Por José Enrique Gómez Álvarez.
El 10 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo. El dedicar un día a la ciencia sirve para concientizar el poder transformador que ha tenido la ciencia a lo largo de la historia, sobre todo, a partir de la Revolución científica del siglo XVII. Pero ¿qué es la ciencia? ¿Es “neutra” éticamente la ciencia?
La ciencia se plantea como un conocimiento sistemático y objetivo. Según Bunge (s.f) las ciencias pueden dividirse en formales y fácticas. Las formales son las matemáticas y la lógica. Tienen sus peculariedades que no se abordarán en este texto. Las otras ciencias, las fácticas son las que generan mayor controversia en cuanto que las conclusiones de las mismas suelen considerarse siempre provisionales y sujetos a la refutación. Las ciencias parten de hechos:
1) El conocimiento científico es fáctico: parte de los hechos, los respeta hasta cierto punto, y siempre vuelve a ellos. La ciencia intenta describir los hechos tal como son, independientemente de su valor emocional o comercial: la ciencia no poetiza los hechos ni los vende, si bien sus hazañas son una fuente de poesía y de negocios. … Los enunciados fácticos confirmados se llaman usualmente «datos empíricos»; se obtienen con ayuda de teorías (por esquemáticas que sean) y son a su vez la materia prima de la elaboración teórica (Bunge, M. s.f. p. 6).
La ciencia aunque está “presente” ante los hechos no se constituye solo en una descripción de los mismos o en una catalogación de fenómenos. Así, por ejemplo, el registro de los movimientos de los astros no basta para tener ciencia, aunque el poseer los registros pueda ser crucial para generar una explicación de los hechos (los fenómenos). La ciencia es construcción y deconstrucción de los hechos. Señala de nuevo Bunge:
La ciencia auténtica no es atomista ni totalista. La investigación comienza descomponiendo sus objetos a fin de descubrir el «mecanismo» interno responsable de los fenómenos observados. Pero el desmontaje del mecanismo no se detiene cuando se ha investigado la naturaleza de sus partes; el próximo paso es el examen de la interdependencia de las partes, y la etapa final es la tentativa de reconstruir el todo en términos de sus partes interconectadas (s.f.: p.8).
La ciencia tiene componentes tanto deductivos como inductivos. La ciencia busca una explicación, al mismo tiempo, aunque en ángulos distintos de realidades estrechas dentro de un campo de explicación más amplio. Explicar, por ejemplo la conducta de animales específicos implica observarlos en concreto y a detalle, pero por generalizaciones y corroboraciones e intentos de falsear la explicación se detalla su conducta en un espacio más amplio: lo teórico. Por ejemplo el determinar que especie es carnívora o herbívora. Se subsume así un conjunto de individuos en la categoría de especie a la cual se le adjudican ciertas propiedades. La ciencia en este sentido va hacia la hechos, su objeto, que determina su método, pero a partir de abstracciones y teorías va descubriendo lo general en lo particular, lo constante. Ese constante es corroborado o refutado por medio de la experiencia. La ciencia es un continuo vaivén de hechos y teorías.
La investigación científica tiende a la especialización sobre todo por la demitación de objeto de estudio, de ahí que encontremos no solo especialidades sino subespecialidades. No obstante, todas comparten las líneas generales del método científico.
La claridad y precisión es otra característica de la ciencia. La ciencia procura eliminar dentro de lo posible la vaguedad. Incluso se inventan definiciones que buscan dar puntos de partida convencionales, pero fructíferos.
El conocimiento científico es comunicable. Una característica de la ciencia es que se debe compartir o mejor aún, su propia naturaleza lo debe hacer entendible a los demás. Por medio de la comunicación, la ciencia no solo se expande sino se revisa, se ratifica, o en su caso, se refuta, lo que constituye asimismo en avance de la ciencia. En este sentido, la ciencia no busca ser dogmática entendida como conclusiones definitivas de sus resultados. Esa comunicabilidad de la ciencia en consecuencia vuelve a la ciencia en verificable. Un buen trabajo científico permite la refutación o confirmación de sus resultados repitiendo, dentro de lo posible, las mismas condiciones del descubrimiento científico.
No cabe duda que estas características de la ciencia le han dado un prestigio merecido. No obstante, la ciencia no elimina otros conocimientos como son la ontología, la ética y en general el campo de la filosofía. Una pregunta central es los límites éticos de la práctica científica. Por supuesto, no se trata de confundir metodológicamente a la ética con las ciencias (ahora sí en plural). La ética no se inmiscuye en el procedimiento metodológico en cuanto tal. Eso le corresponde a la propia disciplina científica. La ética busca descubrir dentro de cualquier acto humano su conformidad o no con los fines de la naturaleza humana. Esos fines no son descubiertos por las ciencias experimentales. Esos fines son analizados por la razón humana, que tiene acceso a lo esencial de los humanos. Dicho de otro modo, hay un acceso a la entidad, al ser. Es posible una ontología o metafísica del hombre lo que permite descubrir las tendencias humanas que perfeccionan al hombre. Ese descubrimiento lo hace la metafísica y no contradice, sino complementa los descubrimientos de las ciencias.
Así, se descubre, por ejemplo, que hay una tendencia a la permanencia de todos los seres. Esa tendencia nos da, por decirlo de algún modo, la pista de que hay un cierto deber ser de conservación de todos los seres. Los seres humanos así deben cuidarse, pero ¿con qué elementos? Algunos son de sentido común: no realizar actividades obviamente peligrosas para la vida. Pero también para el cuidado humano puede apoyarse en la ciencia. Así, la nutrición, por ejemplo, investiga y analiza que combinación de alimentos proporcionan el mayor beneficio a las personas o también descubre alimentos adecuados y especiales para posibles enfermedades que sufren los humanos.
Pero el descubrimiento del deber conservarse no se deriva del conocimiento científico que es descriptivo y no pretende dar imperativos. Este campo imperativo es de la ética y supone que en la realidad no solo están presentes hechos, sino finalidades que orientan todos los seres del mundo. En el caso de los seres racionales, nosotros los humanos pues, implica que podemos elegir para bien o para daño de nosotros.
Ahora bien, cualquier conocimiento del mundo puede ser usado para ese perfeccionamiento. Las ciencias experimentales no son ajenas a esto. Creamos ciencia por el deseo y curiosidad humanas, pero al llevarlo a las aplicaciones (la técnica) debemos preguntarnos, una pregunta ética, que beneficios y perjuicios pueden darse para la humanidad.
De ahí viene la necesidad de encauzar la actividad científica hacia el bien humano. O cómo se celebra cada 10 de noviembre para el desarrollo humano. El desarrollo humano entonces es la plenitud de las finalidades humanas. Ese es el ideal que descubre la razón e intenta llevar a cabo con la conciencia de que quizás no pueda alcanzarse del todo, pero no quita la necesidad de buscarlo para ser plenamente humanos.
Referencias
Bunge, M. (s.f).La ciencia, su método y su filosofía. Siglo Veinte. Nueva Imagen. Disponible en: https://posgrado.unam.mx/musica/lecturas/LecturaIntroduccionInvestigacionMusical/epistemologia/Mario-Bunge-la-Ciencia-su-Metodo-y-Filosofia.pdf