Rossana Muga Gonzáles*
La post-modernidad ha traído consigo la redefinición de ciertos conceptos o categorías de pensamiento que anteriormente se consideraban permanentes o perennes pero que, ahora son considerados adaptables, flexibles y cambiantes de acuerdo al uso o interpretación que cada individuo quiera otorgarle. Lamentablemente, esta reconfiguración de los contenidos es, en gran medida, un efecto de la exacerbación de la autonomía de la voluntad y del endiosamiento de los deseos individuales, como fundamento único y suficiente de “legitimidad”.
Así, algunos de los términos que han adquirido esta “seudo-flexibilidad” son los relacionados con la idea de ser “varón” o “mujer”; pues, bajo la premisa del género y de la interpretación tendenciosa que pueda hacerse del mismo, el dato biológico -natural de la persona humana parece no ser suficiente para hacer una diferenciación entre varones y mujeres, sino que las expresiones sexuales dependerían del deseo de cada individuo y éstas, a su vez, podrían ser variadas y no necesariamente coincidir con su realidad biológica: varón o mujer.
Bajo esta errónea línea de pensamiento, el Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación de las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer, señala[1] que adoptar una perspectiva de género es: “distinguir entre lo que es natural y biológico y lo que es una construcción social y cultural, y en el proceso renegociar los límites entre lo natural –y de ahí relativamente inflexible- y lo social- y de ahí relativamente transformable”.
Una consecuencia de esta versión ideologizada del uso del término género, es el tratamiento propuesto para la disforia de género infantil. Ésta, según la Asociación Americana de Psiquiatría[2], es el padecimiento existente cuando la persona percibe una diferencia entre su expresión, sentimientos o manifestación de su sexualidad y el sexo biológico (contrario) que tiene en realidad; es decir, se trata de una patología con tintes psicológico-psiquiátricos.
Si bien la disforia ya constituye un verdadero problema y un drama para la persona que lo padece, esta situación se agrava en el caso de los niños[3] que consienten (con el aval de sus padres o del Estado, en su caso) en detener el debido desarrollo sexual, natural de su propio cuerpo, con el fin de adecuar su realidad biológica a su sexo psicológico, sometiéndose, para ese fin, a operaciones o tratamientos de reasignación sexo-genérica. En otras palabras, se detiene el desarrollo sexual del niño para brindarle un tratamiento médico (desde el suministro de hormonas hasta la mutilación o implantación de genitales externos) que adecúe su cuerpo a lo que quiere su mente: se pretende convertir a una niña en niño y a un niño, en una niña.
Este tipo de acciones, como la reasignación sexo-genérica, son promovidas por movimientos afines a esta ideología (grupos LGTTTBIQ), argumentando que para cualquier persona (sea adulto, adolescente o niño) estos procedimientos médicos son los más idóneos para que la expresión de su identidad interna coincida con la biología y de esta manera, se dé una aparente solución a sus conflictos internos.
Sin embargo, en marzo de 2016, el Colegio Americano de Pediatras[4], expidió un comunicado oficial acerca del daño que la ideología de género ocasiona a los niños, basándose en argumentos de evidencia científica constatados por la Asociación Americana de Psiquiatría en el «Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales» (DSM-V)[5]”, en el cual se establece que el 98% de los niños, y hasta el 88% de niñas con “género confuso”, luego de pasar la pubertad, aceptan su sexo natural. Asimismo sostiene que estas supuestas reasignaciones constituyen un abuso infantil[6], pues se «condiciona a los niños a creer que es normal estar toda la vida sustituyendo química y quirúrgicamente su propio sexo por el opuesto».
Este abuso se demuestra con las malas prácticas médicas de suministro de hormonas o cambios de sexo quirúrgico con efectos irreversibles. Incluso se ha demostrado que: a) las hormonas[7] que bloquean el debido desarrollo del cuerpo humano, son tóxicas y cancerígenas y b) el cambio de sexo también implica efectos colaterales como: la temprana mortalidad; remordimiento y arrepentimiento; persistencia del trastorno mental, y un alto índice de suicidios.
Entonces, conviene preguntarnos: ¿en realidad se protege el interés superior del niño cuando se le somete a procedimientos médicos tendientes a la reasignación sexo-genérica? La respuesta a esta interrogante es un rotundo no, porque se está afectando el desarrollo natural de un ser humano a temprana edad y no se tiene en cuenta su grado de desarrollo ni su madurez psicológica, física y sobre todo mental.
En concordancia con lo anterior, el Hospital de Psiquiatría John Hopkins en Estados Unidos, uno de los principales centros de salud en realizar este tipo de tratamientos, constató[8] que la mayoría de los pacientes después de aquellas prácticas médicas estaba conforme biológicamente con la transformación. Sin embargo, sus problemas emocionales y/o psicológicos seguían intactos, sin modificarse a pesar de la operación quirúrgica. Esto concuerda con un estudio de 2014 el cual señala que 62,7% de los pacientes con disforia de género, tienen por lo menos una enfermedad siquiátrica paralela, de los cuales 33% corresponden a importantes trastornos depresivos[9]. En ese sentido, otro estudio del mismo año, también evidenció cómo el 70% de los participantes mostraron uno o más desórdenes psicológicos, en su mayoría afectivos y de ansiedad[10].
Un ejemplo claro de que estas reasignaciones no son favorables a la persona es el caso de Walt Heyer, quien nació como varón y al crecer se realizó una reasignación sexual para “ser mujer”. Sin embargo, años después se realizó una operación de reversión sexual para volver a ser varón. Hoy en día, es uno de los principales activistas en contra de este tipo de procedimientos. En sus propias palabras, él estima que: “independiente de lo que la cirugía hiciese, no logró llenar el anhelo básico, de algo que es difícil de definir. Esto va junto con la idea de que estamos tratando de solucionar superficialmente un problema que es mucho más profundo[11]”.
Asimismo, especialistas como el reconocido psiquiatra Paul McHugh de una manera certera, explica en torno a la patología de la disforia de género que: «Nosotros (los psiquiatras) nos hemos olvidado de estudiar las causas y la naturaleza del trastorno mental y nos hemos dedicado sólo a prepararlos para la operación y una vida en el otro sexo. Hemos malgastado recursos científicos y técnicos y dañando nuestra credibilidad profesional, colaborando con la locura en lugar de intentar estudiarla, curarla y en última instancia, prevenirla[12]”.
Finalmente, cabe cuestionarnos lo siguiente: ¿Las prácticas de reasignación sexual son una solución verdadera para aquellos niños con disforia de género? ¿Las consecuencias de estos tratamientos médicos ayudan al desarrollo de la humanidad, sobre todo respetan la naturaleza humana? ¿Qué podemos hacer, como sociedad, para evitar la proliferación de estas situaciones de injusticia con los niños? Para dar respuesta a estas interrogantes debemos considerar en nuestra reflexión personal que: las supuestas reasignaciones sexuales nunca podrán modificar lo inmodificable que es la sexualidad humana y a la vez, no constituyen una terapia en sí misma porque no curan el problema con raíces profundamente psicológicas, sino que lo agravan.
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* Este post fue redactado en colaboración con los estudiantes internacionales: Arantxa Ereche (Chile), Pilar Peña (Uruguay) y Rafhael Vásquez (Perú).
[1] O’Leary, Dale (1997): The Gender Agenda. Redefining Equality (Louisiana, Vital Issues Press). p. 21.
[2] Quinta edición del libro «Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-5).
[3]Disponible en: http://www.dailymail.co.uk/health/article-3293719/Soaring-demand-transgender-treatment-children-Number-referrals-risen-fivefold-five-years-doctor-warns.html
[4] Disponible en: http://saib.es/comunicado-de-la-aap-sobre-los-tratamientos-de-cambio-de-sexo-en-ninos/
[5] Loc. Cit.
[6] Loc. Cit.
[7] Disponible en: https://www.acpeds.org/the-college-speaks/position-statements/gender-ideology-harms-children
[8]Disponible en: http://www.religionenlibertad.com/por-que-dejamos-de-hacer-operaciones-de-cambio-de-sexo–42897.htm
[9] Cfr. Mazaheri Meybodi, Azadeh; Hajebi, Ahmad; Ghanbari Jolfaei, Atefeh (2014): “Psychiatric Axis I Comorbidities among Patients with Gender Dysphoria”. Disponible en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4142737/
[10] Heylens, Gunter; Elaut, Els; Kreukels, Baudewijntje P. C.; Paap, Muirne C. S.; Cerwenka, Susanne; Richter-Appelt, Hertha; Cohen-Kettenis. Peggy T; Haraldsen, Ira R.; De Cuypere, Griet (2014): “Psychiatric characteristics in transsexual individuals: multicenter study in four European countries”, The British Journal of Psychiatry, vol. 204 (2). pp. 151-156.
[11] Heyer, Walt (2016): “50 Years of Sex Changes, Mental Disorders, and Too Many Suicides”. Disponible en: <http://www.thepublicdiscourse.com/2016/02/16376>
[12] McHugh, Paul (2004): “Surgical Sex: Why we stopped doing sex change operations”. Disponible en: <http://www.firstthings.com/article/2004/11/surgical-sex>