Al oír la palabra familia, normalmente, en instantes formulamos una imagen atrapada en un portarretratos, cuatro personas sonriendo, sentadas en un sillón blanco impecable, de fondo: una ventana desde la que se ve un jardín que no podría ser más verde, lleno de flores y pájaros que cantan. La fotografía está compuesta por gente que sonríe: el padre con una sonrisa satisfecha proyecta la imagen perfecta del proveedor, el protector, aquel que está más presente los fines de semana, que sacrifica cada minuto para que su familia tenga todo lo que se ha dicho que tiene que tener una familia y que, por lo tanto, espera ser recibido como noble los días en los que se aparece; la madre sonríe para no decepcionar a nadie, ella luce impecable como su casa, tiene sazón, todos sus minutos los regala, cose, cocina, limpia y recibe a todos como esperando la llegada de los demás para existir; los hijos, sólo dos pues es lo correcto para asegurarse de que nos les falte nada, sonríen tímidamente, pasan las tardes esperando recibir lo que les han prometido que deben recibir por parte de sus padres y, en realidad, sólo esperan a que la foto sea tomada para poder ir a encargarse de sus asuntos. Cada uno tiene una privacidad intocable, cada uno tiene prioridades y, cada uno, construye desde una trinchera personal.
Esto no es más que el estereotipo impuesto de lo que debe ser una familia.
La unidad de la familia se ha reducido a que cada quien logre su proyecto personal y sí, es importante que cada integrante tenga una vida propia, que construya y crezca, pero los proyectos personales no deberían ser excluyentes, no deberían ser un secreto para el resto, deberían surgir de la integridad de la familia y, por tanto, ser compartidos por todos. El problema actual es que la familia debe responder a dos conceptos: a la libertad absoluta, una libertad entendida como la capacidad de que cada uno haga lo quiera, sin limitantes, sin normativa, una libertad que segrega al individuo que sólo piensa en sus fines, una libertad que al final no responde más que al utilitarismo; el otro concepto se refiere a los estereotipos, a los papeles predefinidos sobre lo que se espera de cada uno de ellos, un molde rígido que olvida que ha sido construido para cumplirse por personas y espera un comportamiento robótico que, de no cumplirse, genera una catástrofe de la que pocas familias pueden recuperarse.
Karol Wojtyla, en su libro Amor y responsabilidad describe la problemática surgida del orden utilitarista, en el cual un ser humano puede hacer uso de otro como si éste fuera un medio para lograr un fin, un fin propio y privado que defiende como proyecto personal y, el que así sea, lo hace intocable. Por esto Wojtyla sugiere, como única salida, el amor, una familia consolidad en el amor no permitirá que nadie sea utilizado sino que todos, partiendo de que al ser personas merecen un trato igual dignidad, buscan el bien común y, por tanto la consolidación justa de su ser personal y de sus proyectos: La persona es un bien respecto al cual sólo el amor constituye la actitud apropiada y valedera (Wojtyla, 1969:38).
El estereotipo no es más que: lo que se debe hacer para ayudar al perceptor a tener una idea de la situación de forma que no se tenga que esforzar en comprenderla y responde a la perspectivas y normas sociales que se esperan de grupos determinados (McGarty, Yzerbyt, Spears, 2002:2), de ninguna manera implica una reglamentación sobre el comportamiento y, por tanto, no puede ser que algo tan rígido, tan inamovible, defina el comportamiento de una familia, es necesario formular una propuesta que repiense la figura de cada uno de los integrantes, que se defina a partir del hecho de que cada uno es una persona y, como tal, sus aportaciones serán diferentes, más no constantes, responder a un arquetipo en el que estén presentes: los errores, los días malos y buenos, los aciertos, los favores, las obligaciones, los derechos, etcétera.
Es fundamental solidificar la institución familiar, pues dentro de ésta surgirán los principios de cambio que modifiquen ciertas problemáticas contemporáneas.