Por José Miguel Ángeles de León [i]
Para Hegel el método socrático por naturaleza es dialéctico, pero también declara que no hay ninguna necesidad interna en la dialéctica socrática para que la forma de exposición sea el diálogo. (Hegel, 1995: 40) Esto como un reproche contra “los autores modernos” que han utilizado el diálogo como forma literaria, a su gusto de forma injustificada. En esto parece que Hegel expresa su particular forma de concebir la forma ideal en la que debería ser escrita la filosofía, que no podría ser mera literatura. Lo que está en evidente confrontación contra los románticos, que recogieron la tradición socrática.
También son muy relevantes las consideraciones hegelianas al respecto del “método socrático”, que a su parecer no son un método sino “un modo de filosofar totalmente idéntico a la obra peculiar de moralización emprendida por Sócrates” (Hegel, 1995: 51). Esto es válido partiendo de cierta concepción hegeliana sobre el método, que tendría que ver con la forma con la cual sería posible concebir el sistema. El método hegeliano, más allá de la dialéctica tesis-antítesis, tiene que ver con cierta noción de racionalidad que fundamenta la posibilidad de un método que pretenda explicar la realidad. Por este supuesto metafísico resulta evidente que la racionalidad que podemos encontrar en Sócrates para Hegel no sería “metódica” sino “moralizadora”. Y por “moralizadora” se entendería algo así como “orientación práctica”, de forma despectiva.
Cuando Hegel describe al diálogo socrático es reduccionista, (Hegel, 1995: 52) pues afirma cierta estructura dialógica que no es del todo precisa, afirma por ejemplo que los diálogos parten de “conducir al interlocutor del caso episódico o concreto al pensamiento en torno a lo general, a lo verdadero y a lo bello (…)”; y de esto concluye que el método socrático tiene fines bien determinados: infundir desconfianza sobre lo que los interrogados en los diálogos predican, bien para provocar, bien para desacreditar. Pero, dice Hegel de forma irónica que Sócrates finge ignorarlas “dándose aires de inocencia” “como si quisiera aprender de ellos” cuando en realidad “trata de escrutarlos”. Y he en eso la mayor crítica al “método socrático”: la ironía socrática es una simple forma de trato de persona a persona, no más. Y eso, para el filósofo germano, no es sino “una forma subjetiva de la dialéctica unívocamente”, es decir: una especie de solipsismo, de autorreferencialidad, irracional no ser intersubjetivo. Posterior a esta crítica, Hegel lapida “la verdadera dialéctica versa sobre los fundamentos de la cosa misma”. (Hegel, 1995: 52) De nuevo aparece la crítica al “método socrático” de no sistemático, inclusive Hegel lo reprocha explícitamente “Y puede afirmarse, en verdad, que Sócrates no sabía nada, pues no llegó ni siquiera a desarrollar sistemáticamente una filosofía”. (Hegel, 1995: 54) Si bien concede que la ironía socrática tiene algo de verdad pues “tiende a hacer concretas las representaciones puramente abstractas” (Hegel: 1995: 54).
El trasfondo de la crítica de Hegel al método socrático es más bien una crítica a cierta manera como se ha concebido y se ha hecho la filosofía. Evidentemente la crítica de Hegel parte de una noción de racionalidad muy concreta, que tiene que ver con la “objetividad” propia del sistema hegeliano, que se opone radicalmente a la “conciencia subjetiva” propia de Sócrates. Y de ahí el reproche a la ironía que al parecer de Hegel “consiste en jugar con todo y puede convertirlo todo en mera apariencia; esta subjetividad consiste en no tomar nada en serio, pues su propia verdad acaba tornándose broma (…)” (Hegel, 1995: 55) y que, a su parecer, la ironía también se convirtió en un “principio general” de la filosofía, que a su parecer es perjudicial. Otra tesis hegeliana que resuena en su crítica al método socrática es aquella que cita Kierkegaard en el prólogo a O lo uno o lo otro: “Lo interior es lo exterior, lo exterior es lo interior”. (2006: 7)
Aquí lo que Hegel muestra es su pretensión por hacer una filosofía objetiva, real y racional que verse sobre el todo de forma unívoca. Su crítica al “socratismo filosófico” radica, principalmente, en que no es “objetiva” y en que está cimentado en una finalidad absurda, que no pretende ser suficientemente radical al respecto de la verdad. Esto para Hegel es una gran hipocresía. Pues a su parecer no basta con la refutación, sino que es precisa la construcción conceptual; que es el ejercicio propio del quehacer filosófico. Esto me recuerda una clasificación sobre los filósofos que hacía Jorge Manzano S.J (2011); a su parecer existen los filósofos rudos y los filósofos técnicos (en analogía con los bandos de la lucha libre). Por una parte, los filósofos rudos serían aquellos que exaltan el papel fundamental del sujeto, de su experiencia y de su “vivencia” como fuente y raíz de toda filosofía más que la pretensión de un método omniabarcador que pretende explicar las cosas en sí, sin que esto implique necesariamente solipsismo o una subjetividad que impida cualquier intersubjetividad, en este bando Jorge Manzano ubicaba a filósofos como Sócrates, Kierkegaard o Nietzsche, y eran sus predilectos. Por otra parte, según Jorge Manzano SJ, los filósofos técnicos serían aquellos con pretensión de sistema, que so pretexto del concepto del mismo intentaban explicar la realidad de forma unívoca y radical (Manzano, 2011).
Si bien ahora es obsoleta la pretensión filosófica de explicar e interpretar sistemáticamente la realidad, aún permanece la secuela de privilegiar cierta forma de escribir filosofía (muy sistemática, objetiva y univocista) que se ha impuesto, e incluso ha denostado, a otras formas de expresión filosófica, muchas veces más cercanas a la “literatura” bajo el criterio de los anteriores. Siguiendo la clasificación de Jorge Manzano estas otras formas de escribir filosofía serían lo propio de los “filósofos rudos”. Desgraciadamente esta forma de expresión filosófica, salvo para los consagrados, se encuentra estigmatizada y hasta vilipendiada en el mundo académico, por considerarla “poco seria” o “poco objetiva”, y algo de verdad hay en ello, pues tales ejercicios sin talento o sutileza suelen devenir en un equivocismo radical donde también queda anulada toda posibilidad de racionalidad. Al final estas cuestiones deben abordarse desde la reflexión en torno a lo que se concibe por filosofía, así como por los fines de esta. Sea como sea, el oficio de filosofar si es “profesional” tiene que ver más con la pedacería propia de la “objetividad” de los filósofos “técnicos”, que con los “ejercicios literarios subjetivos” de los “rudos”.
Ante la tipología propuesta por Jorge Manzano SJ, prefiero la propuesta por Pascal que hablaba de los “espíritus de fineza y de geometría”, y que propone una especie de analogía como el “esprit” ideal del pensador profundo. Mauricio Beuchot (2019) en Blaise Pascal: filosofía y religión ha propuesto al pensador francés como un modelo de pensador analógico. Tal talante que complementa la fineza con la geometría y viceversa es talante filosófico ideal, y así encuentro a grandes pensadores como el propio Pascal, pero también a San Agustín y Kierkegaard. Encuentro que una de las grandes pérdidas de la filosofía es que a partir de que el tratado filosófico se impuso como única “vía legítima” para escribir filosofía, se perdió el genio filosófico, que muchas veces es estilístico. Tal pérdida, sin duda, ha sido una de las grandes victorias del hegelianismo filosófico.
[i] Es maestro en Filosofía por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. Es coordinador y profesor-investigador de la División de Filosofía del CISAV.
Referencias
Beuchot, M. (2019). Blaise Pascal: filosofía y religión. Ciudad de México: San Pablo.
Hegel, G.W.F. (1995). Lecciones sobre Historia de la Filosofía. Ciudad de México: FCE.
Kierkegaard, S. (2006). O lo uno o lo otro I. Madrid: Trotta.
ITESO. (2013, 12 de noviembre). “Amar la filosofía, entrevista al jesuita Jorge Manzano”. [Video] YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=hVhDTamtYqA