Por Darío García Luzón.
Recientemente, el CISAV presentó el documento “Vitalizar el tejido social para construir la paz social. Elementos para un diagnóstico social de la Diócesis de Querétaro”. La lectura de este Dossier pide superar varios prejuicios en y sobre sus destinatarios ideales, los diseñadores y agentes de política pública orientada a la paz social. Estos prejuicios, como suele pasar, están históricamente justificados y también históricamente desactualizados. Los prejuicios, más que de la modestia intelectual reconocida en el título mismo con el término “elementos”, brotan del origen ciudadano de este proto-diagnóstico, y especialmente de ciudadanos que atienden, con la apertura propia de la fe, la realidad de su Diócesis.
El Dossier es un texto deliberadamente abierto, una mirada con criterio y una provocación fundamentada que, en sí misma, ya remueve la tesis secularista según la cual la sociedad industrializada moderna debía ser, invariablemente, una sociedad en que la religión estaba destinada a disminuir su relevancia en la esfera pública y reducirse a un asunto privado. Al pensar el problema común de la paz social, la iniciativa de este Dossier se inscribe en un modelo post-secular que reconoce en el pluralismo religioso el dato más significativo de nuestro mundo globalizado. Por tanto, no se puede leer cabalmente este Dossier desde un modelo anacrónico de ciudadanía, arraigado con fuerza en los funcionarios públicos, según el cual si se quiere potenciar el desarrollo y la modernización se debe, casi inexorablemente, tomar distancia pública de la religión.
Ante las exigencias del plan de desarrollo Querétaro 2050, con su prospectiva de desarrollo económico basado en la industria del conocimiento, logístico, turístico, vitivinícola, entre otros, cuya más importante capital es la innovación tecnológica, y un crecimiento demográfico que proyecta casi duplicar la población actual del Estado, la mirada de la Iglesia aboga por un modelo de integración cultural y equilibrio ecológico que atienda a la sostenibilidad de esta dinámica acelerada de crecimiento económico y cambio social. Este modelo de desarrollo, que se ha puesto a la vanguardia de una transición hacia una economía post-industrial en México, traerá consigo, en los próximos 25 años, un Querétaro cosmopolita, que legítimamente aspira a recibir los beneficios de la globalización, pero que, simultáneamente, debe atender desafíos cuya convergencia exige también actitudes diferentes.
En esta perspectiva, el carácter multidimensional de la pobreza seguirá siendo un desafío histórico, y muy doloroso, de la sociedad mexicana; en cambio, los trastornos de salud mental emergen como el desafío de nuestro tiempo. La convergencia de ambos alimenta la percepción de que pueden faltar dimensiones de la pobreza que son difíciles de medir estadísticamente, como la pobreza de las relaciones socialmente significativas y la falta de sentido. El Dossier se preocupa por un déficit de solidaridad social que nos ponga en el camino de un “desarrollo anómico”, impersonal y ecológicamente irresponsable.
Así como desde el gobierno del Estado se procura dar un salto a una economía post-industrial, el reto como sociedad es ingresar en un entorno post-secularista, respetuoso de la libertad religiosa y de conciencia en un contexto de creciente pluralismo social y político. La Iglesia católica, en el marco de un Estado laico colaborativo, no es contraria al desarrollo sino que aprecia mucho la contribución del trabajo en la promoción de la dignidad de la persona y su desarrollo integral. Esta certeza, que el Dossier manifiesta, nos invita a asumir creativamente la promoción práctica, no meramente retórica, de la paz social.