La obra de Sor Juana ha resultado un campo fértil para los estudios de género. En otros momentos, el énfasis fue puesto en su calidad como escritora, en su singularidad respecto de la cultura barroca de su tiempo, en la inaudita vastedad de sus conocimientos; o bien en aspectos personales como la “limpieza” de su ascendencia cristiana o la sinceridad de su vocación religiosa. Hoy se siguen discutiendo, con nuevas luces y datos, esas cuestiones; pero también han surgido interrogantes y perspectivas propias de nuestro tiempo (pienso en la modernidad y sus secuelas), como el enfoque de género, que se proyectan en una obra distante y rica en posibilidades interpretativas, como la de la famosa Décima Musa novohispana.
A los estudios pioneros de autores como el español Menéndez Pelayo, el alemán Karl Vossler y los mexicanos Alfonso Reyes, Manuel Toussaint y Alfonso Méndez Plancarte, quien fijó la edición de las Obras Completas de Sor Juana para el Fondo de Cultura Económica en 1951 (por citar sólo unos pocos), siguieron importantes estudios sobre variados aspectos de la obra de Sor Juana como los de Elías Trabulse, José Gaos, José Pascual Buxó y Margarita Peña (entre otros muchos).
Pero hay también un nutrido grupo de estudios, de unas décadas a esta parte, que adoptan la perspectiva de género para ahondar en los motivos y peculiaridades de la compleja obra de Sor Juana, y de su vida misma. Entre ellos cabe mencionar los de Electa Arenal1, Georgina Sabat Rivers2, Sara Poot Herrera3 y Margo Glantz4.
Según Yolanda Martínez San Miguel, en estos estudios las autoras “han comenzado a explorar el entrecruce entre la epistemología y la condición femenina”5.
Pareciera que la obra de Sor Juana puede ser vista, en conjunto, como una reivindicación de los derechos de las mujeres, tanto en la vida privada como en la pública y, más aún, de su posición en el cosmos desde la perspectiva filosófica y teológica.
En esta perspectiva, ciertas obras, afirmaciones y recursos estilísticos de Sor Juana adquieren nuevo significado. Por ejemplo, destaca que en sus descripciones de mujeres, no se exalta sólo la belleza física, a la usanza de la época, sino que se privilegia la alusión a la inteligencia. Las virtudes femeninas se convierten en atributos del intelecto, y éstos en parte sustancial de la belleza. En su romance a la duquesa de Aveiro se lee:
Claro honor de las mujeres,
De los hombres docto ultraje,
Que probáis que no es el sexo
De la inteligencia parte.
Y en su descripción de la condesa de Paredes dice:
Ángel eres en belleza
Y ángel en sabiduría
Porque lo visible sólo
De ser ángel te distinga.
En efecto, una de las posiciones que Sor Juana más reitera en sus escritos, es la de que la mujer tiene, como criatura divina, la misma capacidad de entendimiento que el hombre. Lo que le ha impedido alcanzar un grado suficiente de instrucción no es, como se pensaba en su tiempo, la falta de capacidad, sino las costumbres y los prejuicios que niegan a la mujer la posibilidad de estudiar:
¡Oh cuántos daños se excusaran en nuestra república si las ancianas fueran doctas como Leta, y que supieran enseñar como manda San Pablo y mi padre San Jerónimo! Y no que por defecto de esto y la suma flojedad en que han dado en dejar a las pobres mujeres, si algunos padres desean doctrinar más de lo ordinario a sus hijas, les fuerza la necesidad y la falta de ancianas sabias, a llevar a maestros hombres […]6
Sor Juana acude constantemente a los ejemplos de la Antigüedad para probar que, tanto en la Biblia como en las obras profanas, se da cuenta de mujeres doctas que tuvieron una influencia positiva en su entorno, y aun salvaron de grandes calamidades a su pueblo. En la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz esta larguísima enumeración de mujeres destacadas que abarca 30 nombres, desde Ester y Abigail hasta Santa Paula y Santa Catarina, para terminar con contemporáneas como la duquesa de Aveyro y la condesa de Villaumbrosa. Así, Sor Juana argumenta a favor de la capacidad cognitiva de la mujer y, gracias a su entendimiento, le otorga un lugar en el mundo. Ahí reside el entrecruce entre epistemología y condición femenina al que alude Yolanda Martínez-San Miguel.
En el mismo sentido, en los estudios de Electa Arenal7 y Virginia M. Bouvier8 sobre el Neptuno Alegórico9, queda de manifiesto que, aun en las obras que hizo expresamente por encargo como ésta, Sor Juana buscó la manera de introducir el tema de la condición femenina y sus cualidades intelectuales.
En el Neptuno Alegórico, Sor Juana hizo una cuidadosa selección de los elementos con que convenía componer la alabanza al nuevo virrey. Se valió de todas las referencias históricas y míticas a su alcance, pero las combinó de manera original y, según las autoras, de acuerdo a un “programa didáctico-político”, en el que el puesto central es ocupado nuevamente por el conocimiento (la ciudad de Atenas elige el don del olivo de la diosa de la sabiduría, Atenea, en vez del brioso caballo de Neptuno, y éste, en una interpretación peculiar de Sor Juana, acepta la decisión) y en el que el nuevo virrey recibe de la ciudad que va a gobernar, envuelta en ropajes de obediencia, la instrucción de remediar sus necesidades.
Bouvier destaca el hecho de que la virreina recibe, en el poema de Sor Juana, tanta atención como el virrey, lo que interpreta como un intento deliberado de “incursión al campo político y público como una actividad legítima para la mujer”.
Sor Juana despliega una serie de referencias doctas (el poema incluye más de 200 citas en latín, lo que provocó el rechazo de no pocos estudiosos posteriores), que avalan la participación activa de la mujer en todos los campos: “el arco así servía como un espejo en el cual se reflejaba, se percibía, y se legitimaba el poder de Sor Juana misma como mujer, sabia, maestra, escritora, y como consejera política”10.
Estas afirmaciones de la inteligencia femenina fueron objeto, como se sabe, de numerosas críticas. En última instancia, Sor Juana adopta frente a los ataques la defensa del conocimiento como don divino. Dice una y otra vez que su inclinación no puede ser mala puesto que Dios la sembró en ella; que si le dio el entendimiento no fue seguramente para que no lo usara.
El escribir nunca ha sido dictamen propio, sino fuerza ajena […] Lo que sí es verdad que no negaré (lo uno porque es notorio a todos, y lo otro porque, aunque sea contra mí, me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad) que desde que me cayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones –que he tenido muchas-, ni propias reflejas –que he hecho no pocas-, han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí: su Majestad sabe por qué y para qué; y sabe que le he pedido que apague la luz de mi entendimiento dejando sólo lo que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos, en una mujer; y aun hay quien diga que daña. 11
Encuentro significativo el hecho de que la afirmación de su inteligencia deriva, en el caso de Sor Juana, en una defensa necesaria. Tiene que acudir al argumento último, incuestionable, del don divino, para afirmar algo que le está vedado en el terreno de lo puramente humano. Sor Juana no puede simplemente decir que estudia porque le gusta. Debe decir que estudia porque Dios le regaló (¿para bien o para mal?) la inclinación de estudiar.
Por eso también tiene que justificarse por escribir sobre asuntos profanos, diciendo que la facilidad para hacer versos es igualmente un don, y que no lo ha ejercitado sino por encargo; que si no pone su pluma al servicio de los asuntos sagrados, como le sugieren, es porque no se atreve a tanto:
[…] el no haber escrito mucho de asuntos sagrados no ha sido desafición, ni de aplicación la falta, sino sobra de temor y reverencia debida a aquellas Sagradas Letras, para cuya inteligencia yo me conozco tan incapaz y para cuyo manejo soy tan indigna […] el cual inconveniente no topaba en los asunto profanos, pues una herejía contra el arte no la castiga el Santo Oficio, sino los discretos con risa y los críticos con censura […] Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia) sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos. Así lo respondo y así lo siento. 12
La próxima semana publicaremos la segunda parte de este ensayo.
Bibliografía:
1 Feminist perspectives on Sor Juana Inés de la Cruz, Detroit, 1991, Wayne State University Press.
2 En busca de Sor Juana, México, 1998, UNAM.
3 Sor Juana y su mundo, México, 1995, Universidad del Claustro de Sor Juana.
4 Sor Juana Inés de la Cruz: ¿hagiografía o autobiografía?, México, 1995, Grijalbo-UNAM.
5 “Saberes americanos: subalternidad y epistemología en los escritos de Sor Juana” en Aproximaciones a Sor Juana, México, 2005, Universidad del Claustro de Sor Juana-FCE, p. 188.
6 “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, Obras Completas, T. IV (edición introducción y notas de Alberto G. Salceda), México, 3ª. reimpresión de la 1ª. edición, 1995, FCE, pp. 464-65.
7 “Del emblema al poema. Leyendo como una mujer la imagen de la mujer” en Aproximaciones a Sor Juana, pp. 19-27.
8 “La construcción de poder en Neptuno alegórico y Ejercicios de la Encarnación” en Aproximaciones…, pp. 43-54.
9 El Neptuno Alegórico, océano de colores, simulacro político… es el inicio del título de una obra que Sor Juana compuso por encargo del Cabildo de la Catedral Metropolitana. Se trata de una extensa composición dividida en tantas partes como los lienzos, basas e intercolumnios que componían el arco triunfal, y que explicaba el contenido de las imágenes expuestas. El arco fue erigido, como era costumbre en la época, para conmemorar la llegada del 28º. virrey de la Nueva España, Tomás Antonio Manuel Lorenzo de la Cerda y Aragón, marqués de la Laguna y su esposa María Luisa Manrique de Lara, que se convertirían en los protectores de Sor Juana.
10 Art.cit., p. 47.
11 Obras Completas, T. IV, p. 444.
12 Ibidem, pp. 443-44.