Por Cristóbal Barreto.
Una de las heridas sociales que se padece en el país y poco se ocupan de ella más allá de los tiempos de campañas políticas, es el de la movilidad intergeneracional. Esta tiene que ver con el avance, retroceso o igual ubicación de los hijos respecto a los padres de familia. Parte de las discusiones sobre movilidad se ubican sobre el avance o disminución de la pobreza en abstracto, al quererla mostrar, si mejora como un avance y cambio social para las personas que lo logran, olvidando a aquellos que no lo logran y sobre todo dejando de observar lo que pasa con sus descendientes.
El que haya menos pobres en término de los ingresos económicos es buena noticia, pero no se avanza más allá de si esos que salieron de la pobreza lo harán de manera permanente o a la vuelta de un tiempo y/o su generación descendiente alcanzará mejores condiciones que los padres. Al respecto, hay poca discusión en el espacio público, pues el tema forma parte más de la academia y unos pocos centros de estudio dedicados a dicha reflexión. Tres de los centros de estudio que están reflexionando al respecto son, el Centro de Estudios Espinosa Iglesias, el Instituto de Estudios sobre la Desigualdad y OXFAM México. Ambas instituciones ofrecen datos y reflexiones relevantes para comprender uno de los problemas de la injusticia intergeneracional que lastima toda sensibilidad humana.
No es un problema de números y porcentajes, sino de la omisión por reconocer las dificultades que enfrentan personas reales para salir de situaciones y condiciones en que se encuentran por su origen. El tamaño de la herida no es menor, en 2016, 12 de cada 100 jóvenes de padres con educación primaria terminaron el nivel profesional y 15 de cada 100 para 2024. A este dato relevante se agrega otro indicador, en 2016 de la población de 16 a 24 años que aún vivían con sus padres tenía una escolaridad superior a la de ellos de 2.8 años, mientras que para 2024 descendió a 2.2. En otras palabras, el 72% de dichos jóvenes tenían mayor escolaridad que sus padres en 2016 y para 2024 disminuyó a 67% (Vélez Grajales 2025).
Alcanzar mayores años de escolaridad abre la posibilidad para acceder a un mejor empleo e ingreso y seguramente muchas otras condiciones de vida. La mayor movilidad social en México y en cualquier otro país del mundo proviene de los grados de escolaridad que se alcancen. La mejor muestra es el ingreso por trabajo, mientras una persona con nivel licenciatura recibe como ingreso promedio mensual 18,4 mil pesos, uno con primaria de 4.5 mil (ENIGH 2025: 12), que no alcanzan para cubrir el costo de la canasta alimentaria mensual de una persona, que es de 4.7 mil pesos. Esta es la importancia que cobra la educación en un país donde buena parte del nivel salarial está tasado por el requisito de grados educativos.
De cada 100 personas que nacen en un hogar pobre solo el 50% supera esa condición, el resto se queda en ese nivel. Si esa situación fuese lineal y no intervinieran otros factores, podría decirse que los descendientes de ese hogar, uno de cada dos, saldría de la pobreza, mientras que otro se quedaría en ella. De ese 50% que supera el nivel de pobreza, 28% avanza al nivel siguiente en la escala económica, el 14% se ubica en un tercer nivel, el 7% en el cuarto y solo el 2% llega al escalón más alto, que es el cinco (Monroy-Gómez-Franco y Vélez Grajales 2025: 20).
Caso semejante sucede a las personas provenientes de hogares con padres de nivel de estudio de primaria, estos enfrentan alta probabilidad de quedarse en la situación de carencias y dificultades que sus progenitores. Condicionante para salir de la precariedad y encontrar mejores niveles de vida. El 39% de las personas de estos hogares se quedan en el nivel de educación primaria, el 36% alcanza la secundaria, el 16% la preparatoria y solo el 9% la educación superior (Monroy-Gómez-Franco y Vélez Grajales 2025: 20). A el anterior condicionante se suman circunstancias que van desde la residencia en el medio rural o urbano, la región del país en que se viven a la disposición de recursos económicos para la tarea educativa, que complican no heredar bajos niveles de escolaridad, pobreza y hasta menor esperanza de vida al promedio nacional (este último punto lo abordaremos en otra entrega).
A las anteriores circunstancias se enfrentan otras de tipo cultural aún no superadas en México, el género, el color de piel, la pertenencia a un grupo étnico y últimamente al nivel de violencia de la delincuencia organizada en la zona. Este conjunto de circunstancias complican aún más a las personas de hogares pobres a superar la condición de sus padres.
Del estudio de dos generaciones de movilidad social, los datos muestran la injusticia intergeneracional en cuando menos un cuarto de los hogares mexicanos. De los estudiantes provenientes de hogares con padres de nivel de estudio de primaria, el 3% alcanzó el nivel de licenciatura, 12% con secundaria, 22% con media superior y 63% con nivel licenciatura. Una brecha considerable entre estudiantes que provienen de hogares con nivel básico y los de nivel profesional que expresa con claridad la inequidad para acceder a la educación superior.
A estas inequidades para acceder a un tipo de justicia social se suman otras muy marcadas en una sociedad con resabios de usos y costumbres machistas, ser jefa de familia sin pareja y con hijos, ser madre de familia en un hogar con tres o más hijos. Cuando se presentan estos indicadores, por lo general, las mujeres obtienen menos ingresos que los hombres y en consecuencia se ubican en hogares más pobres y en promedio su descendencia inmediata logra menores grados académicos (Jaramillo Molina etc. al, 2025: 26 a 28).
La injusticia intergeneracional es una herida social que arrastra México desde hace años, que a lo largo del tiempo se viene observando su evolución, causales y condicionantes, pero sin que se haga mucho al respecto para evitar que continúe afectando nuevas generaciones.
Referencias
ENIGH, (2025). “Encuesta Nacional de Ingeso y Gasto de los Hogares, Reporte de resultados”. INEGI, 30 de julio, https://n9.cl/w20dt.
Monroy-Gómez-Franco, Luis Ángel y Vélez Grajales, Roberto, (2025). Informe de movilidad social en México 2025: la persistencia de la igualdad de oportunidades. Centro de Estudio Espinosa Yglesias.
Jaramillo Molina, Máximo, Rodríguez Leal Isla, Alma Luisa, Del Río Castro, Emilio, Félix López, Ervin, y Pérez de la Mora, Efrén, (2025). ¿Derechos o privilegios? Una mirada a la ENIGH de 2024 desde las desigualdades, Oxfam-México e INDESIG.
Vélez Grajales, Roberto (2025). “Desigualdad educativa persistente”, El Economista, 10 de agosto, https://n9.cl/udzet.
								
															



