Blas Pascal Razonabilidad: de la ciencia a la experiencia humana ¿Qué es la razón?

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Por Jorge L. Navarro.

 

Este año se cumplieron cuatro siglos del nacimiento de Blas Pascal. Educado en casa por su padre, desde su niñez mostró estar muy dotado para el pensamiento geométrico, rehaciendo parte del sistema euclídeo, un poco más grande conoció los experimentos sobre fluidos de Torricelli y discutió con grandes personajes de su tiempo, incluido el gran filósofo francés, René Descartes. Junto con Fermat, el gran matemático, desarrollaron el cálculo de probabilidades. Diseñó y dirigió la construcción de la pascalina, una maquina calculadora que puede considerarse el antecedente más remoto de la computación moderna, entonces tenía 19 años. En sus Pensées (2014 ), obra póstuma que muestra el talante pascaliano más característico, se recogen los materiales preparativos, aforismos y pensamientos “desordenados”, de una Apología por la verdad de la religión cristiana.

La apologética pascaliana, se plantó frente a un ambiente libertino, esa amplia y difusa mentalidad de su tiempo en la que se mezclan escepticismo, epicureísmo, naturalismo, adosados al racionalismo; hay un clima en el que en nombre de la razón científica, se ridiculiza la fe y se la degrada a superstición; una mentalidad que se difunde en los salones de la alta sociedad francesa, superficial, ligera, una moda y oferta de diversión, pero carece de la seriedad necesaria en su manera de acercarse a la fe, tanto como su falta de rigor en el tratamiento de la razón.

 

¿Qué es la razón?

Los Pensamientos, obra que recoge aquel proyecto apologético, contiene muchas alusiones en defensa de la fe y de la vida cristiana, pero llama la atención la importancia que esta defensa, otorga al uso de la razón. Pascal parece tener presentes dos preguntas, que al parecer nunca se pueden separar: ¿qué es la fe? ¿qué es la razón? Aquí hacemos un recorrido, para recoger sus respuestas a esta última pregunta.

Pascal no es un detractor de la razón, por el contrario, se ha interrogado sobre ella para ir hasta el fondo; mientras otros se conformaron con deslindar la razón de la fe, la filosofía de la teología, para después contraponerlas o desconectarlas; él, en cambio, trató de establecer el papel de cada una en el conjunto de los saberes y en el conocimiento humano de la verdad.

Penetrando en el “espíritu” científico se comprenden la naturaleza de la razón, los principios y los límites de las ciencias. Pascal, en efecto, sabía reconocer los principios en los que se funda una ciencia como la geometría, la física experimental, el cálculo de probabilidades, también sabía aplicarlos y desarrollarlos metódicamente. Por esto pudo internarse en ellos para desentrañar su consistencia paradójica; su grandeza y sus límites a la par: “Dos excesos: excluir la razón, no admitir más que la razón”. (Pensamientos. n. 12).

 

El uso razonable de la razón.

El método de una ciencia se define por su objeto; como la meta determina la pertinencia del camino. Parece algo simple y, sin embargo, este principio se pone a prueba, según el “espíritu” con el que se produce y se valora el saber científico. Un método racional como el matemático, se usa mal, si se aplica a un objeto que no le corresponde, tampoco es razonable mirar reductivamente la realidad. Así ocurre con la vida psíquica: sentir, recordar, amar, etc., son fenómenos cualitativos y se suelen reducir, a hechos cuantificables. (Bergson, 1999). La vastedad de lo real implica multiplicidad de métodos y de perspectivas. Un mismo hecho se puede analizar desde diversos enfoques. Por ejemplo, el hombre es un ser vivo, social, económico, histórico, sexuado, etc. Las diversas ciencias, fragmentan al objeto. Sin embargo, el objeto, la realidad, contiene siempre más que las ideas con que se le analiza; en este sentido, la realidad, siempre supera a la razón, no importa cuánto saber se pueda acumular, así lo afirma Pascal: “El último paso de la razón es reconocer que hay un número infinito de cosas que la superan; la razón es muy débil, si no llega a conocer eso…” (Pensamientos n. 14). Es un principio razonable reconocer que la realidad supera a la idea.

Lo contrario, el cientificismo, es reduccionista y por ello irrazonable. Su fórmula reiterativa se contiene en la expresión “`A´ no es más qué… “, en la que se contrae la realidad, para acomodarla a un método preconcebido: El hombre… “no es más que… biología, …, historia…, política…, etc”. Es razonable aceptar la diversidad de puntos de vista y la delimitación de cada uno, pero no lo es, que cada punto de vista se afirme, excluyentemente, contra cualquier otro. La razón no tiene que afirmar la evidencia del orden sobrenatural, pero tampoco puede sostener su imposibilidad, por ejemplo. Tampoco es razonable negar la unidad del objeto ni suplantarlo por el conjunto de los fragmentos teóricos y concluir que el objeto no existe, que sólo un constructo teórico. El racionalismo extremo, conduce al relativismo y al escepticismo extremos. Esta es la deriva histórica del racionalismo, de la que Pascal pudo habernos prevenido cuando señaló la necesidad de pensar los límites de la razón: “nada más en razón que desaprobar la razón” (Pensamientos, n. 13)

Lo fuerza de la reflexión pascaliana se muestra cuando considera la riqueza de la realidad y su inagotabilidad en los actos de conocimiento. Hay un pasaje muy elocuente al respecto: “La diversidad es tan amplia como los tonos de voz, los pasos, las toses, el sonarse la nariz, los estornudos. Los frutos se diferencian de las raíces, entre ellos el moscatel y el Condrieau y el Desargues… ¿Es todo?, ¿Se han dado alguna vez dos racimos iguales?, ¿Dos granos iguales en el racimo? Nunca he juzgado de la misma manera la misma cosa…” (Pensamientos, n. 27)

 

Usar de la razón: diversidad y plasticidad.

Es conocido que el pensamiento moderno, hizo del escepticismo un principio inamovible del método racional (Montaigne y Descartes)). De modo que el llamado “problema crítico”, se colocó como el único punto de partida de la filosofía y de los saberes, bajo pena de que el pensamiento racional incurra en “dogmatismo” o en mera creencia subjetiva. Por su parte, Pascal no desconoce el desafío que presenta el escepticismo para su tiempo; sin embargo, para él la duda es una operación de la razón junto a otras. El escepticismo radical, es insostenible racionalmente, sobre todo, en el plano existencial o ético-religioso, porque conduce a la desesperación.

Él advierte, en cambio, que la actividad racional, es diversa y ágil, no sólo por sus objetos; también lo es por sus operaciones: duda, aseveración y asentimiento (sometimiento a lo real), son operaciones diversas de la razón y estados posibles de la razón en su trato con lo real. A veces hay que dudar; otras, aseverar y otras más someterse si es necesario: “Quien no actúa así no atiende a la fuerza de la razón. Quienes pecan contra estos principios, bien aseveran todo como si fuera demostrativo, al no entender de demostraciones; o bien dudan de todo, por no saber dónde hay que someterse; o bien se someten a todo, porque ignoran donde hay que juzgar” (Pensamientos, n. 15).

No siempre ni en todo se puede aseverar y hay que dudar cuando hay motivos para hacerlo; pero no hay que poner la duda, en el inicio del edificio del saber, cuando hay principios ciertos. Ante la evidencia o la fuerza de una conclusión hay que someterse, pero no hay que hacerlo siempre, ni ante cualquier creencia, cuando es necesario juzgar.

Por otra parte, la creencia, en la dinámica del conocimiento, pone de manifiesto otra modalidad del uso de la razón. En materias que no ofrecen certeza racional plena, caben modos de afirmación, como las creencias. Creer, según un cierto orden, puede ser razonable: “la voluntad es uno de los principales órganos de la creencia [creemos porque amamos] no porque ella forme la creencia [creer es un acto de la razón], sino porque las cosas parecen verdaderas o falsas según la cara que se mire [el punto de vista o sesgo inevitable al conocimiento humano]. La voluntad que se place en un aspecto más que en otro, aparta al espíritu [creer es acto del espíritu, no sólo acto de la razón, ni solo de la voluntad] de considerar las cualidades de lo que n desea ver, y así, (…) se para a mirar lo que la voluntad ama, y de este modo juzga según lo que ve”. (Pensamientos, n. 34)

En este pasaje Pascal formula, lo que en otro contexto se llama “connaturalidad”, entre razón y voluntad: la coincidencia de ambas potencias que se dirigen cada una al objeto con su propia perspectiva (verum et bonum), permitiendo dos posibilidades diversas de juicio: proponer a la voluntad el bien que debe amar o proponer a la razón el bien que debe buscar. Pascal nos ofrece otra reflexión, a partir del conocimiento en ejercicio. Más que la diferencias entre los “órganos” del conocimiento, la clave está en la palabra “espíritu”, que permite observar las dos potencias en la unidad de un acto. Dice: “la voluntad que se place en un aspecto más que en otro, aparta al espíritu de considerar las cualidades que no desea ver” (ibid). Y añade: “así el espíritu siendo una sola pieza con la voluntad, se para a mirar lo que la voluntad ama; y de este modo juzga, según lo que ve. (ibid)

La plasticidad de la razón, por ende, no depende sólo de la diversidad inabarcable de los objetos, sino de los modos como el sujeto hace uso de sus facultades. Y esto permite comprender que sin espíritu justo no puede haber uso razonable de la razón.

En Pensamientos, Pascal nos muestra el camino de su mirada: lo mismo se dirige a lo general y abstracto como a ciertos particulares, en especial los que nos llevan al conocimiento del hombre. la “cosa” más importante. El conocimiento del hombre no puede resolverse sólo en las generalidades; las particularidades, que para el caso son la concreción y las vicisitudes de una existencia ético-religiosa, que atraen continuamente su espíritu y su exigencia de sentido.

 

De la razón a la experiencia

 

Espíritu de geometría y de fineza.

Una distinción a la que frecuentemente se acude, pero en el “desorden” y la ausencia de explicaciones de sus Pensamientos, está en la frase que parece más una provocación que una idea clara y distinta. “Hay dos tipos de espíritus”, dice Pascal. No son dos razones, sino dos maneras de usar la razón: “uno penetra viva y profundamente en las consecuencias de los principios [espíritu deductivo]: es el espíritu de precisión o espíritu de geometría; este “puede ser espíritu fuerte y estrecho”. El “otro, comprende un gran número de principios sin confundirlos, es amplitud de espíritu y puede ser amplio y débil.” (Pensamientos, n. 2)

Uno, espíritu de geometría, puede ser fuerte y estrecho: fuerte, porque ve con precisión las conexiones de los principios con sus consecuencias en un proceso demostrativo. Estrecho, porque palpa los principios, pocos, de un determinado campo del saber, como ocurre en la geometría, que de unos cuantos principios se pueden decidir múltiples implicaciones.

El otro, espíritu de finesa, puede ser amplio y débil. Amplio, porque se refiere a la vida común, a la experiencia, en su sentido más abarcante que determina la relación con la realidad: “los principios son de uso común y están ante los ojos de todos.”. (Pensamientos, n. 11)

Lo que caracteriza el espíritu de geometría, es que los principios por lo general no se ven, “por falta de hábito”, se requiere un esfuerzo, y por esto. a ellos sólo acceden algunos. Pero cuando se los ve, son tan claros, que difícilmente se escapan. “haría falta tener un espíritu completamente falso para razonar mal” (Idem)

El “espíritu de finesa”, por “su amplitud remite a principios de uso común y están ante los ojos de todos”. Esta actitud, pone en relación con la totalidad de lo real a través de la experiencia humana abierta a esa totalidad. No hace falta el esfuerzo, sino, dice Pascal- “es cuestión de tener buena vista, pero ha de ser buena realmente. Los principios implicados en la experiencia de la vida concreta, la de todos, son tan numerosos y finos, que frecuentemente, caemos en error; se requiere además “buena vista”, de un “espíritu justo” para no razonar mal sobre los principios conocidos”

Ambos “espíritus” no son contradictorios, pueden estar presentes en un mismo sujeto, aunque difícilmente ocurra; frecuentemente no se da ser un geómetra y un espíritu fino. Quizá en esto reside la verdadera y más alta genialidad: conciliar el espíritu abstracto de la ciencia con la concreción y complejidad de la vida.

 


Referencias

Pascal, B. (2014) Pensamientos. RIALP, Madrid. (Traducción al castellano de Rafael Gómez Pérez, tomada del texto establecido por León Brunschvig. Pascal. (1972) Pensées. Librairie Generale Française. Paris. (La numeración señalada aquí se toma de esta edición.).

Bergosn, H. (1999) Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia. Sígueme. Salamanca.