Democracia y persona

Por Cristóbal Barreto.

 

La persona es el actor central de la democracia, por lo que la discusión tendría que estar situada en este punto; sin embargo, con frecuencia, el cuestionamiento se centra en los resultados que ofrecen los gobiernos, para decir que la democracia no está cumpliendo con las expectativas o, peor aún, que lo mejor sería apoyar autoridades no democráticas. Para Romano Guardini el problema de la democracia, como el de otras formas de gobierno, surge desde que el ser personal comenzó a verse a sí mismo y por la autoridad como un individuo colectivo, como el integrante del todo en una organización, por lo que “los hombres aparecen cada vez más como una pluralidad informe en sí, que es organizada con vistas a un fin” (Guardini,1963:76).

Cuando se habla de democracia, pocas veces se reflexiona sobre el ciudadano (la persona, el ser humano) y sobre su sentir en el conjunto que hace comunidad. Por lo general, se piensa en el ejercicio gubernamental, en los resultados de una administración pública, en la participación de los partidos políticos en la vida pública, en las elecciones y en las condiciones en que éstas se realizan, así como en el actuar de las instituciones del Estado.

En el primero decenio del siglo XXI se dieron a conocer diversos estudios que expresan la insatisfacción ciudadana con la democracia como forma de gobierno. Se cita que éste no se siente representado por su autoridad, que tiene poca confianza en el gobernante y en el político en general, que el nivel de vida que esperaba no lo ha alcanzado; social y económicamente se percibe excluido y derivado de esto último, agraviado. Desafortunadamente, al día de hoy la insatisfacción va en aumento, el 51% de la población de América Latina y el 52% en México estaría a favor de un gobierno no democrático, contra el 49% y 43%, respectivamente, que sí apoya la democracia (Corporación Latinobarómetro: 37). Los datos revelan, entre otras razones: poco aprecio por la democracia, ya que el ciudadano considera que el sistema y quienes lo encabezan lo excluyen. Atribuye a esta forma de gobierno incumplimiento a sus expectativas de ingreso, empleo, estudio, seguridad y estabilidad económica.

Sin obviar estos problemas, en nuestro tiempo, como en el pasado, hay un punto de fondo que pocas veces se aborda en la democracia: la persona. La persona como ser personal, único e irrepetible que posee interioridad y autoposesión.

Se ha omitido desde que el ser personal comenzó a verse a sí mismo y por la autoridad como un individuo colectivo, como el integrante del todo en una organización, y “los hombres aparecen cada vez más como una pluralidad informe en sí, que es organizada con vistas a un fin” (Guardini,1963: 76). Las personas, como individuos, por muchos que sean, carecen de importancia para el Estado, para el Estado son un sujeto político, no seres individuales que en conjunto forman la sociedad (Guardini, 1963: 83).

En esa mirada del Estado y sus instituciones, la persona es sujeto y número dentro de una colectividad que actúa sin tener plena conciencia de apropiarse de su responsabilidad en la libertad que tiene. En la inmensidad del número, la persona con facilidad se pierde en hacer lo que le toca para el bien de los demás, porque asume que ese todo lo que haga o deje de hacer no necesariamente es significativo para la comunidad.

Por eso Guardini precisa, la persona no es número dentro del colectivo como lo es la hormiga para el hormiguero o la abeja para el panal, que son vistos en esa función por su estructura como miembros de una especie biológica; ni tampoco lo es una historia en la totalidad, es y existe una historia de cada ser personal, porque este ser es único e irrepetible (Guardini, 1983: 43-44). Precisamente por estas razones nos parece que este tendría que ser uno de los puntos centrales de la discusión de la democracia de nuestro tiempo, sin que se desconozcan los problemas que se adjudican a la operatividad y a los resultados del gobierno.

Por lo anterior, sostenemos como hipótesis que la insatisfacción con la democracia viene a partir de que el ciudadano al no sentirse reconocido como persona, actúa como individuo y, por tanto, su accionar lo hace como sujeto político desvalorizado. (Guardini, 2011: 338-339)

La democracia, en la mirada de Guardini, ha dejado atrás premisas fundamentales que desvalorizan a la persona, lo que trae consecuencias para la vida colectiva. La persona, al verse y sentirse como individuo actúa como tal, procura las cosas que le beneficien más que las del bien común, su libertad la considera como la posibilidad de satisfacer sus deseos más que una actitud crítica sobre dichos deseos. Por su parte, el Estado, asume a la persona como individuo. Y por muchos que sean, carecen de importancia porque son número, no un rostro con una historia personal. El Estado parte de que el individuo obedece, que atiende sus normas y reglas, que cede su libertad y que acepta las opciones de crecimiento material que le ofrece.

La democracia moderna no es necesariamente más respetuosa de las libertades del ser humano, puede decirse que es más efectista en tanto que reconoce mayores libertades individuales, que cuenta con mayores instrumentos para contener el ejercicio del gobierno sobre las personas, que limita los abusos del poder que antes se daban por parte del Estado, pero eso no significa que haya un respeto al ser personal. Más bien, en la medida que se ha venido afianzando y extendiendo como forma de gobierno, el ser humano ha perdido y cedido fundamentos de su identidad personal a cambio de una idea equívoca de libertad.

Esa idea de libertad se asume en nuestro tiempo como el poder elegir qué tipo de género tener o no tener ninguno, modificar la sexualidad o la elección a qué productos consumir a pesar de sus efectos en la salud. Todo garantizado por el Estado, cuando lo central tendría que ser otra cosa: sería la del obrar personal en beneficio de la colectividad y en consecuencia el propio.

Por tanto, creemos que el problema central de la democracia tendría que estar fijado en la persona, además de los múltiples problemas que presenta como la participación, la desigualdad, la representación, los costos, etc.

La democracia que se ejerce en la modernidad, señala Guardini, ha perdido premisas fundamentales que deberían prender los focos de alarma, puesto que la persona pierde valor y en su lugar predomina la conceptualización de masa, de colectividad; es decir, una clasificación de número olvidando su esencia. En otras palabras, se ha perdido la idea de que el ser es único, irrepetible, con autoposesión, con interioridad, a cambio de integrante de una sociedad donde lo que cuenta es el todo y no la unicidad. Siendo esto lo más común que opera en la práctica gobierno-ciudadano de nuestro tiempo.

 


Bibliografía

Corporativo Latinobarómetro (2021). Informe 2021. Adiós a Macondo. Santiago de Chile, PDF. En línea: https://n9.cl/5q2eh

Guardini, R. (1958). El ocaso de la Edad Moderna. Madrid: Ediciones Guadarrama.

  • (1963) El Poder. Madrid: Ediciones Guadarrama.
  •   (1982). Cristianismo y Sociedad. Salamanca: Ediciones Sígueme.
  •   (2011) Escritos políticos. Madrid: Biblioteca Palabra, Serie Pensamiento 39.

Organización de Estados Americanos (2010). Nuestra democracia. México: PNUD, OEA, FCE, IFE, Gobierno de España y Gobierno de Canadá.