Un límite no es aquello en que algo se detiene sino, como reconocieron los griegos, el límite es aquello en que algo comienza su presentarse.
MARTIN HEIDEGGER
El fenómeno más evidente de los últimos tiempos – constatado por todos – es el sufrimiento de cambios socioculturales que se caracterizan por tener una velocidad muy rápida que provoca enfrentamientos o choques con las formas en las que estamos acostumbrados a organizar nuestras vidas. En este contexto, definir a la familia (entre muchas otras cosas) se ha ido volviendo una tarea cada vez mucho más difícil.
Tradicionalmente, realizar esta operación consistía en delimitar fronteras que volvieran posible identificar a aquellas personas que podían ser incluidas como parte del conjunto “familia”, a diferencia de aquellas que tenían que ser excluidas. Esta acción provocaba como efecto dos cosas: 1) la activa y constante inclusión de personas con características específicas formuladas a priori; y 2) la también activa y constante exclusión de otro tipo de personas que, sin importar sus características particulares, eran de facto excluidas por no poseer las cualidades necesarias para su inclusión.
Es entonces que esta operación de “delimitación de límites” tiende a volverse nuestro punto de atención. Como dice Rodrigo Guerra: …la opertatividad de la familia parece radicar en funciones básicas que despliegan principalmente de manera diacrónica y que permiten a las personas concretas no sólo nacer sino coexistir funcionalmente en lo social (Guerra, 2003:66). En dicha operación, el resultado o producto es la clasificación de distintos conjuntos que determinan las posibles formas de la familia, por ejemplo: monoparental, extendida, ampliada, del mismo sexo, etcétera. El mayor problema con este enfoque, como resultado, es que se tiende a estereotipar las diferencias en el funcionamiento familiar dentro de las formas familiares mismas, es decir, las diferencias en el funcionamiento familiar dentro de una misma forma. Lo que tenemos así es una especie de sustancialismo que atribuye funcionamientos inmanentes a cada forma, arriesgando generalizaciones demasiado abstractas.
La propuesta más novedosa entonces corre del lado de observar qué sucede precisamente con esta formulación de límites “prefamiliares”, por decirles de alguna manera. ¿A quiénes se excluye, necesariamente, cuando determinamos los límites de una cosa (o de una forma)? ¿Cómo podríamos evitar esta común operación? En respuesta, algunos autores han formulado la “definición casera de la familia” (Weston, Qu, & Hayes, 2012), ya que toma como unidad de análisis el hogar. Ésta se presenta como la manera más precisa de evitar dichas generalizaciones a partir de conocer directamente la dinámica del funcionamiento familiar dentro de la propia familia. Los elementos cohesionadores y propulsores de los que hemos hablado, tienen como base fundamental el amor, que es el puente comunicador entre las personas para su desenvolvimiento dinámico dentro de la forma familiar cara a la sociedad.
En una realidad en donde las estructuras se modifican a partir de sus límites que se han vuelto dúctiles, es necesario entender las transformaciones de forma y de funcionamiento en la familia a partir de una perspectiva radicalmente más inclusiva, que incorpore elementos como los cambios tecnológicos o las perspectivas “minoritarias” con respecto a la familia (pensando en los indígenas, por citar uno de muchos ejemplos) sin dejar de lado la dignidad de la persona. Y esto es imperativo, ya que aún no se sabe por qué no se investiga, ni en medida ni en forma ni en funcionamiento.
Bibliografía
Weston, R., Qu, L., & Hayes, A. (2012). From Form to Function: Contemporary choices, changes and challenges. En P. Noller, & G. Karantzas, The Wiley-Blackwell Handbook of Couples and Family Relationships (págs. 11-24). Nueva Jersey: Blackwell Publishing.
Guerra López, Rodrigo. (2003). Afirmar a la persona por sí misma: La dignidad como fundamento de los derechos de la persona. México, D.F.: Comisión Nacional de Derechos Humanos.