se limite la injerencia de lo económico de modo tal que no se renuncia a las finalidades propias que la medicina tuvo en su origen.
Referencias
Redacción (9 de noviembre de 2024). Marilyn Cote se quedaría sin consultorio: Cofepris busca su clausura definitiva en Puebla. El Financiero.
Risco, l. (2009). Apuntes sobre la configuración actual del ethos médico. Acta Bioethica. 15 (2).