Por José Enrique Gómez Álvarez.
El 29 de agosto se celebra el día internacional contra los ensayos nucleares. En el año de 1996 se firmó un tratado internacional de prohibición. Ya se había firmado un acuerdo parcial en 1963, por el cual se prohibieron los ensayos en la atmósfera, en los lechos marinos y en el espacio, aunque algunos países no lo siguieron sino hasta mucho tiempo después.
Pese a la prohibición de 1996, se han realizado algunos ensayos nucleares posteriores, según señala la ONU:
Durante los 50 años que pasaron entre el fatídico día de 1945 y la apertura para la firma del (TPCEN) en 1996, se realizaron más de 2000 ensayos nucleares en todo el mundo… Desde que se firmara el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares en septiembre de 1996, se realizaron una decena de pruebas con armamento nuclear:
- India realizó dos ensayos en 1998.
- Pakistán, dos en 1998.
- La República Democrática Popular de Corea llevó a cabo seis ensayos en 2006, 2009, 2013, 2016 y 2017, poniendo así fin a la moratoria de facto que había establecido el TPCEN (ONU, 2023: s.p.).
Es indiscutible que los ensayos nucleares son peligrosos para el medio ambiente, basta revisar los daños en el atolón Mururoa por las pruebas realizadas por Francia. Pero dejando de momento eso de lado, los ensayos nucleares, o al menos la mayoría, fueron pensados para mantener la posición hegemónica de una nación, con un propósito disuasivo, disminuyendo así «la tentación” del ataque por parte de naciones rivales.
Lo anterior lleva a una discusión interesante acerca del concepto de “guerra justa” y la idea de guerra preventiva. (De hecho se ha planteado la posibilidad del uso de armas nucleares para posibles ataques preventivos contra el terrorismo). El hecho de poseer armas nucleares hace pensar que a pesar del riesgo de un fallo fatal, consecuencias como la radiación y otro tipo de accidentes en un país enemigo, son riesgos calculados que conviene correr.
Si entendemos que el fin de la guerra es la paz, un defensor de los ensayos podría insistir que el acto realizado, aunque pertenece a una guerra “fría”, su objetivo es justo ya que la intención es preservar la paz. En pocas palabras, los ensayos se constituyen en un acto defensivo justo. Son una especie de actos de guerra que buscan generar un sentimiento de poder y control sobre las posibilidades de los otros países de iniciar una guerra. No obstante, los actos de guerra deben responder a una injuria auténtica y no solo aparente. Tomás de Aquino señalaba tres condiciones para una guerra “justa”:
Tres cosas se requieren para que sea justa una guerra. Primera: la autoridad del príncipe bajo cuyo mandato se hace la guerra. No incumbe a la persona particular declarar la guerra, porque puede hacer valer su derecho ante tribunal superior; además, la persona particular tampoco tiene competencia para convocar a la colectividad, cosa necesaria para hacer la guerra… Pues bien, del mismo modo que la defienden lícitamente con la espada material contra los perturbadores internos, castigando a los malhechores … le incumbe también defender el bien público con la espada de la guerra contra los enemigos externos. Por eso se recomienda a los príncipes: Librad al pobre y sacad al desvalido de las manos del pecador (Sal 81,41), y San Agustín, por su parte, en el libro Contra Faust. enseña: El orden natural, acomodado a la paz de los mortales, postula que la autoridad y la deliberación de aceptar la guerra pertenezca al príncipe.
Se requiere, en segundo lugar, causa justa. Es decir, que quienes son atacados lo merezcan por alguna causa. Por eso escribe también San Agustín en el libro Quaest.: Suelen llamarse guerras justas las que vengan las injurias; por ejemplo, si ha habido lugar para castigar al pueblo o a la ciudad que descuida castigar el atropello cometido por los suyos o restituir lo que ha sido injustamente robado.
Se requiere, finalmente, que sea recta la intención de los contendientes; es decir, una intención encaminada a promover el bien o a evitar el mal (Aquino, T, 2012: s.p.) [IIa-IIa, c. 40 a.1 c.]
Así, los ensayos nucleares son una especie de guerra defensiva que protege el interés del país que lo ejecuta. Los ensayos nucleares suelen ser ordenados por la autoridad suprema de los Estados y su intención parece justa. No obstante, queda la duda de la injuria ¿Cuál podría ser? Lo único que parece ser algo semejante es la amenaza, a veces explícita, de utilizar armas nucleares en determinadas circunstancias lo que implica el rechazo a las vías diplomáticas lo que podría entenderse como un desafío a los gobernantes y/o un intento de humillar al país o países amenazados.
Hay que señalar que varios de los países firmantes no lo hicieron con intención de renunciar a su poderío bélico, ni al hecho de no poder crear mejor armamento, sino que consideraron que por medio de simulaciones, de computadora por ejemplo, ya no con pruebas reales, era posible mejorar el armamento. En este último caso, el Tratado no parece del todo exitoso. Por otra parte, la prohibición de las pruebas, sobre todo las realizadas en la atmósfera, sí generan el beneficio de proteger al ambiente. Se puede, en esta línea, argüirse que los ensayos nucleares en realidad atentan contra todos los países, ya que los ensayos nucleares tienen afectaciones globales lo que haría que la supuesta o real amenaza, que se diera entre países que parecería justificar los ensayos, quede rebasada por los peligros ambientales. Lo anterior recuerda, por ejemplo, los accidentes en plantas nucleares que se convirtieron en catástrofes ambientales a pesar de ser un uso pacífico de la energía.
A favor de la disuasión nuclear se puede considerar la afirmación de Hugo Grocio: “Digno es esto de vuestra piedad, digno de esa dignidad, no atacar con las armas el derecho de cualquiera, no alterar los confines antiguos; sino, en la guerra, buscar negociaciones de paz, y no comenzarla, sino con este deseo, de terminarla cuanto antes.”(García, V. 2019: p. 9). En este sentido la disuasión nuclear es solo un medio emergente que busca como fin último la paz. Las armas buscan así presionar para realmente evitar una guerra y llegar a acuerdos.
Pero contra la idea de disuasión podría señalarse que el paso correcto es el Tratado: mejor una tregua acordada aunque genere algunas tensiones, a un estado de “guerra preventiva” que en cualquier momento puede salirse de control.
La reflexión anterior, en consecuencia supone que hay guerras justas y que a veces es legítimo las medidas preventivas de la guerra. No obstante, si se toma una posición de “pacifismo absoluto” el Tratado debería convertirse en Ley en todos los países del planeta y posteriormente eliminar las armas nucleares. El Tratado es así una solución parcial al problema del armamentismo. Lo ideal es que las vías del diálogo y acuerdos globales resuelvan los problemas entre las naciones.
Referencias
Aquino, T. (2012). Suma teológica. Disponible en: https://hjg.com.ar/sumat/c/c40.html#a1
García, V. (2019). La teoría de la guerra justa en Francisco de Vitoria. (Tesis). Universidad de Valladolid, España. Disponible en: https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/38407/TFG-D_00871.pdf?sequence=1
ONU (2023). Día internacional sobre los ensayos nucleares 29 de agosto. Disponible en: https://www.un.org/es/observances/end-nuclear-tests-day/history