Mujer que saborea el trigo en el amargo campo,
la que busca esquirlas y quiebros
para huir del campesino ebrio,
La que se arruga en casitas de piedra
Y del ichu intenso que le regaló el tiempo.
Campesina de escarchas regaladas por estrellas
Y la que en la noche de los golpes,
Del alcohol y las piedras
Te trataron como si fuese fiera.
Mujer campesina de la tierra ajena,
Trémula y muda, con brazos de pajonales retorcidos,
Con la cruz a cuestas y las penas dormidas.
(Fragmento poema “Mujer campesina” de Manuel Coronel Marino)
Por Alin Castellanos Rivero|
Desde hace doce años se celebra hoy 15 de octubre el día internacional de las mujeres rurales, con la finalidad de reconocer “la función y contribución decisivas de la mujer rural, incluida la mujer indígena, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural” ( ONU,2018). Pero también cumple la función de visibilizar las necesidades de las mujeres que se encuentran en localidades rurales; mujeres sabias que conocen la tierra y que la usan para alimentar a sus familias, mujeres fuertes que con sus manos remueven la tierra y la preparan para la siembra, mujeres luchadoras porque no les quedaba de otra, que de sol a sol trabajan agotadas y sobre todo mujeres olvidadas.
En México el Censo de Población y Vivienda de 2010, indica que había 196,350 localidades rurales menores de 2,500 habitantes, con un total de 26 millones de personas. Es decir que la población rural es el 23.2 % de la población total del país.De esta población 13.4 millones son mujeres y 12.9 millones son hombres.
Por ello el reconocer el papel de las mujeres rurales es fundamental para el desarrollo y sobre todo para el desarrollo sostenible. Sin embargo, con información de la Organización de las Naciones Unidas, se nos dice que:
“Las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43 por ciento de la mano de obra agrícola. Labran la tierra y plantan las semillas que alimentan naciones enteras. Además, garantizan la seguridad alimentaria de sus poblaciones y ayudan a preparar a sus comunidades frente al cambio climático…las campesinas sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como sus homólogos masculinos, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor. Tampoco disfrutan de un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria, ni a infraestructuras, como el agua y saneamiento” (ONU,2018).
El Instituto Nacional de las Mujeres (2016), señaló que las mujeres rurales representaban el 29 % de la fuerza laboral y que el 50 % de la producción de alimentos es gracias a su trabajo. De ellas el 37.1 % cumple jornadas semanales de entre 40 y 48 horas; 12.2 % labora más de 48 horas semanales y 40 % de ellas no tienen ingresos propios. Es decir que alrededor de 13 millones de mujeres no tiene ingreso por sus actividades laborales. El 2.1 % de las niñas rurales entre 5 a 12 años y el 12.3 % en la población femenina rural entre 13 a 15 años no tiene acceso a la educación.
Las barreras estructurales limitan la participación de las mujeres en la toma de decisiones en sus comunidades y en sus familias tanto social como políticamente. Sus labores son minimizadas a tal grado de que no son tomadas en cuenta; de ahí la poca información que se tiene sobre datos desagregados en los distintos censos; la edad, el sexo, jefatura y nivel escolar son los datos duros hasta ahora disponibles. Sabemos entonces que las mujeres rurales tienen un nivel económico y escolar inferior al de los hombres y en comparación con las mujeres que habitan en zonas urbanas se encuentran en peores condiciones. Las mujeres rurales trabajan la tierra pero no son dueñas de ella; el informe Mujeres Rurales nos dice que:
“Según las estimaciones del RAN, solo 21 % son mujeres ejidatarias en contraste con un 79 % de hombres. En lo que respecta a comuneros, el 25 % son mujeres mientras que un 75 % son hombres. En el caso de los posesionarios, solo un 27 % son mujeres, mientras que el 73 % son hombres; en algunas comunidades de México este derecho lo adquieren las mujeres cuando enviudan. Por último, el 29 % corresponde a mujeres avecindadas y los varones representan el 71 %” (Internatinal LAND Coalition, 2017, p. 5).
La realidad del nulo acceso a la propiedad evidencia, varios tipos de violencia contra al mujer rural como lo es la violencia simbólica, económica y patrimonial. Sin contar las demás violencias que viven como lo es la discriminación. Las desigualdades de género limitan el acceso de las mujeres a sus derechos humanos. A nivel internacional, la ONU (2018) refiere que en cuanto a derechos sobre la tierra menos el 13% de las mujeres poseen tierras agrícolas, lo que provoca menos seguridad, e ingresos menores, menor poder de decisión en sus hogares y sus comunidades, situación que a su vez las perjudica en la obtención de créditos. Las mujeres rurales cuentan con un 38% menos de posibilidad de dar a luz atendidas por un profesional de la salud lo que provoca la probabilidad de complicaciones que ponen en peligro su vida. En cuanto al matrimonio infantil una niña rural tiene el doble de posibilidad de casarse en comparación a las niñas en zonas urbanas, esto en países africanos, latinoamericanos y caribeños. Más de la mitad de todas las mujeres rurales pobres no tienen las competencias de alfabetización necesarias básicas, lo que impide la toma de decisiones y el obtener trabajo, lo que provoca no tener ingresos y a su vez mayores efectos en salud, bienestar individual y social.
La visibilización y concientización del papel de la mujeres rurales en los últimos años ha tomado más fuerza, puesto que su papel es fundamental para combatir el cambio climático, la mujer rural ha sido estereotipada con esta visión de ser las guardianas de la tierra y del agua. Las mujeres que viven en entornos rurales corren el riesgo de ser afectadas por los desastres naturales y por las amenazas del despojo de los recursos naturales. El “ser las protectoras y gestoras de la tierra” es una labor peligrosa para las mujeres protectoras y activistas del cuidado del medio ambiente; un ejemplo del peligro es el caso del homicidio de la hondureña y líder comunitaria indígena Lenca Berta Cáceres, que dedicó gran parte de su vida a la protección de los derechos humanos y medioambientales y fue oposición al proyecto hidroeléctrico de Agua Zarca.
Como comentaba anteriormente la ONU, destaca la importancia de las mujeres y niñas en el medio rural como creadoras de resilencia climática y por su labor en el cuidado y manejo de la tierra, así como la seguridad alimentaria, cualidades que otorgan, con el conocimiento originario que aun mantienen, la manera en cómo procesan los alimentos, el almacenamiento y la captación del agua. Pero lo más destacable es sobre todo que son agentes de desarrollo económico de sus comunidades y regiones y de su producción de prácticas de cuidado del entorno medioambiental.
Fuentes:
- Según las estimaciones del RAN, solo
- Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) (2016). Informe de la Mesa Interinstitucional de Mujeres Rurales, Indígenas y Campesinas 2016.
- Internatinal LAND Coalition. (2017). Informe Mujeres Rurales. Recuperado de: https://www.cinep.org.co/publicaciones/PDFS/20171009.informe_mujeresrurales_mex.pdf
- INMUJERES. (2016). Mujeres rurales. Recuperado en: https://www.gob.mx/inmujeres/articulos/mujeres-rurales?idiom=es
- ONU. (2018). Día intenacional de las muejres rurales. Recuperado de: https://www.un.org/es/events/ruralwomenday/index.shtml
- ONU. (2018). Conozca los datos: Mujeres y niñas rurales. Recuperado en: https://www.unwomen.org/es/digital-library/multimedia/2018/2/infographic-rural-women