Mujeres de coraje

Mujeres_de_coraje

Si hay que morir en la defensa del territorio, hemor de morir. Josefina TunkI (2021)[i]

 

Por Andrea Munguía Sánchez.

 

El diccionario de la Real Academia Española define coraje como impetuosa decisión, esfuerzo del ánimo, irritación, ira. A la vez que define al ímpetu como un impulso, algo violento, vehemente, con fuerza, acelerado. En buena medida, da la impresión de que el (tener) coraje es algo negativo.

No así para Anuna De Wever y Kyra Gantois (2019) que, en su carta al mundo, han posicionado al coraje como la capacidad de ser imprevisible; de generar acciones ante el cambio climático.

En esa pequeña publicación, de no más de setenta hojas -en su versión al español- han hecho mención de la palabra coraje en al menos seis ocasiones: la primera vez para expresar su admiración hacia otra mujer, Greta Thunberg, que a sus quince años inició una huelga escolar por el clima ante el Parlamento sueco; y en las demás menciones, han relacionado el coraje con el crecimiento de la imaginación, la unión, la organización y con el esfuerzo de hacer frente a la situación que actualmente vivimos para dejar un lugar mejor a las futuras generaciones y ser parte de un movimiento más grande que la suma de intereses individuales. (De Wever y Gantois, 2019, p. 52)

Al leerlas, comprendemos que el coraje del que ellas hablan no refiere al arranque violento ante alguna situación o contra un individuo. Todo lo contrario. El coraje se manifiesta como el reconocimiento de la dignidad de la persona y los derechos fundamentales; orientado a lo auténticamente humano, (Guerra, 2004) capacidad que particularmente podemos observar como propia en la mujer.  A través de su carta, en la cual han dejado claro que no excluyen a nadie y que dirigen a todo el mundo, hacen énfasis en la finitud de los recursos de una realidad en donde todos estamos involucrados, pero en la que sólo unos cuantos han decidido salir de la pasividad y juntar el coraje para llevar a cabo acciones por el clima. Confirmando también, que el clima es el menor de las preocupaciones en las agendas políticas y que la responsabilidad, y el cuidado, queda en manos de unos cuantos.

Esto último es sabido por las mujeres indígenas que luchan, y han luchado desde hace años, por la vida y el planeta. En la última década se han incrementado el impulso a los proyectos extractivistas, las disputas territoriales, la minería ilegal y la tala en territorios de pueblos originarios en Colombia, Chile, Perú, Ecuador, México y Brasil (Dannemann, 2020). En consecuencia, distintos pueblos indígenas en el continente se han manifestado en contra de sus gobiernos, demandado que se les reconozca como sujetos de derecho, se garantice la protección de sus tierras y exigiendo también, que se reconozca la responsabilidad de todos ante la actual crisis ambiental. Es aquí donde las mujeres indígenas han desempeñado un papel fundamental en el cuidado y protección del medio ambiente.

Nemonte Nemquino, líder waori de la Región Amazónica ecuatoriana, inició una campaña contra el gobierno ecuatoriano por la protección de sus territorios del extractivismo petrolero y es clara en su argumento: esta lucha es por sus hijos y nuestros hijos, pero el mundo debe asumir su parte, no se puede esperar que sean los pueblos originarios los que carguen con toda la responsabilidad. (Blasco, 2022) Es la misma exigencia la hicieron también Anuna y Kyra, que con menos de veinte años de edad, fueron conscientes de que el movimiento por el clima compete a toda la humanidad; en él no hay lugar para los intereses individuales, que no pueden primar por sobre el bien común y el del planeta.

Junto con el de Nemonte, el testimonio de otras mujeres deja claro que esta lucha no sólo es por el cuidado y la preservación de los territorios -carga que se les ha confinado automáticamente-, es también por mantener viva la memoria de familiares (y otros activistas) asesinados que manifestaron su oposición a proyectos mineros, de tala, o a grupos narcotraficantes y/o criminales con intenciones de apropiar, e imponerse sobre, sus territorios. (Romo y Alvitres, 2021)  Las palabras de Josefina Tunki (Ecuador), que presiden el título de este texto (Si hay que morir en la defensa del territorio, hemor de morir), no son infundadas, las mujeres activistas en Latinoamérica son violentadas física, psicológica, sexual, en forma de acoso y persecución.  Cuando se es mujer, activista e indígena la discriminación incrementa, se manifiesta en racismo institucional, acoso judicial, estigmatización, criminalización, desplazamiento (Blasco y Alvitres, 2021) y muerte. Tan sólo en el continente americano se cometen el 80% de los asesinatos de ambientalistas que ocurren en el mundo y se encuentran cinco de los seis países más letales para defensores ambientalistas: Colombia, México, Guatemala, Brasil, Honduras . (Dannemann, 2020) En el 2021 México ocupó el primer lugar con 54 asesinatos, seguido de Colombia y Brasil con 33 y 26 asesinatos respectivamente. Y entre el 2015 y 2019, 166 mujeres ambientalistas fueron asesinadas en América Latina y el Caribe, figurando también Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Nicaragua, Perú, Filipinas y Venezuela con asesinatos, además de los cinco países arriba mencionados. (CNN Chile, 2022)

El caso de Bettina Cruz (México), en Oaxaca, es otro ejemplo de la violencia ejercida hacia mujeres indígenas defensoras. De manera forzada, tuvo que desplazarse fuera del Istmo de Tehuantepec, junto con toda su familia. Empresas y Gobierno los buscaban para matarlos, ya que obstaculizaban sus intereses. Debido a esta situación, para pasar desapercibida, debió despojarse además de una parte de su identidad étnica, la vestimenta. No obstante, aún con el riesgo, ella y otras mujeres oaxaqueñas se han organizado y siguen luchando por la justicia y la dignidad. (Gómez, 2021)

Llegado a este punto, leyendo las denuncias que han hecho miles de mujeres (y colectivos de) defensoras ambientalistas, llama la atención una constante en el discurso: la relación entre las mujeres con el medio ambiente. Si bien, y la misma Bettina Cruz lo ha confirmado, las mujeres son consideradas como las cuidadoras de la vida y también quienes más se entregan (por no decir se apasionan) a la protección y la defensa de los territorios, ¿por qué normalizar la idea de que ellas, además del cuidado de los niños, los hogares, de las personas dependientes, del autocuidado, y la enseñanza, sean quienes con coraje salgan del área de confort y realicen acciones también por el planeta? ¿No es acaso la crisis ecológica resultado de la interacción de toda la humanidad con el mundo?

Cabe entonces también preguntarnos cómo debemos transmitir este mensaje a los demás cuando pareciera que el simple hecho de ser humanos debería bastar para motivarnos a cuidar de la naturaleza y a quienes, en su ya condición de vulnerabilidad, padecen mayormente las consecuencias del deterioro ambiental.

En este sentido, en la carta encíclica Laudato si’, Francisco menciona la imposibilidad de sanar nuestra relación con el medio ambiente si no sanamos las relaciones básicas del ser humano. Tan inseparable es nuestra relación con la naturaleza que cuando un espacio se contamina requiere que analicemos el funcionamiento de la sociedad, nuestra economía y nuestra forma de entender la realidad. Es aquí donde identificamos que “el grito de las mujeres y el grito de la tierra se entretejen en todas partes como una crítica al orden establecido y como clamor por un nuevo paradigma de relación y convivencia” (Céspedes, 2021, p.9), a la vez que rectificamos lo dicho por Guerra.

Entendemos entonces que ser una defensora ambiental requiere de mucho coraje, las historias y testimonios de mujeres demuestran que el mayor obstáculo no es levantar la voz, sino hacerlo en una lengua que tampoco se reconoce y que ya sea por su edad, sexo u origen, denunciar los daños a sus territorios es una lucha constante. Una lucha contra todo. Y aunque la respuesta a las preguntas antes mencionadas evidencia la urgente necesidad de superar la identificación de lo femenino con lo natural,  que como ya menciona Céspedes (2021) desvincula al hombre de su responsabilidad y parte en el cuidado del planeta, sí existe una propuesta portadora de esperanza: el ecofeminismo.

Si bien existen muchas miradas desde las cuales partir para la comprensión del ecofeminismo, retomamos lo expuesto por Geraldina Céspedes en su obra Ecofeminismo. Teología saludable para la tierra y sus habitantes (2021), que nos invita a reflexionar la desconstrucción del género y cuestionar los cuidados (ética del cuidado) desde la teología feminista.

Este ecofeminismo, dice Céspedes, nos permite repensar el mundo y reinterpretar lo humano (2021, p.59) cuestiona la relación jerárquica y la relación entre el deterioro medioambiental con la violencia ejercida hacia la mujer, que Anuna, Kyra, Nemonte, Josefina y Bettina ya han identificado como el principal adversario. Afirma la interdependencia de todos los seres y nos invita a cuestionar/superar las desigualdades entre hombres y mujeres, blancos frente a negros y mestizos sobre indígenas.

La esperanza es lograr que todos tomemos conciencia de la parte de responsabilidad que tenemos ante la actual crisis eco-humana, que aprendamos de la lucha y el ejemplo de las mujeres de coraje, y que estemos atentos al llamado urgente de generar acciones y modificar hábitos para el bien común, y el de la especies animales y vegetales de la creación con las que cohabitamos esta casa común.

Ya lo dice también Francisco (2015), consistente con Nemonte: la tierra es donada, cuidarla no es opcional sino una cuestión de justicia para las generaciones venideras, de ellas es también la tierra que hemos recibido y debemos pensar qué tipo de mundo queremos dejarles.

 


 

[i] En Alvarado (2021).

Referencias:

166 defensoras ambientales fueron asesinadas en América Latina y el Caribe: “La crisis climática no es neutral al género. (2022, marzo 08). CNN Chile.

Alvarado, C. (2021). Josefina Tunki: “Si hay que morir en la defensa del territorio, hemos de morir”

Blasco, L. (2022, diciembre 1). Nemonte Nenquimo: «No esperen que sólo los pueblos indígenas defendamos la Amazonía, es una lucha de todos». BBC News Mundo.

Céspedes, G. (2021). Ecofeminismo. Teología saludable para la tierra y sus habitantes. PPC.

De Wever, A. y Gantois, K. (2019). El Clima somos nosotras. Una carta al mundo. Alianza Editorial. España.

Dannemann, V. (2020). América Latina: defensoras de los derechos humanos, víctimas por partida doble. Deutsche Welle (DW).

Gómez, T. (2021, noviembre 25). México: la defensora binnizá que alertó sobre la “privatización del viento”. Mongabay.

Guerra, R. (2004). Identidad femenina y humanización del mundo [colaboración]. Mujer Nueva.

Iglesia Católica. Papa (2013 – : Francisco)., & Francisco, P. (2015). Laudato SI’: Carta encíclica del Sumo Pontífice Francisco : a los obispos, a los presbíteros y a los diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos sobre el cuidado de la casa común. Lima: Paulinas.

Romo, V. y Alvitres, G. (2021, noviembre 23 )“Triple riesgo: ser mujer, indígena y defensora ambiental en América Latina”. Mongabay