Entre puentes y muros

 

 

Por Giampiero Aquila|

 

Es un tiempo de emergencias en su doble sentido: emergencia porque son urgentes las circunstancias y emergencia porque emergen señales que nos deben hacer levantar la mirada y alertar el oído como signos de los tiempos.

Lo sucedido en Culiacán es un hecho que muestra la complejidad “líquida” de nuestra sociedad (en el sentido de la falta de referencias y certezas que muestra) y la incapacidad para hacer frente a esta urgencia de parte del estado, circunstancias que no son sino los síntomas de un problema que es enormemente más grave y profundo, y es parte de una crisis global, frente a la cual el Papa no nos deja de alertar llamándola “guerra mundial por pedazos”.

De esta guerra global, la que se le hace a la delincuencia organizada es la parte que nos toca, junto con la guerra a los migrantes que huyen de otras guerras y conflictos en América Latina; Venezuela, Ecuador, Chile, Bolivia tienen las plazas encendidas mientras otros países del Cono Sur y Centroamérica tienen sus conflictos con la delincuencia organizada también.

¿En el mundo? Los declarados formalmente (sic), Siria (Kurdistán), República Centroafricana, Sudán del Sur, Camerún, Yemen, guerra comercial EU-China, Afganistán, Ucrania, y sigue un largo etcétera.

Van prácticamente tres generaciones que no han vivido la última guerra mundial, y si el olvido es una sana necesidad de nuestra mente la falta de memoria histórica es una patología grave que lleva a desconocer a los vecinos, primeramente, luego a las personas más queridas y uno termina quedándose sólo con la mirada perdida en el vacío, enfermo de un “Alzheimer social”.

Decir que en México nos encontramos en una situación coyuntural es un eufemismo, la “coyuntura” es lo ordinario desde hace mucho tiempo y es el momento de cambiar de método o por lo menos que alguien empiece a hacerlo.

La forma con la cual unos grandes políticos encontraron un camino de salida a la crisis del siglo XX al término de la Segunda Guerra Mundial fue el diálogo sobre el punto de conflicto que había encendido a Europa y al mundo desde finales de 1800 hasta 1945; esos políticos fundaron la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), la cuna de la futura Unión Europea. Acero y Carbón habían sido el motivo de las guerras que desde la segunda mitad del ochocientos habían asolado Europa, su último efecto fue esa guerra que acabó con  la construcción del Muro de Berlín.

Encontrar un método significa buscar un camino (odós en griego) sin la expectativa que sea plano y sin obstáculos. El francés Schuman, el alemán Adenauer, el italiano De Gasperi, en un ambiente conflictivo de posguerra, tomaron otro camino, no miraron lo que los dividía sino lo que podía unir a sus pueblos.

Pensar que haya sido un camino sencillo es ingenuo; significa imaginar que para las familias francesas que habían perdido familiares, casa y bienes resultaba sencillo aceptar a los alemanes o a los italianos como socios; lo mismo dígase por la humillación, la pobreza y la desesperación que para todos significaba reiniciar desde cero y esto sólo seis años después del término del conflicto.

El riesgo político de estos personajes fue altísimo, lo más impopular, lo que menos se esperaba, ese riesgo, ese diálogo.

Dialogar es un riesgo, no dialogar es perder. Para construir un camino necesita considerar que habrá que construir puentes y no apuntalar los muros de división. En su visita a México, en Ciudad Juárez, el papa Francisco, recordando a un amigo sindicalista, dijo: cada vez que teníamos que sentarnos a una mesa de negociación, yo sabía que tenía que perder algo para que ganáramos todos (1).

Sin esta disponibilidad las posibilidades que nos quedan son tres:

  1. Hablar entre los que ya estamos de acuerdo, esperando tiempos mejores, cuando al “enemigo la vaya mal” para poder tomar su lugar. Mientras tanto nos reunimos en círculos de iguales, nos espejeamos y confirmarnos en nuestras ideas, el único desacuerdo posible será sobre las estrategias. Entre paréntesis, un regalito que nos deja la inteligencia artificial de las redes sociales, es la de unir a los que piensan igual, que buscan los mismos sitios e ir generando pequeños (o grandes) “clusters” homogéneos, te llegan los twists “correctos”, te señalan las noticias de Facebook y los grupos que piensan como tú y el engaño se completa, la sensación de ser “mayoría” es el resultado, estamos de acuerdo; nuevos muros digitales.
  2. Definir el contenido de nuestras decisiones en base a lo que “no queremos”; combatir ideologías adversas, legislaciones inicuas y perder de vista las pequeñas oportunidades de hacer el bien que queremos, construir espacios de diálogo donde el poco de bien posible se haga realidad y sea el primer ladrillo de una nueva construcción. Hay un fenómeno bien conocido en psicología, se llama indefensión aprendida, se deja de buscar el bien porque hemos aprendido que no hay remedio, es el enemigo a 360º, no hay que hacer ningún esfuerzo para entender sus razones.
  3. Perder la oportunidad de definir positivamente los contenidos del diálogo. Los amantes del tenis saben bien que el que gana el saque tiene la posibilidad de orientar el juego, invita a quien tiene en frente a tomar una postura ante una propuesta. Partir del intento de eliminar al enemigo no sólo es evidentemente insuficiente, sino que nos obliga constantemente a estar en segunda batuta, a “perder el saque”.

Se trata de poner en la mesa lo que es indispensable para la construcción del bien común y no es suficiente una posición apofática y atrincherada, se trata de guiarnos a partir de la búsqueda del máximo bien posible porque:

hoy en día no podemos darnos el lujo de cortar toda instancia de encuentro, toda instancia de debate, de confrontación, de búsqueda. Es la única manera que tendremos de poder ir construyendo el mañana, ir tejiendo relaciones sostenibles capaces de generar el andamiaje necesario que, poco a poco, irá reconstruyendo los vínculos sociales tan dañados por la falta de comunicación, tan dañados por la falta de respeto a lo mínimo necesario para una convivencia saludable (2).

Referencias: