Por Cristóbal Barreto.
La sociedad mexicana parece estar perdiendo capacidad de respuesta y reclamo de justicia frente a las tragedias humanas que se viven en el mundo y, de manera concreta, las que suceden en el territorio mexicano. Las muertes por la violencia que reportan los medios de comunicación casi a diario desde hace un poco más de 20 años se presentan como el teflón que evita expresar empatía al dolor o el músculo que se fortalece frente a la repetición de hechos trágicos.
Medios de comunicación varios años en su primera plana o abrir de noticias reportaban a diario un número determinado de personas fallecidas por homicidios con el título “los muertos de la guerra de Calderón” (Grupo Milenio, La Jornada, Televisa, TV Azteca, Carmen Aristegui son algunos de los medios que transmitía su noticiero, entre otros). Los políticos opositores a ese gobierno posicionaron un discurso de números como si los afectados fueran objetos, no personas, en la búsqueda de que esas pérdidas humanas tuvieran costos políticos para el gobernante y su partido.
Desde hace tiempo, algunos de esos medios y políticos ya no comentan la pérdida de vidas que a diario suceden, pero tampoco dan muestra de pesar y dolor por lo que pasa, al contrario, tratan de sembrar el argumento de que es una dinámica cotidiana y a la que son ajenos en tanto forma parte de un síntoma social, del que incluso son víctimas.
Desafortunadamente, la sociedad empieza a caer en esa actitud de indiferencia o peor aún de culpar a las víctimas de su propia desgracia, como (posible) resultado de la repetición de noticias dadas a conocer por medios de comunicación a lo largo del tiempo, la repetición frecuente de los políticos de que esos sucesos corresponden a una forma de ser de un sector de la sociedad y que en algunos casos, los afectados forman parte de un grupo de la delincuencia (como recientemente sucedió con los jóvenes de Tamaulipas) o que son partícipes de una actividad penada por la ley (este es el caso en que se ha culpado a periodistas).
Esta es la expresión que comienza a verse. En enero de 2019 fueron los habitantes que padecieron la explosión de un ducto de Pemex en Tlahuelilpan, Hidalgo; en 2020 cuando madres, padres y familiares de personas con cáncer o diabetes dieron a conocer que sus familiares estaban sufriendo por falta medicamentos no surtidos en el sector público; en mayo de 2021 fue la caída del convoy de la Línea 12 del metro de la Ciudad de México; entre abril de 2020 y marzo de 2021 sucedió las miles de pérdidas por la pandemia del COVID-19 (800 mil personas perecieron, 600 mil de ellas no reconocidas formalmente a consecuencia de dicha pandemia, INEGI 2022. Recientemente, el 28 de marzo de 2023 se dio a conocer la muerte de 38 migrantes centro y sudamericanos retenidos en una estación migratoria para los que hubo pocas muestras de pesar, solicitud de castigo a los culpables y de justicia para las víctimas, como se exigió a la autoridad en tiempos no lejanos.
A esta enumeración de hechos tendrían que sumarse los miles de personas desaparecidas, las mujeres violentadas, las personas secuestradas y los cientos de encarcelados injustamente para saciar una venganza política o aparentar una justicia pronta y expedita.
En todos los casos antes descritos, sobre todo los del primer bloque, la pérdida de vidas humanas, que además de evitables y en responsabilidad de las autoridades gubernamentales, parece se dan a consecuencia de un modelo de ejercer el gobierno, bien por políticas públicas mal diseñadas, negligencia de servidores públicos o falta de protocolos, y de ejercer el poder.
¿Y qué se observa después de todos y cada uno de estos lamentables sucesos? Poco, expresiones de partidos y sus líderes exigiendo castigo a culpables, investigación y deslinde de responsabilidades; posicionamientos de parlamentario que piden comparecencia de titulares de dependencias; líderes sociales, por lo general de derechos humanos, que piden reparación de daños y evitar el re-victimizar; y muy poca si no es que nula expresión de organizaciones sociales y de la sociedad haciendo sentir su empatía y reclamo para que se haga justicia y evitar más desgracias.
Peor aún, se observa también una corriente importante de la sociedad que se expresa a través de medios de comunicación y redes sociales que no exige justicia, sino que respalda el modo de proceder gubernamental y su forma de ejercer el poder.
Ante esta expresión de un sector de la sociedad, que hace pública su falta de empatía, que hacer ver cierta culpabilidad en la(s) víctima(s) y apoya indistintamente la versión oficial, por ilógica e inverosímil que sea, denota que los afectados no merecen aprecio porque pretenden afectar políticamente al gobierno y a su líder en concreto.
La sociedad mexicana que ha dado muestras claras de solidaridad y empatía con las víctimas en varios momentos del México reciente, como los sismos de 1985 y 2017, ahora por lo que acontece, una parte se muestra indiferente y otra, la que parece partidizar el dolor, de antipatía.
Todo esto, muy posiblemente por reducir a objeto de número la vida humana que han hecho políticos y medios de comunicación y de la polarización política que impulsa el gobierno mediante formas diversas.
La sociedad mexicana está sorprendiendo por su indiferencia y/o partidización al dolor humano que, lamentablemente, por la cantidad de tragedias que cobran vidas de seres humanos se observa con frecuencia.
Referencias
Redacción, (23/02/2019),“Suman 132 muertos por la explosión en Tlahuelilpan, Hidalgo”, Animal Político, https://n9.cl/2zus80.
Redacción, (27/05/2020)“Pese a cuarentena, padres de niños con cáncer protestan en la CDMX por desabasto”, Expansión Política, https://n9.cl/dncow
Redacción, (04/05/2021)“Accidente en la Línea 12 del Metro: se desploma estructura en estación Olivos”, , https://n9.cl/q96d
Sánchez, Cano A. (26/08/2021, “Más de 600 mil muertos por Covid”), El Financiero, https://n9.cl/kr7i0
Redacción, (20/03/2023), “INM da a conocer identidad de migrantes muertos en Ciudad Juárez; ajustan cifra a 38 fallecidos”, El Universal, https://n9.cl/04e7d
Cristóbal Barreto es Investigador de la División de Ciencias Sociales y Jurídicas.
