Por Paty Mancilla|
El desarrollo del conocimiento médico a través de ensayos y cálculos forman parte de la historia de la medicina desde sus orígenes, aunque no siempre se tuvo clara conciencia de la dignidad humana, y se llegó a experimentar con seres humanos, considerándolos como conejillos de indias; ejemplo de ello fueron niños, huérfanos, mujeres, individuos de raza negra, pacientes con enfermedades mentales, prisioneros condenados a muerte, prisioneros de guerra, entre muchas otras personas en situación de vulnerabilidad.
La historia de la bioética siempre ha acompañado a las personas en situación de vulnerabilidad; se ha buscado su protección a través de pautas, principios, códigos o reglamentos, y el cuidado que se debe de tener cuando se encuentran en una situación de riesgo, especialmente en el ámbito médico-clínico o de investigación. Uno de los criterios importantes de nuestra disciplina es tener presente que cuando se interviene en el cuerpo de una persona, no es el cuerpo al que se atiende, sino a la persona poseedora de ese cuerpo; y entender que el otro es un fin en sí mismo es un deber moral.
El estudio de las intervenciones del hombre sobre los procesos de la vida, esto es Bioética, o al menos así la concibió uno de los iniciadores de esta disciplina contemporánea; “Fritz Jhar quien fue el primero en acuñar el término en 1927 la definió como un análisis de las relaciones éticas de los seres humanos con los animales y las plantas” (Sass, 2011: 20).
Es más conocido el aporte que hace Van Rensselaer Potter a la bioética, quien la proyecta como una “disciplina que combina el conocimiento biológico con el conocimiento de los sistemas de los valores humanos […] elegí bio para representar al conocimiento biológico, la ciencia de los sistemas vivientes; y elegí ética para representar el conocimiento de los sistemas de los valores humanos” (Gracia, 2009: 30).
Nos viene bien recordar este principio Kantiano: “El hombre es fin tanto para sí mismo como para los demás, y no basta con que no esté autorizado a usarse a sí mismo como medio ni a usar a los demás” (Kant, 1993: 249); o como lo retomó Fritz Jahr: “respetar por principio a cada ser viviente como un fin en sí mismo y tratarlo, de ser posible, como a un igual” (Sass, 2011:20).
Por lo tanto, la bioética comienza a desarrollarse en el campo de la ética médica, porque algunos de los avances científicos biomédicos y biotecnológicos, como las técnicas de reproducción humana asistida, la manipulación y edición genética, la privacidad y las patentes de los genes, las técnicas de transferencia mitocondrial, la amniocentesis, los vientres subrogados, por mencionar algunos, ofrecen nuevas posibilidades en los diagnósticos y tratamientos; también presentan nuevos dilemas bioéticos para el personal relacionado con la salud.
La desavenencia quizá sea que algunos de los avances tecnológicos ponen a los médicos ya no frente a problemas éticos, sino frente a dilemas bioéticos. La diferencia subyace, en que un problema ético es un acontecimiento que expone una situación posible, ante una situación determinada que presenta un conflicto moral y “un dilema plantea dos opciones que llevan a una conclusión no deseada” (Gómez, 2005: 61).
Ante estos nuevos dilemas bioéticos, se necesita de una interdisciplina que presente las bases filosóficas, antropológicas, legales, biológicas, políticas, sociológicas, psicológicas, entre otras, que retomen los fundamentos éticos como la dignidad humana.
Así es como se desarrolla la bioética en el ámbito médico, más como una disciplina dinámica y emergente que preventiva, y es que ahora el personal relacionado con la salud se ve en la necesidad de tomar decisiones inmediatas que desde su perspectiva favorecen al paciente y, por el contrario, terminan contraponiéndose con los deseos o valores de los mismos pacientes o los familiares; o, por otro lado, cuando los médicos ofrecen promesas terapéuticas que terminan en el ensañamiento y la mala praxis.
La bioética enfrenta el reto de volver a plantear definiciones tales como el valor de la vida humana, por lo que es necesario afirmar a las personas por sí mismas y reconocerles como seres dignos y auténticos poseedores de una vida física, con valores y principios que se ejercen día con día como la libertad, la responsabilidad y la justicia.
La bioética además de promover el cuidado de las personas y su entorno con el medio ambiente, hace frente a la desesperanza y al temor ocasionados por el cambio climático y la extinción de las especies; analiza también los cambios sociales ocasionados por la sobrepoblación y la migración, y coloca la mirada en la planificación extrema de la vida a través de la eugenesia, la incertidumbre tecnológica que se genera con la creación de inteligencias artificiales, como los robots o cyborgs, que en cualquier momento podrán aprender por sí mismos y tendrán la capacidad de tomar decisiones quizá contrarias a la voluntad de su creador.
Los alcances de la bioética también van a confrontar al poder económico, desde el principio de la justicia social y no sólo distributiva, en cuanto al uso óptimo de los recursos que se recaudan a través de los impuestos, cuyo fin deseable es alcanzar el mayor bien posible para la mayoría de los habitantes a través de la auténtica búsqueda del bien común.
Los bioeticistas tienen un campo de acción muy amplio: desde la participación en comités de bioética hasta el diseño de políticas institucionales o políticas públicas en beneficio de las personas y su entorno.
Referencias
- Gracia, D. (2009) Fundamentación y enseñanza de la bioética. Colombia: El Buho.
- Gómez, J. E. (2005) Lógica ilógica. Ejercicios prácticos para razonar. México: Selector.
- Kant, I. (1993) Metafisica de las costumbres, trad. y notas Adela Cortina, estudio preliminar Adela Cortina.España: Altaya.
- Sass, H. M. (2011) El pensamiento bioético de Fritz Jahr 1927-1944. Aesthethika 6, 20-33.