Sobre el neo-maurrasianismo

Sobre el neo-maurrasianismo por José Miguel Ángeles de León.

 

Charles Maurras, aunque hoy olvidado, fue uno de los pensadores políticos más influyentes de la primera mitad del siglo XX. Hoy, aunque con menor presencia, Maurras y el maurrasianismo se mantienen discretos en los de trasfondos de algunos movimientos ideológicos, sobre todo ubicados en el compás político en la ultraderecha. Por ejemplo, Steve Bannon, quien fue uno de los principales asesores políticos de Donald Trump, ha reconocido tal influencia (El País, 2018). Charles Maurras fue el principal referente e ideólogo de la Action Française, aunque no fue su fundador. La Action Française fue fundada por Henri Vaugeois y Maurice Pujo en 1899.

Maurice Pujo, antes de la Action Française, fue un filósofo “espiritualista”, que publicó con la editorial Alcan, en 1894, la obra El idealismo integral: el reino de la gracia, donde manifiesta una controvertida propuesta moral y política, donde ya se vislumbra un trasfondo nacionalista y antisemita, que pretende ser cercana a algunas de las posturas éticas de Nietzsche y del romanticismo (sobre todo de Novalis y Schlegel). En El reino de la gracia, Pujo pretende reconciliar las citadas posturas filosóficas con el cristianismo, por más problemático que esto parezca (Arréat, 652). La actividad pública de Pujo cobró mayor intensidad cuando reaccionó contra los intelectuales que en la prensa defendían a Alfred Dreyfus en la célebre polémica, lo que también fue el motivo de su renuncia a la Unión para la acción moral, donde militaba, que fundada por Paul Desjardins en 1893, y que tras la polémica tomó una postura “dreyfusard”. Por su parte, Henri Vaugeois comenzó su actividad política siendo un profesor de centroizquierda de tendencia republicana, que simpatizaba con las filosofías de Kant, Spinoza y el utopismo (Laureant, 2015). Posteriormente, tras su encuentro con Maurras y un desencanto con el republicanismo ocasionado por su paulatina lejanía al nacionalismo francés, en el cuál creía firmemente Vaugeois, cambió su militancia al “nacionalismo integral”, de corte monárquico, anti-elecciones y anti-parlamentario (mas no, en su perspectiva, “antidemocrático”; porque defendían la soberanía y la “voluntad” del pueblo francés, expresada en la corona). Pujo y Vaugeois después, en 1908,  una vez consolidada la Action Française, y bajo la influencia de Maurras, fundaron a los Camelots du roi (“Los militantes del rey”), que fueron el grupo de choque paramilitar y violento ligado a la Action Française, que principalmente estuvo formada por jóvenes estudiantes que, al inicio, los domingos vendían por las calles de París el periódico “Action Française” (homónimo del movimiento que la editaba y de una revista a la que sustituyó, cuyos editores eran Pujo y Vaugeois) como reacción “contra el comunismo” (Cohen, 1988). El militante más célebre de los Camelots du roi fue Georges Bernanos, quien años después renegaría de ellos (Winock: 1973). Los Camelots du roi se consideraban como anti-republicanos, anti-elecciones y buscaban instaurar una monarquía “tradicional, hereditaria, antiparlamentaria y descentralizada”, bajo la inspiración del “auténtico nacionalismo francés” (el “nacionalismo integral” de Maurras), que superaba al republicanismo que identificaban como “masón, protestante y judío”, y, por lo tanto, anti-francés. El “nacionalismo integral” de Charles Maurras no sólo era una ideología, sino también un programa político con acciones concretas.  Al “nacionalismo integral”, por referencia a su autor, históricamente se le ha llamado “maurrasianismo”.

Charles Maurras estudió Historia en la Facultad de Letras de París, donde entró en contacto tanto con el positivismo comptiano (en el cuál se formó y militó) como con el “modernismo cristiano” de Lammenais y Montalembert, cuya combinación teórica se materializaba en la revista La Reforme Sociale, dirigida por el sociólogo Frédéric Le Play. La Reforme Sociale proponía un “cristianismo positivo”, que pretendía la secularización del “misterio religioso”, a partir de una “comprensión científica” (material) del mismo. Maurras escribió en esta publicación y se mantuvo cercano a su esfera editorial e ideológica. Posteriormente, Maurras se vio influenciado por el determinismo kantiano y el pesimismo de Schopenhauer, aunque nunca abandonó sus ideales nacionalistas, positivistas y sus afanes secularizadores del cristianismo (Weber, 1985). Por tales militancias, el padre del “nacionalismo integral” se consideró agnóstico hasta poco ante de morir. Maurras, tal como Compte, recuperaba y suscribía la admiración por la Iglesia Católica (sobre todo por su organización), aunque no profesara su fe. Maurras y Compte, pero también Le Play, creían que recuperar la “estructura” de la Iglesia Católica era necesaria para el paso de Francia del estadio religioso al estadio filosófico. Este también era uno de los ideales positivos de La Reforme Sociale. Estos pensadores, dirigidos por Le Play, inspirados por Compte, Lammenais y Montalembert, defendían un “catolicismo social”, una cristiandad sin cristianismo; por lo tanto, un pueblo organizado en torno principios fosilizados de la tradición, que no se actualizan caminando en la Historia, esta cristiandad política sin cristianismo implicaría un pueblo sin Evangelio (sin novedad) y, por lo tanto, sin Iglesia; bajo este programa político se sustituiría la comunión espiritual por la homogeneidad política.

Bajo estos principios “sociológicos”, Maurras postuló un “nacionalismo positivo” que consideraba que, a partir de las ciencias sociales empíricas (la sociología), había descubierto “la raíz” de lo auténticamente francés, en oposición al republicanismo (la “Anti-Francia”). Esta raíz cultural para Maurras eran el catolicismo y la monarquía. Por esta razón, si se quería restaurar lo genuinamente francés era preciso volver a tales principios, para lograr así “auténtico orden positivo”. Maurras no pretendía una Francia cristiana salva, añoraba una “Francia cristiana” que, por sus propios valores “fundacionales”, una vez secularizados, llegara al verdadero progreso, según su “esencia nacional”, que implicaba una unidad política según ciertos “valores eternos”. Para Maurras el problema del republicanismo francés era que no encarnaba las esencias del pueblo galo, sino que estaba constituido por ideales “protestantes, judíos y masones”, por lo tanto, ajenos a lo auténticamente francés, y por tal razón no podría progresar (Giocanti, 2006). Este era el trasfondo de su “nacionalismo integral”, que principalmente se identificaba como soberanista y conservador de un “orden popular”, fundando a partir de la instrumentalización ideológica de la tradición espiritual y de la fe viva de un pueblo. En 1926, La Action Française y algunas de las obras Maurras fueron agregadas por Pío XI al Index Librorum Prohibitorum, aunque el 10 de julio de 1939 Pío XII le levantó la condena al diario, al ser elegido Maurras miembro de la Academia Francesa; aunque la sanción a las obras no fue levantada (Mabblavet, 2019).

La Action Française nunca fue un movimiento católico, fue un movimiento nacionalista que pretendía recuperar la fe profunda y milenaria del pueblo francés para instrumentalizarla para un fin político, so pretexto de la tradición, aunque irónicamente, tales ideas eran modernas y secularizadoras, e inspiradas por el sociologismo de Comte. Durante las ideológicamente convulsas primeras décadas del siglo XX, la Action Française fue central en la vida política de Francia, sobre todo, por sus afanes soberanistas y su “germanofobia”, tras los abusos de la Primera Guerra Mundial. Por esta razón, gran parte de los militantes de la Action Française eran católicos de las bases populares que estaban inconformes con los valores y con la realidad política auspiciada por el republicanismo francés (el oficialismo), que identificaban con el estatus quo y como la causa del mal su tiempo.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la militancia de la Action Française se dividió, algunos de sus militantes colaboraron con los nazis y fueron defensores del régimen de Vichy (como el propio Maurras, aunque después se alejó), donde hallaron una alternativa al republicanismo “judío, protestante y masón” (la “Anti-Francia”), a este movimiento se le llamó “Revolución Nacional” y fue el ideario político del mariscal Petain (trabajo, familia, patria), de gran influjo maurrasiano. Otros militantes de la Action Française colaboraron con los aliados y fueron cercanos al pensamiento de Charles de Gaulle, quien también recibió influencia de Maurras; algunos otros se unieron a la Resistencia Francesa, aunque con recelo de los ingleses, estadounidenses y de los comunistas, a quienes también, al igual que a los alemanes, consideraban enemigos del pueblo francés (Epstein, 2008). En los albores de la Segunda Guerra Mundial, tras el Tratado Germano-Soviético de Amistad, Cooperación y Demarcación (1939), Maurras le pidió a Francisco Franco (a quien felicitó por su triunfo en la Guerra Civil) que convenciera a Mussolini de romper su alianza con el régimen Nazi, para formar un frente común de los pueblos latinos del sur de Europa (Francia, España e Italia) contra el socialismo del norte, que identificaba con el nazismo y el comunismo soviético (Maurras: 1939). Tanto de Gaulle como Petain, hasta cierto punto, se vieron influenciados por el nacionalismo maurrasiano. De hecho, en 1924, de Gaulle le dedicó a Maurras su obra La Discorde chez l’ennemi, aunque tras la Segunda Guerra se distanció de sus posturas (d’Ormesson, 1963). En 1944 Maurras fue arrestado y condenado a muerte debido a su presunta colaboración con los nazis, aunque posteriormente su condena capital le fue permutada por cadena perpetua, aunque fue expulsado de la Academia Francesa y se le suspendieron sus libertades civiles. Maurras murió en 1952, presuntamente converso al catolicismo (Giocanti: 2006). Tras su arresto, Maurras declaró “¡Es la venganza de Dreyfus!”.

Sin embargo, lo que verdaderamente nos interesa del maurrasianismo va más allá de la Action Française y del “nacionalismo integral” de Maurras. Por “neo-maurrasianismo” entendemos una postura política que, so pretexto de la defensa de un ideal político (en el caso de la Action Française cierto nacionalismo), pretende que se conserven elementos que se consideran “constitutivos del pueblo”, para instrumentalizarlos. Por ejemplo, cuando se opina que el catolicismo y sus valores morales son un elemento formal de una sociedad, aunque esto sea en un nivel netamente cultural y políticamente identitario, y no implique un compromiso espiritual o una acción coherente con la fe profesada, que incluya, por decir un caso, la acción política que tiene por motivación las necesidades de los más vulnerables (el sentido de la Doctrina Social de la Iglesia). Sin embargo, desde los paradigmas maurrasianos, la defensa de estos valores es selectiva según el ideal político al que se instrumentalicen; por ejemplo, cuando se suscriben causas ortodoxas como la defensa de la vida (el no al aborto o el rechazo a la eutanasia) en pro de un objetivo político, pero a la par se defiende la pena de muerte, la portación libre de armas y se criminaliza la migración, aunque estas posturas ideológicas atenten contra la moral católica y desconozcan su Magisterio. El maurrasiano suele desconocer e ignorar la ortodoxia, pues no la suscribe. Esto también implica, a nivel popular, una identificación entre catolicidad y reaccionarismo. Inclusive, entre los propios militantes del maurrasianismo, lo identitario del reaccionario es ser católico, y lo identitario del católico es ser reaccionario; posturas que identifican con el “conservadurismo». Aquellos que no cumplan con tal identidad ideológica son acusados de “tibios”, “progresistas” o de cualquier adjetivo que consideren contrarios a sus ideales, que diluyen la espiritualidad en la política. Pareciera que a estos militantes maurrasianos, muchas veces de manera inconsciente, les interesa más la conservación del estatus quo que la conservación de la verdad. Esta militancia muchas veces identifica la defensa de la verdad (la conservación de la tradición cristiana) con la defensa de determinados valores que cimientan estructuras sociales, que suelen ser el fundamento de privilegios, por cierto, anticristianos. Por esta razón es que es frecuente que los maurrasianismos sean fomentados y financiados por elitismos burgueses que utilizan al pueblo inconforme, que no distingue entre la defensa o conservación de la verdad, y la defensa o conservación del estatus quo. Lo más peligroso de los neomaurrasianismos, una vez en el poder, es que pueden pretender tener a la Iglesia (y sus bienes visibles) al servicio de sus ideales políticos, obligando a la omisión y a la traición de su propia fe. Dice Mons. Javier Martínez, arzobispo de Granada, y traductor de Péguy y Bernanos, a propósito (2019):

La verdad es que esos falsos retornos a la tradición, o más bien, a formas o residuos fosilizados y parciales de la tradición cristiana, no pueden sino reproducir en el momento presente, saltándose el Concilio y el magisterio pontificio posterior, unas posiciones más o menos análogas a las de L’Action française de Charles Maurras, es decir, no pueden desembocar sino en unos intentos de reconstruir una cultura cristiana (y de aprovecharse de sus bienes evidentes), sin Iglesia y sin cristianos, o con unos cristianos degenerados. Esos intentos, se quiera o no se quiera, no son más que otra forma de modernismo, y no pueden sino acabar también en un totalitarismo de corte fascista, como le pasó a L’Action française, un totalitarismo que sería mucho más peligroso que los totalitarismos abiertamente enemigos de la Iglesia, porque favorecería el más terrible de los engaños: creer que ese totalitarismo es cristiano.

El maurrasianismo suele encontrar su caldo de cultivo en momentos convulsos (muchas veces cambios de época) donde el régimen oficial en el poder ataca y censura valores que se consideran constitutivos de la sociedad (que como hemos dicho, no siempre se defienden por su verdad, sino por la estructura de privilegio que suelen sostener). Y todo aquello que se pueda considerar “contracultural”, aunque entre sí sea contradictorio, se convierte en la identidad política del inconforme, que reacciona, sobre todo, ante “lo nuevo”, que identifica con el mal; sin tomar en cuenta que “lo nuevo” también puede estar lleno de verdad. Lo peligroso acontece cuando estos maurrasianismos evolucionan en agendas políticas electoreras, que utilizan la confusión, el miedo y la inconformidad de los pueblos para ganar adeptos y militantes, aunque sus acciones y supuestos valores que legitiman sus “luchas populares”, se encuentren completamente huecos. Y, además, deslegitimen a la democracia y a las instituciones por vía electoral (trepan al poder parlamentariamente, aunque sean anti-parlamentarios). Hoy, debido al poder de las redes sociales, estas posturas antidemocráticas, que se consideran legítimamente representantes de la voluntad popular, suelen agudizarse por su virulencia y suelen ser potenciadas por medios de comunicación autorreferenciales que comúnmente se asumen como la expresión soberana de la inconformidad popular, lo cual es terriblemente peligroso en un tiempo donde la posverdad es lícita y cotidiana. Toda inconformidad implica un discernimiento sobre la realidad, y, sobre todo, la formación de un criterio que sepa distinguir verdades.

 


 

Referencias:

Arréat, L. (1895). Revue Philosophique De La France Et De L’Étranger, 39, 652-655. Revisado el 3 de junio de 2021, en http://www.jstor.org/stable/41079600

Cohen, P. (1988). Heroes and Dilettantes: The Action Française, Le Sillon, and the Generation of 1905-14. French Historical Studies, 15(4), 673. doi:10.2307/286551

d’Ormesson, W. (1963). Auprès de Lyautey, 224.

Epstein, S. (2008). Le paradoxe français: antiracistes dans la collaboration, antisémites dans la résistance, Albin Michel, Bibliothèque Histoire, 624.

Giocanti, S. (2006). Charles Maurras : le chaos et l’ordre, Paris, Flammarion.

Laureant, J. (2015). Naissance de l’Action française: Maurice Barrès, Charles Maurras et l’extrême droite nationaliste au tournant du xxe siècle, Paris, Grasset.

Mabblavet. (2019) «Décret de condamnation de l’Action Française, par saint Pie X et Pie XI » [archive], sur Vive le Roy, 23 mars 2019 (consultado el 3 de junio de  2021), https://viveleroy.net/decret-de-condamnation-de-laction-francaise-par-saint-pie-x-et-pie-xi/

Martínez, J. (2019). Introducción a Escritos en torno a la Guerra Civil Española de Georges Bernanos, Granada, Editorial Nuevo Inicio.

Maurras, C. (1939). L’Action française, 30 de enero de 1930.

Weber, E. (1985). L’Action française, París, Fayard.

Winock, M. (1973). “Bernanos ou l’anti-Maurras”. Esprit (1940-), (425 (6)), 1364-1375. Retrieved June 3, 2021, from http://www.jstor.org/stable/24262305