Por Carlos Ramos Rosete [1]
Miguel de Unamuno observó que para comprender la postura del filósofo Immanuel Kant, respecto al tema de Dios, habría que sostener una distinción entre Kant el filósofo y Kant el hombre de carne y hueso; cómo se deja ver en lo siguiente:
“Hay en la filosofía de este hombre Kant, (…) el salto de la Crítica de la razón pura a la Crítica de la razón práctica. Reconstruye en ésta, digan lo que quieran los que no ven al hombre, lo que en aquélla abatió. Después de haber examinado y pulverizado con sus análisis las tradicionales pruebas de la existencia de Dios, del Dios aristotélico, … del primer motor inmóvil, vuelve a reconstruir a Dios, pero al Dios de la conciencia, al Autor del orden moral, al Dios luterano, en fin. Ese salto de Kant está ya en germen en la noción luterana de la fe” (Unamuno, M., 2003; 4-5)
Escudriñando un poco la teología kantiana se puede efectivamente advertir una división y separación entre el Kant crítico que ha descalificado las pruebas filosóficas que intentan demostrar la existencia de Dios y el Kant ético o moral que postula la existencia de Dios para que la moral humana tenga sentido racional práctico.
Kant no es un ateo, sino un agnóstico en el plano filosófico que, a pesar de que el agnosticismo es un paso previo al ateísmo, no se cierra a la certeza de que Dios exista realmente, es decir, aunque el Kant filósofo es un riguroso agnóstico, el Kant de la vida moral cotidiana no es un ateo práctico, o sea, en moral Kant no cae en la postura de vivir como si Dios no existiera.
Su obra intitulada “Lecciones sobre la filosofía de la religión” recoge una serie de notas de clase que el profesor Kant habría dictado a finales del XVIII y que fueron editados por primera vez hacia 1817. Para comenzar es importante recordar que hacia dentro de la filosofía kantiana se critican tres pruebas que intentan demostrar la existencia de Dios: la prueba ontológica que pretende concluir en Dios como ens realissimun o ens summun. La prueba cosmológica que pretende concluir en Dios como ens originarium. Y la prueba fisicoteológica que pretende concluir en Dios como ens entium.
No es el caso aquí reproducir toda la crítica kantiana con relación a las tres anteriores pruebas. Lo importante a comentar es que las pruebas sobre la existencia de Dios que el fundador del idealismo trascendental evalúa son descalificadas ya que, si bien, tales argumentaciones puedan concluir rigurosamente en que Dios existe como ens realissimun, ens originarium y ens entium, pero no en la existencia de Dios. En efecto, la crítica kantiana niega que los predicados ens realissimun, ens originarium y ens entium puedan atribuirse a Dios como un sujeto que existe realmente porque las argumentaciones que llevan a tales predicados no son concluyentes en el plano de la existencia objetiva. Sin embargo, Kant no niega la realidad intra-mental de la idea de Dios como una idea de la razón humana, es decir, el filósofo de Koenigsberg no rechaza la idea de Dios como intrínseca a la razón humana porque las argumentaciones que pretenden demostrar la existencia real de Dios, a pesar de no ser concluyentes, no dejan de manifestar la necesidad humana de admitir la posibilidad de Dios, al menos, intra-mentalmente. Si el ser humano se esfuerza en demostrar la existencia real de Dios es porque idealmente Dios está presente en la razón humana, pero los intentos especulativos para demostrar la existencia de Dios son víctimas de una ilusión trascendental que conlleva al fracaso. De esta manera Kant señala:
“Pues aquí la razón tiene que reconocer su debilidad para elevarse por encima de los límites de toda experiencia posible. Y siempre que pretenda también proseguir ahí su vuelo, sólo se precipitará en torbellinos y tifones que la arrastrarán a un abismo sin fondo donde será engullida por completo. De ahí que todo lo que la razón especulativa pueda enseñarnos acerca de la existencia de Dios consista en mostrarnos cómo una cosa tal tiene que ser necesariamente supuesta por nosotros, pero no en que nos pueda dar una demostración de ella de manera apodícticamente cierta. (Kant, I., 2000; 100)
Si la teología filosófica ha sido descalificada por la crítica kantiana en su intento de demostrar la existencia real de Dios y solamente queda admitir la posibilidad ideal de la existencia de Dios pero, ¿esto da lugar a un ateísmo?
Kant distingue dos tipos de ateos, los ateos dogmáticos y los ateos escépticos. El ateo dogmático no sólo niega la existencia real de Dios, sino también su posibilidad ideal, pues para éste, el concepto de Dios es intrínsecamente contradictorio, en cambio, para Kant, el ateo escéptico:
“sólo impugna las pruebas de la existencia de Dios, en especial su certeza apodíctica, pero no la existencia de Dios, al menos no la posibilidad de la misma. De ahí que un ateo escéptico siempre pueda tener religión, porque confiesa francamente que con mucho es mayor la imposibilidad de probar que no hay Dios que la de probar su existencia. Sólo niega que la razón humana pueda por especulación probar alguna vez la certeza de la existencia de Dios; pero, por otro lado, ve también que igual de cierto es que nunca podrá demostrar que Dios no existe” (Kant, I., 2000; 80)
Kant quedaría ubicado como un ateo escéptico (agnóstico), ya que no niega la posibilidad ideal de la existencia de Dios, dicha posibilidad ideal abre el puente o hilo conductor entre el agnosticismo de la Crítica de la razón pura y la certeza de que Dios existe realmente de la Crítica de la razón práctica, pues en ésta última obra Kant afirmará la existencia real de Dios en razón del dinamismo moral humano. En este sentido Kant señala:
“Un concepto de Dios indeterminado, empero, no me sirve de nada. Por el contrario, el concepto de Dios es un concepto moral y necesario en el sentido práctico; pues la moral contiene las condiciones del comportamiento de los seres racionales, bajo las cuáles únicamente pueden éstos ser dignos de la felicidad. (Kant, I., 2000; 125-126)
Dios, en el pensamiento kantiano, será recuperado en su existencia real desde lo moral como un santo legislador del orden moral, un buen gobernante que premia a quien es digno de felicidad y un juez justo para quien no es digno de felicidad. Para que Dios pueda ser un legislador, gobernante y juez del orden moral es indispensable que sea omnisciente, omnipotente y eterno. De este modo los atributos metafísicos de Dios que habían sido puestos en duda en el plano especulativo, son recuperados como supuestos indispensables para que Dios pueda dar pleno sentido a la moral humana.
La recuperación de la existencia real de Dios en el campo moral será a modo de postulado, se tiene que admitir, a pesar de que todas las pruebas especulativas de la existencia de Dios sean insuficientes, que Dios existe realmente para que el orden moral tenga sentido. Kant dice:
“Por eso, cuando en lo que sigue suscitemos dudas contra aquellas pruebas especulativas y analicemos esta pretendida demostración, no socavaremos por ello la creencia en Dios, sino que dejaremos libre paso para las pruebas prácticas. Tan sólo echaremos abajo las falsas pretensiones de la razón humana de querer demostrar por sí misma, de manera apodícticamente cierta, la existencia de Dios; pero admitiremos por principios morales esa creencia como principio de todas las religiones” (Kant, I., 2000; 80)
Aunque Immanuel Kant es un agnóstico en el plano contemplativo, dicho agnosticismo no lo lleva a un ateísmo práctico, pues en tal plano Kant presenta un teísmo moral cuando él afirma:
“Pues el interés práctico que tenemos en la existencia de un Dios como sabio Gobernante del mundo es el más alto que puede haber, porque, si suprimimos este principio, tenemos que renunciar a un tiempo a toda prudencia y honradez, y de actuar contra nuestra propia razón y nuestra conciencia” (Kant, I., 2000; 133-134)
La cuestión que se presenta es ¿qué características presenta el teísmo moral que plantea Kant? Respondiendo brevemente se puede decir que el teísmo moral kantiano es deudor tanto de la idea ilustrada de la religión, como de la noción de fe del cristianismo protestante.
La idea ilustrada de la religión opuso a la religión revelada eclesiástica una Religión natural, la cual plantearía la relación Hombre-Dios desde una perspectiva exclusivamente racional, y ya no desde una fe con base en una autoridad eclesiástica que habla en nombre de Dios. La Religión natural plantearía que la relación Hombre-Dios estaría fundada en los deberes morales que tiene el ser humano, es decir, el acto religioso estaría constituido exclusivamente por el conjunto de deberes morales que todo hombre está obligado a cumplir para ser un hombre virtuoso y honesto, de este modo, tal Religión natural dejaría de lado, o más bien excluiría a cualquier dogmática religiosa –verdades de fe- y los rituales del culto religioso eclesiástico –sacramentos-. Bajo el enfoque de la Religión natural Jesucristo no sería ni Hijo de Dios, ni verdadero hombre ni verdadero Dios, sino solamente Jesús de Nazaret quien es modelo de moralidad. Por su parte el cristianismo protestante albergó dentro de sí la dualidad entre razón y fe, en donde la fe religiosa no tendría nada que ver con la razón, una fe cristiana sin fundamento racional que sería aceptada por un acto voluntario a modo de confianza ciega.
El teísmo moral kantiano aceptado por fe en la praxis moral para que ésta tenga sentido lleva a un tipo de vivencia religiosa fuera de cualquier organización eclesiástica, todo lo cual lo podríamos resumir en la siguiente frase que a veces se escucha: “para qué voy a misa, para qué comulgo y me confieso, si me porto bien y creo en Dios”
[1] Maestro en filosofía por la Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA). Docente del Departamento de formación humanista de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).
Bibliografía:
- Miguel de Unamuno, “Del sentimiento trágico de la vida”, Porrúa. México 2000
- Immanuel Kant, “Lecciones sobre filosofía de la religión”, Akal Ediciones (Akal clásicos del pensamiento 7) Madrid. 2000. Edición de Alejandro del Río y Enrique Romerales