En la última sesión del Seminario de Investigación CISAV Ricardo Morales Rossell nos compartió un texto titulado “La identidad personal: el nombre propio”. En este documento Morales elaboró un análisis del sentido religioso presente en el Proslogion de San Anselmo (obra famosa por el argumento ontológico de la prueba de Dios).
Morales señaló que el punto de partida del argumento anselmiano es una búsqueda religiosa, una búsqueda que no se identifica con la piedad sentimental, sino una profundización en el interior del hombre donde se encuentra con Dios. El Dios que busca San Anselmo no es una entidad abstracta, un concepto o una buena teoría a confirmar, sino el Dios persona de la fe judeocristiana: Aquel que ama al hombre por sí mismo y tiene un Nombre.
A partir de este punto se reflexionó sobre la fuerza del “nombre”. Cada ser humano recibe un nombre propio de Dios que no consiste en una simple fórmula para designar a un sujeto que ya ocupa un lugar en la existencia, sino que ese nombre coincide con el origen de la propia identidad. El “nombre” establece el comienzo del quién que cada uno es y excluye las etiquetas o criterios generales que despersonalizan al sujeto.
La persona se caracteriza por vivir en un proceso de identificación, al final del cual podrá decir y ser quién es. El modo en que el ‘yo’ encuentra su identidad no es en el perfeccionamiento de las cualidades inherentes a la persona, sino en perfilar la identidad irrepetible de la persona. Morales explica que esta identidad es una identidad en proceso, una identidad que apunta a un final significativo en el que el “nombre” y la “vocación” están estrechamente unidos. La vocación no es un añadido a la persona, sino que forma parte esencial de la propia identidad.