Existen diversas creencias más populares que fundadas alrededor de la trata de personas. Entre ellas, está la difundida de que solamente son susceptibles las mujeres. Si bien es cierto que las más vulnerables frente a la trata de personas son las mujeres, junto a las niñas y los niños, no obstante, los varones también enfrentan problemáticas en relación a este problema.
El número de mujeres vendidas con fines sexuales es, efectivamente, mayor al número de hombres. Sin embargo, el número de hombres y de mujeres que realizan trabajos forzados es bastante equitativo: el total anual de personas en trabajo forzado es de 21 millones. De estos, 11.4 millones son mujeres y niñas y 9.5 millones son hombres y niños (ILO, 2012); la mayoría de ellos realizan trabajos riesgosos o humillantes para cumplir con deseos y caprichosos costosos (diamantes de sangre, alimentos que para conseguirlos hay que arriesgar la vida, etcétera).
En 2012 se realizó una encuesta para conocer el papel de los hombres frente a la trata de personas con fines sexuales. Esta reveló que el 62% de la población veía a los hombres como clientes, el 33% como explotadores y el 6% como trabajadores sexuales (Lorenzo y Vargas, 2012: 39). Esto, naturalmente, dejaría claro que el grupo más vulnerable es el femenino y que los hombres, más que pertenecer a las redes de tráfico de personas, alimentan al negocio. Ahora, hay que considerar algo muy importante de estas cifras. Constantemente nos quejamos del sistema económico que nos objetiviza, controla y vacía; así, no es arriesgado pensar que la «necesidad» de contratar sexoservidoras por parte de los hombres es una consecuencia del orden socio-económico.
Primero, la sexualidad se ha vuelto una fantasía y un instrumento del mercado, desde que la pornografía idealiza la relación sexual, sin afecto y sin tomar en cuenta la dignidad de la persona. Esto genera que todos esperemos de la experiencia sexual una puesta en escena de subordinación, lo que los hombres creen poder conseguir sólo con una sexoservidora. En una encuesta realizada en el Reino Unido, los hombres contestaron que compraban prostitución porque ellas estaban dispuestas a hacer lo que una mujer real no. Es triste que –sea voluntaria o forzosamente, la sexoservidora no sea considerada como persona– (Farley, Bindel y Golding, 2009: 8). Esto sin tomar en cuenta que la industria pornográfica está llena de casos de trata de personas. Ahora no sólo hablamos de una oferta explícita, la publicidad que vende productos a partir de nuestros cuerpos bajo el principio de que una mujer con poca ropa y vestida provocativamente venderá más, esto termina por ser entendido como una cuestión de oferta y demanda: si ella se vende yo la compro.
Segundo, separar la cuestión afectiva de la sexualidad y proponerla, únicamente, como medio de placer individual. La hemos reducido a una actividad egoísta e individualista, donde lo ideal es obtener placer del otro, un otro frente al que no tengo compromisos, un otro que no me importa y, por lo tanto, no pienso en las consecuencias de mis actos, un otro al que no puedo ver más que como un objeto. Todas esta ideología permite que los hombres contesten a la pregunta: ¿cuál es tu experiencia al comprar sexo? La prostitución es como masturbarse sin usar la mano (Farley, Bindel y Golding, 2009:8).
La única solución viable y permanente a esta situación no es el combate a las redes de trata. Funciona, pero mientras exista demanda, seguirán existiendo personas que comercialicen a otras. Necesitamos retomar la importancia de la afectividad, respetar a las personas por ser personas, actuar a favor de la dignidad de todos y trabajar por una cultura menos sexista, una cultura en donde el valor de hombres y mujeres no esté en el cuerpo, una cultura donde utilizar al otro como medio u objeto sea impensable.
Bibliografía:
LOZANO Verduzco Ignacio y VARGAS Urías Mauro Antonio (2012): El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fines de explotación sexual: un estado de la cuestión, México, D.F.: GENDES, Indesol, SEDESOL.
FARLEY, Melissa, BINDEL Julie y GOLDING M. Jacqueline (2009): Men who buy sex, who they buy and what they know, Londres: Eaves.
ILO (2012): «Trabajo forzoso» en http://www.ilo.org/global/