Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
La Sociología nos permite conocer el ‘hecho social’, -según la metodología de Émile Durkheim (1858-1917) o de Max Weber (1864-1920), nos llevan a conocer cómo somos de hecho en todos los aspectos humanos. Así percibimos la importancia de las circunstancias que influyen en el modo de ser y de pensar de hecho en una sociedad; no se trata de teorizar sobre una filosofía social, aunque sí podemos analizar en un nivel filosófico en este campo qué acontece entre nosotros. Quizá ésta sea la línea que ha seguido este cada vez más famoso filósofo de origen coreano asentado en Alemania y catedrático en la Universidad de las Artes de Berlín, Byung -Chul Han, quien se diera a conocer por su obra ‘La sociedad del cansancio’. Su crítica nos alerta sobre ciertas líneas de comportamiento provocadas por la revolución digital que lleva a la hipercomunicación, el consumismo y considerar como valores absolutos la eficiencia y la producción; el ‘dataísmo’, como la abundancia de datos y su exclusividad que impiden la capacidad de pensar.
La dimensión social del encuentro humano se ve en peligro porque se pone el ‘ego’ en el centro de la interconexión e intercomunicación. Entiende la libertad como ‘estar con amigos’, desde el origen etimológico común de ‘Freund’,-amigo, de esta palabra alemana y ‘Freiheit’,-libertad. El consumismo alimenta el ‘ego’, el usar, el desechar y nunca saciarse; estar a la caza de lo nuevo para suscitar emociones. Los rituales ofrecen la posibilidad de tratar a las cosas como amigas. Por eso, sin ser creyente, le gusta asistir a la liturgia católica por los cánticos, la música de órgano, el aroma del incienso, “el trato delicado con los objetos litúrgicos como el sostener el cáliz, las hostias, el pasar las páginas de los libros, suscita la alegría que da alas al corazón”, citando a Peter Handke. La repetición es animada y vivificadora, se siente físicamente a la ‘comunidad’ (cf Entrevista del diario ‘El País’,17-5-2020).
Está situación nos está llevando a una ‘neoceguera’ del espíritu contraria a la esencia del ser humano; quedar aislado en la soledad en una ruptura de hecho de la comunión y comunidad humana.
El ciego Bartimeo de Jericó, sentado al borde del camino, hundido en sus tinieblas, soledad y mendicidad; ante el paso de Jesús, a pesar de las increpaciones para que se callara, más gritaba: ‘Jesús, hijo de David, ten compasión de mí. Encuentro con quien es la Luz, aquél que es la Palabra, con voz cálida, cercana y humana le responde: ‘¿Qué quieres que haga por ti?’ -Que pueda ver. ‘Tú fe te ha salvado.’ Y lo comenzó a seguir por el camino (cf Mc 10, 46-52). El ciego que recobra la vista, sigue el ‘Camino’ de Jesús’ (Hech 18,25-26) y recupera la capacidad de interrelacionarse con los demás, incluso la posibilidad de entrar en el Templo, prohibido su acceso, no solo a los leprosos, sino a los ciegos.
Si se marginaba antes a un ciego, ahora se automargina quien tiene ojos y no ve, sumergido en su mundo, de no pensar, de no mirar, de no orar; de estar sentados ante el mundo digital, mientras se le pasa la vida, entre informaciones, opiniones y novedades, en el calabozo oscuro del ‘ego’. Se apaga la fe del bautizado; las ataduras impiden ese crecimiento de la fe, de esa luz sobrenatural que nos ubica en la verdadera relación con Dios y con los demás; nos permite ser plenamente felices y alegres. Por supuesto que no se trata de una fe meramente ilustrada, de contenidos ortodoxos, -el tenerla es maravilloso, pero no suficiente; la fe debe ser operativa, que lleve a la armonía interior, a suscitar la esperanza en los Cielos Nuevos y en la Tierra Nueva, a encender el fuego del amor divino y del amor humano.
Sería posible, ante el ‘paso de Jesús’, gritarle desde el abismo de nuestra miseria y de la ceguera del corazón, Jesús, Hijo del Padre, Hijo de David, Hijo de María, ten compasión de mí; más allá de las recetitas para estar ‘O.K.’, de los problemas que nos crea esta supuesta sociedad del bienestar, que nos esclaviza a la ceguera de la eficiencia y de la producción, del consumismo y de la hiperinformación. Es necesario dar el ‘salto del ciego Bartimeo’, para recuperar la fe viva, dinámica e irnos encaminando mutuamente en ‘la sinodalidad’ como Pueblo de Dios caminando junto con Jesús, con nuestros hermanos y con nuestros pastores.
Retomar el ‘Camino’ de la Luz, de Jesús que es el Camino a seguir. Los que caminamos con Jesús ¿podremos escuchar los gritos sordos de los que no saben que son ciegos y de los que sufren la marginación a la vera del camino de la vida? He ahí nuestro reto hoy.