Por Elard Koch · Director del Instituto Melisa: www.melisainstitute.com
El reciente caso de una niña de 11 años que resultó embarazada de su padrastro, ha desencadenado nuevamente un debate en torno a la legislación del aborto en Chile. Hay quienes proponen modificar la actual legislación, permitiendo el aborto en éste y cualquier caso de violación con resultado de embarazo como una suerte de solución positiva. Sin embargo, un robusto cúmulo de evidencia científica, sugiere actualmente que el aborto como tal no resuelve el problema. Hasta la fecha, ningún estudio en la literatura biomédica ha sido capaz de demostrar cualquier beneficio del aborto electivo sobre la salud mental o reproductiva de la mujer. Por el contrario, el aborto electivo más bien provoca efectos deletéreos serios para la salud posterior de mujeres y niñas enfrentadas a situaciones de violencia como abuso sexual o violación, una cuestión de fondo, que debería ser considerada seriamente en el actual debate.
Desde una perspectiva epidemiológica, el riesgo o probabilidad de un embarazo en casos de una violación aislada es extremadamente infrecuente, lo cual indudablemente no le resta gravedad al delito. Sin embargo, es en los casos de violación reiterada, habitualmente relacionado con abusos sexuales de niñas adolescentes al interior del grupo familiar o violencia de la pareja contra la mujer, donde estos casos son más frecuentes. Más aún, el aborto inducido legal o ilegal por coerción sexual, permanece muchas veces oculto, especialmente en menores de edad, convirtiéndose en una forma de perpetuar un ciclo de violencia que puede dejar impune al violador y condenar a la mujer o niña abusada a permanecer en este círculo vicioso.
Los estudios más recientes, señalan unívocamente una lamentable realidad: el aborto inducido por coerción sexual es cada vez más frecuente, y se encuentra entrelazado en una compleja cadena de eventos asociados a diversas formas de violencia contra la mujer que impactan seriamente su salud mental posterior. Un velo de silencio en las agencias de salud pública respecto a la presencia de coerción en mujeres que se realizan un aborto, ayuda perpetuar este ciclo de violencia y vulnerabilidad, entorpeciendo o bloqueando el acceso a servicios de asesoría legal, apoyo psicológico y educacional.
Una investigación reciente en Canadá, da cuenta de una estrecha relación entre aborto inducido repetido, coerción y violencia física o sexual reiterada. La historia de violencia íntima de la pareja en mujeres que buscan un aborto inducido puede superar 40% en Canadá. Un estudio de la OMS en múltiples países, con diversas legislaciones respecto al aborto, concluyó que el aborto inducido por coerción sexual se extiende prácticamente en todos los países estudiados. De hecho, un estudio prospectivo en Nueva Zelanda, ha mostrado que la historia de abuso sexual en la niñez, es un poderoso predictor del incremento en las tasas de abortos electivos en adolescentes y mujeres jóvenes. También las experiencias de abuso en la niñez, están asociadas al aborto inducido y problemas de salud mental subsiguiente en la vida adulta.
Como he señalado en una columna anterior, desde una perspectiva científica, el aborto es por si mismo un acto o experiencia violenta para la mujer. Los abortos, incluso aquellos que ocurren espontáneamente, desencadenan síntomas variables de una reacción de estrés agudo, que puede desencadenar o recrudecer un Síndrome de Estrés Postraumático (SEPT). Sin embargo, a diferencia de las pérdidas espontáneas, los abortos inducidos provocan problemas de salud mental subsiguiente más severos. Por ejemplo, el grupo noruego de Anne Broen et. al (uno de los grupos científicos con vasta experiencia en este tema) ha establecido que mientras las mujeres expuestas a pérdidas espontáneas se recuperan satisfactoriamente en el corto plazo, los síntomas permanecen por años en los casos de aborto electivo. En una proporción importante, se desencadenan psicopatologías como depresión o ansiedad. Otra investigación reciente, específicamente en adolescentes de 14 a 19 años con embarazos no planificados, determinó que aquellas que abortaron antes de las 12 semanas, presentaron 4,9 veces mas riesgo (i.e 490% mayor probabilidad) de presentar SEPT respecto a las adolescentes que decidieron continuar con su embarazo. La asociación fue más fuerte en aquellas niñas que tuvieron experiencias sexuales traumáticas y el aborto fue un buen predictor de depresión luego de controlar por factores de confusión.
Estudios de seguimiento prospectivos en Estados Unidos y en Finlandia, han confirmado que el aborto inducido incrementa 2 a 4 veces el riesgo de suicidio en los siguientes 12 meses de ocurrido el evento. Una revisión sistemática y meta-análisis de 22 estudios conducidos entre 1990 y 2008, concluyó que el aborto electivo incrementa el riesgo de problemas de salud mental subsiguiente respecto a mujeres que continúan con su embarazo. Otro meta-análisis conducido por el grupo de David Fergusson et al en Nueva Zelanda, considerando sólo estudios que han comparado grupos equivalentes con embarazos no intencionados, llegó a la misma conclusión.
En el ámbito latinoamericano, una investigación de 871 adolescentes embarazadas brasileñas, muestra que la experiencia de un aborto previo y el abuso sexual en los últimos 12 meses, fueron importantes factores de riesgo para el intento de suicidio o conducta suicida. Interesantemente en esta investigación, una mayor red de soporte social en estas niñas, mostró un fuerte rol protector, previniendo o evitando la conducta suicida.
En consecuencia, el aborto en casos de violación debe ser evitado o prevenido, no facilitado. Proponer como solución el aborto legal, como una suerte de derecho positivo, es una propuesta simplista, fracasada y estéril. Sólo empeora la situación, favoreciendo que se incrementen los abortos por coerción sexual, perpetuando un ciclo de violencia que puede afectar seriamente la salud mental futura de mujeres y niñas violadas.
Es lamentable que se instrumentalicen políticamente casos de niñas abusadas para discutir si legislar o no el aborto en Chile. Desarrollar programas de protección y atención integral a las victimas de violación, que incluyan tanto a la madre como a su hijo o hija en gestación, debería ser una discusión de fondo en busca de consenso. Esperemos en época de elecciones, escuchar propuestas en este sentido y no, asertos que se anquilosan una y otra vez en discusiones bizantinas sobre el estatus legal del aborto en el país.
Artículo publicado en Chile: Realidades en perspectiva
http://www.chileb.cl/perspectiva/aborto-en-casos-de-violacion-perpetuando-un-ciclo-de-violencia/