Para el hombre hambriento, no es la forma humana de la comida lo que existe, sino sólo su ser abstracto como comida; podría solamente estar ahí en su forma más cruda, y sería imposible decir si su actividad de alimentarse difiere de aquella de los animales.
KARL MARX
El problema con los universales es un problema moderno, no posmoderno. El peligro de que ellos sobre-acaparen la diversidad de las sociedades se refleja claramente en la cuestión de la jerarquización que estos producen cuando son implementados. En otras palabras: ¿Cuáles serían las repercusiones éticas, políticas, culturales y sociales de afirmar de manera irrevocable la universalidad de lo humano? Martha Nussbaum, una de las mentes más comprometidas en la actualidad con el desarrollo libre e irrestricto de las personas, se ha encontrado varias veces a lo largo de su pensamiento con dicho atolladero.
Pero, ¿por qué es eminentemente moderno este problema? Hay que observar con mucho detalle que, la jerarquización clásica – o en otras palabras, la conformación de una escala – de lo que es bueno y malo para el humano proviene en el pensamiento occidental del utilitarismo, de un tipo específico de él que emana de la Ilustración anglosajona. Muchas páginas se han escrito sobre las desventajas de la inherente jerarquización de los valores a partir de la utilización de uno de ellos como centro (la utilidad, claro está), por lo que es fácil, casi de manera espontánea, equiparar el camino de Nussbaum en lo que se refiere a su concepción de las capacidades con lo que es “útil” o lo que es “eficiente”. Pero su recorrido, a decir verdad, parte del presupuesto de separarse de dicha tendencia utilitarista.
Para salir de ella, Nussbaum retoma dos ideas sobre la vida humana extraídas de Aristóteles: la pluralidad de los placeres y la intencionalidad de las acciones. Ambas se conforman de lo que podríamos llamar una “multiplicidad de variables”, que, en su conjunto, como elementos en correspondencia o coimplicación, componen un vector. Seamos más precisos en este punto: las circunstancias individuales y los logros en la vida pueden ser considerados como funcionamientos que sean combinados dentro de un ‘vector del funcionamiento’. Los vectores potenciales de funcionamiento de una persona entonces constituirían un grupo de capacidades, que podría proveer una base sensitiva al contexto para la comparación de estándares de vida e igualdad interpersonal (Bull, 2007: 11).
Aquí se encuentra entrecruzada la definición de las dos ideas aristotélicas, ya que, para comprender la pluralidad de los placeres que podemos experimentar necesitamos considerar en qué medida podemos escogerlos y, más aún, incorporarlos como parte de los elementos que estructuran nuestro funcionamiento. Ser plenamente conscientes de esto, acoplar su importancia en la práctica diaria de nuestras vidas, conforma claramente lo que ya hemos llamado intencionalidad de la acción. Nuestras acciones, su potencial en sí mismo, se encontraría ahora dirigido a la consecución de un funcionamiento más complejo compuesto por diferentes capas de grupos de capacidades identificables.
Y entonces, ¿en dónde queda la universalidad de lo humano? Y de encontrarse afirmada en este planteamiento, ¿de qué tipo de universalidad se trata? A la primera pregunta podemos responder: queda ubicada precisamente tanto en la pluralidad como en la intencionalidad, es decir, en los vectores del funcionamiento humano. Pero dichos vectores – y con esto respondemos a la segunda pregunta – poseen una peculiar plasticidad, por eso su sensibilidad al contexto. Pero esta plasticidad no es simplemente pasiva y receptiva (como la arcilla de una escultura), o, en su defecto, activa y transformadora (como la metamorfosis de una crisálida); se trata de una plasticidad que posee la capacidad de incorporar ambos elementos y agregarles la explosividad, la capacidad de destrucción que crea nuevas formas de funcionamiento posiblemente más provechosas, en beneficio de tipos de desarrollo cada vez distintos.
Esta es la cualidad de la universalidad humana que no pretende jerarquizar capacidades o valores. Se trata de una universalidad como excepción, que acepta la plasticidad por la plasticidad misma como cualidad inherente de los humanos porque no ve la necesidad de fomentar o promover un valor que le avale o le respalde para su cumplimiento. Esta universalidad como vacuidad no se contrapone en ninguna manera a la libertad: …podemos decir que el compromiso de respetar la elección personal difícilmente es incompatible con sostener valores universales. En efecto, parece que se sostiene explícitamente por lo menos un valor universal, que es el valor que se tiene de tener la oportunidad de pensar y elegir por sí mismo (Nussbaum, 2000: 51). Así entonces, ¿qué es el valor de “tener la oportunidad de pensar y elegir por sí mismo? ¿Qué contenido explícito le podríamos atribuir?
BIBLIOGRAFÍA:
Bull, Malcolm (2007): Vectors of the Biopolitical, en New Left Review, No. 47, Vol. II (Mayo/Junio): 7-25.
Nussbaum, Martha (2000): Women and Human Development: The Capabilities Approach, Cambridge University Press, Nueva York.