Por José Enrique Gómez Álvarez.
Uno de los problemas que aqueja a nuestro país es el problema de la obesidad tanto en adultos como en menores. Al respecto de este último caso señala Laura Poy Solano:
Los ambientes obesogénicos no sólo dentro, sino fuera de los colegios, inciden en los índices de sobrepeso y obesidad infantil que afectan a 41.2 por ciento de la población escolar de cinco a 13 años, destacan datos oficiales del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y el Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades de la Secretaría de Salud (Ssa) (15 de junio de 2024: s.p.).
En los últimos años, se ha incrementado la prevalencia de la obesidad. Tan grave es este problema de salud, que organismos internacionales han señalado recomendaciones para disminuir la incidencia de la obesidad. La región de las Americas es la que presenta la prevalencia más alta en obesidad (OPS, 2023). Dentro de las distintas medidas propuestas están el estimular la lactancia materna, la alimentación adecuada y la actividad física. Estas últimas parecen razonables y hay que notar que son optativas. Se deja en la libertad de los individuos el realizar o no las mejoras en relación a su salud.
La OPS también señala otras medidas que ya no es tan claro que tan optativas pueden ser. Así en los entornos escolares, como las tiendas o cooperativas dentro de las escuelas en donde se ofertan los productos ultraprocesados. ¿Deben prohibirse la venta de esos productos? Algunos señalan que debe hacerse porque los prejuicios son mayores a los beneficios y los menores de edad no deben decidir sobre su alimentación. Pero de nuevo puede surgir el cuestionamiento. Si los padres son los que deciden sobre la alimentación de sus hijos, ¿por qué no deberían permitir el consumo de productos ultracalóricos?
Parece menos problemático el fomento de una auténtica educación física, no solo el “practicar deportes”, sino el crear conciencia del ejercicio rutinario como parte formativa de las personas. La actividad física debería constituirse en parte del ethos humano. El ejercicio es un modo de atender a la persona como una entidad corpórea espiritual que requiere cuidados. De ahí surge otra duda: ¿Estoy obligado a cuidarme? Y en general, ¿tenemos deberes con nosotros mismos?
Parece que la noción de “deber” hace relación a una alteridad, al otro, al que se le deben determinadas conductas y acciones. Así, decir que se tienen deberes con uno mismo no tiene sentido. Es cómo decir “Debo una determinada acción a otro a un no yo que en realidad es mi yo” lo que resulta contradictorio.
Otros insistirían que en una óptica de virtudes, en donde se busca un ejercicio de las mismas, se incluyen virtudes hacia uno mismo. De este modo ser templado, por ejemplo, implica la moderación a ciertos placeres. En relación a la obesidad podría argüirse que la correcta medida del comer y beber es parte del hombre virtuoso que aspira a la felicidad. La moderación de los placeres corporales se constituye de este modo en un cierto deber hacia uno mismo, si aspira a completar la finalidad propiamente humana. Pero de nuevo, puede insistirse que eso no es un deber hacia uno mismo sino que es un imperativo hipotético: Si quiero estar bien conmigo, me conviene alimentarme mejor. En cambio las normas morales son una exigencia incondicionada. En pocas palabras, no hay deberes estrictos hacia uno mismo aunque haya actos que producen un beneficio en la persona que ejecuta los actos buenos.
La obesidad produce daños a la constitución física, como son el riesgo de diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, además de los aspectos de la apariencia física que pueden afectar la autoestima. Entonces existen razones médicas para evitar la obesidad. La pregunta es si se debe evitar la obesidad debido a la necesidad de cuidar la salud de uno mismo. En última instancia podría argumentarse mi cuerpo me pertenece y lo que haga con él es mi problema.
Pero podría pensarse que es ingenuo pensar en acciones con consecuencias exclusivas para uno mismo. La obesidad de cada persona tiene implicaciones, ahora sí, con deberes que tenemos con los demás. El facilitar el acceso a la salud, por ejemplo, es un deber de todos con todos: se deben racionalizar los recursos sanitarios para así, en caso de necesitarlos poderlos obtener. Se produce una cierta renuncia a sobre utilizar los recursos médicos. Una persona obesa, como sucede a menudo, requiere de atenciones extraordinarias del sector salud. Si se genera alguna enfermedad, como problemas cardíacos se requerirá seguimiento médico e insumos para conservar, dentro de lo posible, la salud. En este sentido quizás no haya deberes hacia uno mismo, pero no puede negarse que sí existen hacia los demás. La persona debe evitar la obesidad porque afecta a la comunidad a la que pertenece, independientemente si desea o no conservar la salud para sí mismo.
Otro problema es la regulación de los productos de consumo. Se ha sugerido y de hecho se realiza el penalizar el consumo de productos ultraprocesados. Se aplica un impuesto especial al que consume dichos productos. El objetivo estrictamente no es castigar al consumidor, sino disuadirlo del consumo de esos productos. Este asunto puede analizarse tanto desde la perspectiva de la eficacia como de la eticidad del impuesto.
En cuanto al efecto disuasorio parece que no basta la medida de aplicar impuestos especiales. Las personas suelen mantener sus hábitos alimenticios aun pagando ese extra por el producto. El uso de etiquetado especial tampoco parece tener efecto sobre el consumo (Valles M. 20 de marzo de 2023: s.p.). Es verdad, puede insistirse, que aunque los impuestos extras no reduzcan el consumo sí se contribuye con ingresos adicionales que, si son canalizados al sector salud, ayudarían a solventar los costos por la atención de enfermedades derivadas del sobrepeso y obesidad.
El uso de etiquetado especial para advertir del daño que pueden producir los productos ha sido una estrategia que se ha señalado tiene un efecto reducido en el consumo. La razón básica probablemente es que si no hay alternativas saludables con el mismo costo es difícil que el consumo de ese tipo de productos se reduzca considerablemente.
En conclusión, se presentan problemas éticos en el consumo de productos de alto contenido calórico. Pero es crucial para poder incrementar la responsabilidad sobre la salud que se den opciones viables que faciliten el cambio actitudinal hacia el cuidado del propio cuerpo. En pocas palabras, el cambio se da cuando aparecen posibilidades reales de cambio. Por otra parte, hay que reconocer que las virtudes, entre las que se incluyen las ligadas al cuidado del cuerpo, son las que a largo plazo eliminan o al menos reducen el problema de la obesidad. El otro eje del cambio es el reconocer que todos somos responsables de todos y esto incluye el cómo conservamos nuestra salud. Dicho de otro modo hay también una responsabilidad social.
Referencias
OPS (2023). Prevención de la obesidad. https://www.paho.org/es/temas/prevencion-obesidad
Poy, L. (15 de junio de 2024). Afecta obesidad a 41.2% de niños de cinco a 13 años, alertan DIF y Ssa. La Jornada. https://www.jornada.com.mx/noticia/2024/06/15/sociedad/afecta-obesidad-a-41-2-de-ninos-de-cinco-a-13-anos-alertan-dif-y-ssa-2325
Valles M. (20 de marzo de 2023). ¿Sirven las etiquetas contra alimentos chatarra? Revista de Coahuila. https://revistadecoahuila.com/2023/03/20/sirven-las-etiquetas-contra-los-alimentos-chatarra/