Aborto, derechos humanos y conciencia moral

Aborto, derechos humanos

y conciencia moral
Los profesionales de la salud frente a valores en conflicto

Rodrigo Guerra López*

LVII Congreso Mexicano de Ginecología y Obstetricia
Federación Mexicana de Ginecología y Obstetricia
Colegio Mexicano de Especialistas en Ginecología y Obstetricia
Ciudad de México
26 de septiembre de 2006

Introducción

Agradezco mucho al Dr. Carlos Fernández del Castillo, y al comité organizador de este Congreso, la invitación para participar en esta sesión. Lo agradezco no como un mero acto protocolario sino porque estoy conciente que constituye un acto de valor – y tal vez de osadía – el invitar a un filósofo a esta importante reunión de especialistas en ginecología y obstetricia.

Los filósofos desde la antigüedad hemos estado cerca de las ciencias biomédicas. No es extraño al momento de hacer un recorrido histórico por la medicina afirmar que el paso de los curanderos y magos a la medicina científica se operó precisamente en la Grecia y la Roma antiguas gracias a hombres como Alcmeón de Crotona ( siglo VI a. C.), Hipócrates (460-377 a. C.), Aristóteles (384-322 a. C.), y posteriormente, en el segundo siglo de nuestra era, con Galeno (129-199 d. C.). Estos cuatro nombres sin lugar a dudas no son más que un elenco mínimo de investigadores que trabajaban duramente en aquella época para tratar de comprender el cuerpo humano y curar la enfermedad. En sus obras, a pesar, de sus muy diversos intereses y enfoques, es posible detectar algo importante: la investigación biomédica y la práctica de la medicina no se conciben como saberes puramente empírico-descriptivos sino como conocimientos fundamentados en ideas sobre la ciencia, el hombre, la vida y la salud provenientes de la filosofía. Los autores mencionados son filósofos-médicos o médicos-filósofos, como se quiera.

En efecto, cuando uno mira con atención el Corpus Hippocraticum, el De Generatione Animalium de Aristóteles, o el Methodo Medendi de Galeno, se puede constatar que las ciencias biomédicas, y en especial la medicina, son un saber complejo que involucra una importante dosis de ciencia empírica y una no menor dosis de teorías e interpretaciones de índole filosófica. Dicho de otra manera, las ciencias biomédicas desde sus orígenes poseen elementos filosóficos que acompañan a los resultados de la observación y de la experimentación. Sin estos elementos filosóficos, los datos observacionales no serían suficientes para lograr una comprensión sobre el organismo humano como un todo, para justificar una cierta decisión con el fin de preservar o devolver la salud a un paciente o para interpretar y dirimir un fenómeno confuso o controversial.

Cuando hablamos de “elementos filosóficos” no queremos decir con ello doctrinas explícita y críticamente asimiladas por parte de quien se dedica a algún saber biomédico – que las puede haber, por supuesto –. Lo que deseamos señalar principalmente es que en toda evaluación, decisión o intervención médica existen al menos ciertos conceptos implícitossobre la naturaleza de la ciencia en general, sobre sus alcances y métodos, sobre  la estructura del ser humano como persona, sobre la noción de salud en sí misma considerada, sobre la constitución de la vida en general, y sobre la dignidad humana en particular, que atraviesan y muchas veces articulan los también importantes datos provenientes de la observación y la experimentación empíricas.

Me parece que este aserto no sólo es válido cuando miramos la medicina antigua sino en general cuando contemplamos la historia de las ciencias biomédicas en su conjunto. Las diferencias entre las investigaciones del filósofo árabe Avicena (980-1037) reunidas en su Al-Qânûn fi´l-Tibb (El canon de la medicina), las de William Harvey (1578-1657) en su Exercitatio anatomica de motu cordis et sanguinis in animalibus o las de Claude Bernard (1813-1878) en su Introduction a l’étude de la médecine expérimentale no solo difieren por su distinto momento histórico o por su diversa exactitud al momento de describir procesos fisiológicos o estructuras anatómicas. La diferencia fundamental reside en la diversa cosmovisión (Weltanschaung) desde la cual cada uno de estos esfuerzos fue construido. Por “cosmovisión” no queremos significar un mero contexto socio-cultural – por importante que sea – sino principios y fundamentos epistemológicos y antropológicos que al interior de la elaboración científico-empírica operan como arquitectura básica de las obras mencionadas.

 

    1. La cuestión del aborto procurado: un conflicto entre liberales, conservadores y moderados

Esta consideración preliminar es importante para poder desarrollar el tema que hoy nos ocupa. La controversia contemporánea sobre el aborto es compleja. Ha sido un lugar común desde hace algunos años caracterizarla como una disputa en la que existen tres tendencias diferenciadas: la posición liberal, la conservadora y la moderada. Cada una de estas tendencias admite matices y subgrupos. Sin embargo, suelen ser delimitadas con los siguientes contenidos básicos[1]:

  • LA POSICIÓN LIBERAL consiste en sostener dos ideas básicas: la mujer debe decidir sobre su propia vida y debe disponer de su cuerpo con entera libertad. Esto quiere decir que la mujer como cualquier sujeto racional y libre posee derechos que brotan de su autonomía. El segundo pilar de esta postura consiste en sostener que ni el embrión, ni el feto – y en algunos casos – ni el ser humano recién nacido, son personas. Las diferencias existentes entre los mencionados estadios y un ser humano adulto son tan notables y evidentes en sí mismas que no puede adscribírsele la condición de persona a un ser que no pueda manifestar su humanidad de manera plena[2]. Por ello, el aborto, y eventualmente el infanticidio, son permisibles moral y jurídicamente. Uno de los autores más característicos de esta postura es Peter Singer, Catedrático de Bioética en la Universidad de Princeton y líder del Movimiento para la Liberación Animal. En uno de sus libros más famosos resume sus ideas del siguiente modo: “Un ser consciente de sí mismo tiene consciencia de sí mismo como entidad distinta de los demás, con su pasado y con su futuro (…). Un ser consciente de sí mismo será en este sentido capaz de tener deseos sobre su propio futuro. Un profesor de Filosofía puede, por ejemplo, esperar escribir un libro que demuestre la naturaleza objetiva de la ética; un estudiante puede tener ganas de acabar sus estudios; un niño puede querer montar en avión. Quitar la vida de cualquiera de estas personas, sin su consentimiento, es frustrar sus deseos futuros. Matar a un caracol o a un bebé de un día no frustra deseo alguno, ya que ni los caracoles ni los bebés son capaces de tener tales deseos.”[3] Por lo tanto matar a un caracol o a un bebé recién nacido no es un acto imputable desde un punto de vista moral o jurídico.
  • LA POSICIÓN CONSERVADORA tiende a ser presentada así: dado que Dios infunde el alma desde el momento de la fecundación y dado que el cigoto posee toda la información genética necesaria para conducir un proceso de desarrollo que llegue a término, éste debe ser respetado como un sujeto de derechos ya que es plenamente persona desde su inicio orgánico más modesto. Por ello, el aborto procurado siempre y en todos los casos debe ser prohibido como un acto criminal y éticamente juzgado como un mal moral. Esta postura también suele ser calificada como “católica” ya que es esta Iglesia a través de diversos documentos magisteriales, la institución que más abiertamente ha sostenido los elementos mencionados en el debate público, aún cuando conviene aclarar que su postura no se limita a ellos[4]. Por ejemplo, Juan Pablo II sostenía que: “desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de siempre, la genética moderna otorga una preciosa confirmación. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien determinadas. Con la fecundación inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar. Aunque la presencia de un alma espiritual no puede deducirse de la observación de ningún dato experimental, las mismas conclusiones de la ciencia sobre el embrión humano ofrecen una indicación preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la vida humana: ¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana?[5]
  • LA POSICIÓN MODERADA, se presenta como una vía para no caer en los extremos que representan las dos anteriores. El aborto procurado es considerado un mal y no debe practicarse más que cuando por razones fundadas una mujer decide no tener a su hijo antes de un determinado periodo, por ejemplo, antes del tercer mes de gestación. El motivo de que esto sea permisible radica en que previo a las 12 semanas el sistema nervioso del feto no está suficientemente desarrollado siendo imposible atribuirle predicados propiamente mentales o psicológicos. La idea filosófica implícita en esta posición consiste en afirmar que sólo es persona – y por ende sujeto de derechos – aquel organismo humano capaz de poseer estados de conciencia, por simples que estos sean. No hay sujeto moral si no existen capacidades reales para activar estados de conciencia. La cuestión es definir bien cuando inicia verdaderamente esta capacidad. Quienes defienden esta postura sostienen, como Margarita Valdés, que “para que los límites se establezcan con base en consideraciones objetivas, y no solamente con base en nuestras creencias o preferencias subjetivas, será indispensable acudir a los científicos, a los especialistas en embriología y en ciencias neurales, para trazarlos[6].” Otras consideraciones complementarias caracterizan la posición denominada “moderada”: señalar el alto índice de abortos clandestinos y la alta incidencia de muertes de mujeres en ellos, apuntar la necesidad de reconocer derechos sexuales y reproductivos que incluyan el “derecho” de la mujer a abortar, etc. Una de las más importantes consideraciones radica en recomendar la anticoncepción de emergencia, por ejemplo, basada en la ingesta de Levonorgestrel, como parte de un conjunto de medidas para disminuir el número de abortos. Habiendo definido la Organización Mundial de la Salud (OMS) el embarazo en función de la implantación y no de la fecundación, no habría aborto procurado al momento de administrar algún fármaco anti-implantatorio[7]. Ahora bien, se argumenta que sustancias como el mencionado Levonorgestrel de hecho poseen principalmente un efecto anovulatorio en el que está totalmente excluida la posibilidad de algún mecanismo de acción que afecte la implantación[8]. De este modo, pareciera que los anticonceptivos de emergencia redondean una posición global sobre el aborto procurado. Parecerían ser una solución idónea que colaboraría a disminuir las prácticas abortivas (incluso legales).

2. El problema de la “moderación” entre los extremos

En la discusión pública contemporánea la polarización de posiciones en casi cualquier tema lleva fácilmente a buscar casi de manera inconciente posturas intermedias en las que exista la posibilidad de lograr el acuerdo en algunos aspectos, aún cuando se sacrifiquen otros. No es extraño escuchar frecuentes exhortos a la conciliación  que tienen como fundamento un cierto ideal consensualista como criterio de racionalidad en cualquier sociedad plural contemporánea. De esta manera, un discurso racional en la vida pública tiende a ser identificado como aquel del que brota el consenso o al que el consenso sostiene.

En una sociedad con diversas tensiones, como la mexicana, este mecanismo de orden social difícilmente puede ser criticado. Es razonable y urgente que nos pongamos de acuerdo en una gran cantidad de temas. Más aún, no solo es razonable, sino que esto es altamente deseable para mantener, entre otras cosas, la paz y el orden públicos.

Sin embargo, en más de una ocasión en la historia de la humanidad han existido importantes consensos sociales en torno a ideas y valores particularmente cuestionables desde el punto de vista de los derechos humanos. Piénsese en el recurso a la tortura, no solo para castigar al delincuente sino aún para hacer confesar al posible culpable. Recurso que imperó en muchas sociedades durante largos siglos.

De una manera similar, el buscar una solución “moderada” entre polos extremos hizo que se retrasara el reconocimiento universal de los derechos humanos en algunas situaciones particulares. Baste mencionar el caso de la controversia sobre la esclavitud en Norteamérica y en algunos otros territorios. Los grupos y movimientos esclavistas se encontraron enfrentados a grupos y movimientos antiesclavistas. La contradicción entre posturas fue muy intensa y suscito graves conflictos. En medio de estas tensiones existieron numerosas posiciones “moderadas” que afirmaban que la esclavitud era válida en ciertos casos, por ejemplo, cuando no había capacidad efectiva de los sujetos para gobernarse a sí mismos, cuando no compartían las mismas creencias religiosas, cuando pertenecían a una raza convencionalmente calificada como inferior en un cierto contexto socio-cultural, o cuando se consideraba a algunos – como los miembros de la raza negra – seres con una racionalidad limitada.

El mencionar la controversia en torno a la esclavitud es totalmente deliberada de mi parte. No porque sea equiparable la especie moral del aborto con la de la esclavitud (un análisis cuidadoso nos puede exhibir numerosas diferencias entre ambas conductas y convicciones). La razón por la que apunto este ejemplo es que nos permite mostrar de una manera nítida que cuando un derecho humano fundamental es materia de una controversia pública, tenemos que ser sumamente cuidadosos al adoptar una postura “moderada” que se encuentre en un término más o menos medio entre la permisión de la violación del derecho y la prohibición total de la misma violación. La postura aparentemente moderada puede encerrar una trampa argumentativa que permite lastimar la dignidad de los más vulnerables.

¿Es este el caso de quien rechazando una postura liberal-radical y una postura conservadora, afirma la licitud moral y jurídica del aborto procurado en ciertos casos y condiciones? ¿Es este el caso de quien lamentándose del problema social del aborto busca promover la difusión de anticonceptivos de emergencia fácticamente anti-implantatorios o posiblemente anti-implantarios?

  1. La importancia de la universalidad e inalienabilidad de los derechos humanos fundamentales

Antes de responder a las anteriores cuestiones es preciso, aunque sea brevemente, cobrar conciencia sobre la importancia de la universalidad e inalienabilidad de los derechos humanos fundamentales[9]. El discurso sobre los derechos humanos fundamentales ha nacido históricamente en buena medida como una reflexión sobre la justicia que se le debe al ser humano por el mero hecho de ser, y no por su desempeño exitoso de acuerdo a un cierto estándar de eficiencia intelectual, moral, racial, económica, política o religiosa. Si bien es cierto que la expresión positiva de los derechos humanos ha evolucionado a lo largo del tiempo, no es menos cierto que el contenido significativo que estos portan no se refiere a obligaciones mutables o condicionadas socio-históricamente sino a un conjunto básico de valores objetivos que es preciso preservar para que independientemente de nuestra incardinación socio-temporal, de nuestra pertenencia racial, de nuestra posición económica, de nuestras simpatías políticas, de nuestras convicciones religiosas o de nuestra preferencias sexuales, la dignidad del ser humano sea respetada de manera absoluta, es decir, sin excepciones. “Sin excepciones” significa que de manera universal todo ser humano es sujeto de derechos fundamentales. “Sin excepciones” también significa que no son enajenables, no pueden ser objeto de transmisión de dominio o claudicación de ninguna índole[10].

El querido valor de la igualdad, o de la igual libertad, tan fundamental para el Estado liberal y para el Estado social de Derecho contemporáneos, no podría siquiera ser enunciado si no hubiera una intuición metapositiva, metanormativa, sobre la universalidad e inalienabilidad de los derechos humanos fundamentales que brotan de nuestra común dignidad.

Así las cosas, el alcance “erga omnes”, el alcance total del derecho humano a la vida, no puede admitir excepciones, no puede restringirse a cierto tipo de seres humanos, no puede asociarse a ningún tipo de eficiencia operativa, sino que corresponde a todo organismo viviente que de manera individual realice ¡de cualquier modo! la pertenencia a la clase natural “hombre”. Aún  a riesgo de ser redundante conviene insistir: la realización efectiva de esta pertenencia no corresponde a ninguna perfección operativa (como el pensar, el elegir, el sentir dolor, etc.) sino a la más fundamental perfección ontológica: ser un individuo humano.

Cuando una perfección operativa (como el pensar, como el elegir, como el sentir placer y dolor) se identifica con la condición humana, el poder de los eficientes se privilegia por encima de la dignidad de los que no lo son, dando por resultado exclusiones y marginaciones de distinto tipo. El actualismo, es decir, igualar la condición de persona a alguna clase de actividad, fue la profunda denuncia que hombres valientes como Bartolomé de las Casas, como Dietrich von Hildebrand, como Emmanuel Mounier, como Víctor Frankl, como Karol Wojtyla o como Oscar Arnulfo Romero, realizaron a través de su pensamiento y de su acción. Todos ellos, con distintos lenguajes y compromisos, nos han enseñado que todo ser humano es persona y merece igual respeto.

  1. Importancia de estudiar al embrión preimplantacional

En el fondo de las controversias pasadas y recientes sobre el tema del aborto se encuentra la cuestión de si el ser humano es persona, y por ende sujeto de derechos, desde la concepción o desde algún otro estadio posterior. Con lo dicho en las líneas precedentes podemos comenzar a advertir que no es el despliegue dinámico de ciertas propiedades funcionales lo que indica si un organismo humano puede ser considerado sujeto de derechos o no. Es su mismo ser distinto, su organismidad individual, lo que indica si un óvulo recién fecundado es persona o no. Ahora bien, la biología del desarrollo actual ¿aporta elementos que permitan fundamentar mejor este aserto?

Hasta hace no mucho la caída de cualquier forma de preformacionismo vía el descubrimiento de la totipotencialidad de las células embrionarias parecía definitivo. Se pensaba que la indistinción de las células totipotenciales terminaba hasta la etapa denominada «gastrulación», es decir, hacia el día 14 después de la fecundación, fecha en la que aparecen evidencias de un proceso direccionado de diferenciación que no puede más que conducir hacia término[11].

Sin embargo, si bien existe cierta indistinción en las células embrionarias totipotenciales esto debe de interpretarse a la luz de un amplio proceso que se encuentra desarrollándose al modo de un continuo cuyo orden fundamental posee determinación y plasticidad desde que inicia la fecundación. ¿A qué nos referimos?

Un primer hallazgo que ayudó a reproponer que el blastocisto no es una célula sin destino determinado apareció hacia 1980. Jean Smith, del Queen´s College, mostró que el blastocisto de ratón no era una esfera simétrica sino que poseía una ligera distorsión con ejes geométricos reconocibles que preconizaban los ejes del fenotipo final[12]. Posteriormente Richard Gardner de la Universidad de Oxford en 1997 localizó que el segundo cuerpo polar se adhería a la pared del embrión marcándolo y permitiendo observar que este cuerpo definía una línea de latitud dividiendo el hemisferio superior – que contiene la masa celular interna (ICM) – del hemisferio inferior. Esto sugería que la parte superior e inferior del óvulo alinea y determina los lados izquierdo y derecho del blastocisto[13].

Por su parte, otro equipo de investigación dirigido por Magdalena Zernicka-Goetz, del Gurdon Institute de la Universidad de Cambridge, descubrió algo más: el patrón espacial de organización del cigoto se conserva en el embrión aún después de la implantación. Ella siguió el rastro de la progenie de la masa celular interna (ICM) hasta el endodermo visceral post-implantación[14]. Zernicka-Goetz sospechó además otra cosa igualmente importante: que el acto de fertilización podía ser parte de los factores determinantes de esta estructuración primigenia. Así, inyectó marcas fluorescentes bajo la cubierta de óvulos de ratón en el punto en el que había penetrado el espermatozoide descubriendo que la posición de la incisión en la pared del óvulo coincide aproximadamente con el ecuador de la primera división celular, es decir, el punto de ingreso del espermatozoide determina dónde se divide primero la célula[15]. En experimentos subsecuentes Zernicka-Goetz pintó las dos primeras células, una con rojo y la otra con azul. Luego rastreó sus descendientes en el blastocisto. Así, pudo comprobar que una célula da origen principalmente a la masa celular interna y la otra principalmente a la placenta y los demás tejidos de apoyo. En conclusión: la primera división celular influye en el destino de cada célula y por último en todos los tejidos del cuerpo[16].

 

  • Fig. 1.- La parte embriónica del blastocisto tiende a ser derivada del primer blastómero para dividirse en la etapa bicelular: A. El óvulo inmediatamente tras la fertilización mostrando el cono de fertilización (fc) con la cola del espermatozoide coloreada en amarillo y gota fluorescente marcando el punto de entrada del espermatozoide (SEP) en verde. El segundo cuerpo polar marca el polo animal. El plano de la primera hendidura, el cual está marcado por el cuerpo polar y el SEP, divide al cigoto en dos celulas (B. rojo y blanco) que siguen distintos destinos. En el embrión de tres células (C) el blastómero que hereda el SEP (rojo) tiende a dividirse primero para producir células que pueblan predominantemente la parte embriónica del blastocisto. El plano de la primer hendidura esta reflejado en el blastocisto (D) como la frontera entre los linajes incluyendo la parte embriónica (ICM destinada a convertirse en epiblasto y recubriendo el trofoectodermo polar, mostrado en rojo) y los linajes de la parte abembriónica (células ICM que están localizadas más hacia el blastocele – tendientes a desarrollarse en el primitivo endodermo y el trofoectodermo mural, mostrado en azul). El blastocisto mostrado en una orientación comparable a los embriones en B y C indica sus dos ejes mayores: animal-vegetal y embriónico-abembriónico. Para la ilustración, el color ha sido añadido a las imágenes DIC de embriones para indicar las relaciones de linaje entre células. Barra de escala: 20 mm[17].

Además de los equipos de Gardner y Zernicka-Goetz, participa en este tipo de investigaciones otro equipo dirigido por Takashi Hiragi y Davor Solter del Instituto Max-Planck de Inmunobiología de Friburgo. Para apreciar su postura, es necesario comentar que Zernicka-Goetz y Gardner coinciden en mostrar que el eje embriónico-abembriónico (Em-Ab) es perpendicular a la primera división celular y con ello parece deducirse que el eje animal-vegetal (A-V) está predeterminado por el óvulo. El grupo de Hiragi y Solter afirman que el plano de la primera división determina la localización final del cuerpo polar y no viceversa. Así mismo, el eje animal-vegetal (A-V) no estaría determinado por el óvulo sino por la topología de los pronúcleos masculino y femenino que se orientan ortogonalmente antes de fundirse en un solo núcleo tras la fertilización[18].

Al día de hoy parece que, luego de estas y de otras diferencias de opinión entre los tres equipos, es posible afirmar que Magdalena Zernicka-Goetz ha logrado aclarar suficientemente las razones de su propia postura y ha demostrado que la primera división contribuye a romper la simetría del embrión generando blastómeros con diferentes características que permitirán un desarrollo diferenciado[19]. Más aún, en un reciente artículo, sintetizando la investigación realizada al día de hoy, ella exhibe que el desarrollo embrionario en los mamíferos es regulativo[20]. La evidencia de esto proviene de experimentos en los que, por ejemplo, se ha cambiado el arreglo o el número de las células de un embrión, tras lo cual este se recupera y logra un desarrollo completo y otros similares. Sin embargo, ¿por qué sucede esto? ¿es acaso un proceso azaroso? o ¿existe un patrón no-rígido que guía el desarrollo embrionario y permite una cierta flexibilidad? La respuesta completa aún no se obtiene. Sin embargo, todo parece indicar que la evidencia empírica al menos nos permite reconocer que:

  • El cuerpo polar desempeña un papel fundamental en la definición del polo animal.
  • El cono de fertilización es un indicador del punto de entrada del espermatozoide (SEP) y es un elemento que orienta la primera división celular.
  • El óvulo cambia su aspecto y se vuelve aplastado mostrando que el SEP marca el eje corto del óvulo (fig. 2b).
  • El patrón de desarrollo no da órdenes inamovibles sino “sugerencias” que eventualmente pueden ser pasadas por alto o perturbadas. Por ello, los métodos para rastrearlo deben ser no-invasivos.
  • Gardner tuvo el mérito de descubrir que el segundo cuerpo polar no sólo marca la primera hendidura sino también la frontera entre las partes embriónicas y abembriónicas del blastocisto. Esto no sería explicable si el patrón de desarrollo del blastocisto se diera de manera aleatoria como consecuencia de meras respuestas celulares al ambiente.
  • Los tres equipos de investigación, utilizando diferentes métodos de marcaje, han mostrado que en el estadio bicelular los blastómeros muestran tendencias diferenciadas en su destino. Ambos blastómeros contribuyen a la masa celular interna (ICM) y al trofoectodermo, pero uno contribuye más a construir las células embriónicas (conteniendo el trofoectodermo polar) y el otro a las abembriónicas (conteniendo el trofoectodermo mural).

  • Figura 2.- Óvulo de ratón fertilizado: a) Imagen de contraste de interferencia diferencial (DIC) de un óvulo fertilizado en el que el cono de fertilización (FC) y el segundo cuerpo polar (PB) son visibles; b) Imagen DIC del óvulo fertilizado en el que el cono de fertilización es visite en un extremo del eje corto y el cuerpo polar es visible en la parte superior del óvulo. La línea roja punteada representa el eje corto a través del cual la división ocurrirá y la línea amarilla punteada es el eje largo del óvulo; c) Imagen inmunofluorescente del óvulo fertilizado con su segundo cuerpo polar y el punto de entrada del espermatozoide (SEP). Los microtúbulos son mostrados en verde y la cromatina en azul. Nótese la acumulación de estrellas de microtúbulos en el SEP; d) Representación esquemática del óvulo fertilizado que ilustra los polos animal-vegetal. El primer y el segundo cuerpos polares son visibles en el polo animal. La orientación de las primera división (linea roja punteada) se correlaciona con el polo animal y la forma celular (que típicamente se correlaciona con el SEP) en las mayoría, pero no en todos, los óvulos en división. La figura está modificada con permiso de ref:76Ó (2004) Elsevier Science[21].
  1. Un destino singular determinado desde el inicio manifiesta la individuación orgánica del ser humano

Todos estos datos empíricos comienzan a mostrar que existe no sólo un proceso de desarrollo embrionario ordenado y dirigido a término desde la fecundación, sino que este proceso posee en sí mismo una singularidad diacrónica que manifiesta la individualidad organísmica del nuevo ser humano en gestación. El tratamiento filosófico de este tipo de investigaciones empíricas lo hemos hecho en otra ocasión[22]. Baste en esta ocasión señalar que el orden de las partes que integran el todo del cigoto desde el momento en que éste comienza a ordenarse espacialmente a partir de ejes, muestran una unidad en la que la innovación de propiedades emergentes en diversas etapas no rompe su continuidad básica sino que muestra una cierta autoafirmación de este orden inteligible que desde el origen estructura tanto la configuración genética como la manera en la que esta se enriquece epigenéticamente.

El destino orgánico del ser humano adulto se funda en el momento de la fecundación y se expresa lentamente a través de diversas etapas y estructuras. La mismísima singamia per se no es el momento fundante, aún cuando es sumamente relevante su papel. Es todo el proceso que va desde el reconocimiento del espermatozoide por parte del óvulo hasta la singamia el que coloca los elementos básicos de configuración de un organismo individual humano. Estos elementos básicos se manifestarán y enriquecerán paulatinamente. Sin embargo, la unicidad e irrepetibilidad del nuevo organismo se origina en momentos muy tempranos que afectan y determinan en cierto grado, tal y como hemos apuntado sucintamente, el desarrollo celular y orgánico posterior.

  1. Relevancia de esta información para replantear la cuestión moral del aborto

Estos elementos nos convocan a revisar el estatuto ontológico del embrión humano, es decir, qué tipo de ente es el embrión, ¿es una persona o es una cosa?

La palabra “persona” a diferencia de muchas palabras de nuestro lenguaje ordinario no posee un contenido significativo meramente convencional. “Persona” es un vocablo cuyo significado indica un ser sujeto que se contradistingue de las cosas. Esto quiere decir que entre la palabra y la realidad significada existe una relación unívoca y no gradual. Así como es absolutamente imposible que una mujer este parcialmente embarazada – o lo está o no lo esta –, de una manera análoga, la noción de persona indica un estado de cosas objetivo con el que guarda una relación muy estrecha y precisa. No posee correlato real alguno la expresión semi-persona o persona-potencial, por ejemplo. O hay persona, sui iuris, por propio derecho, o no hay persona. Lo peculiar de la persona humana como persona humana es precisamente el tener suficiencia constitucional para poderse calificar como un organismo – y no como un mero órgano – e individuación que permita hacer emerger un conjunto de signos manifestativos de su insustituibilidad humana característica. Un organismo individuado de la clase natural “humano” es una persona aún cuando no lo manifieste de acuerdo al estándar de reconocimiento de atributos humanos en la cultura de nuestro tiempo. La condición personal, pues, no está asociada más que al ser del que goza el ser-humano individual.

Por ello, el drama del aborto procurado es siempre un dilema en el que es imposible decidir por una u otra parte, por la madre o por el hijo, sino en la que es necesario actuar afirmando la dignidad de ambos simultáneamente a través de cada acto o intervención. Los conflictos de deberes no se resuelven privilegiando convencionalmente una de las partes, sino afrontando la obligación objetiva que impone cualquier sujeto con dignidad.

La conciencia es el lugar de experimentación del deber y de los deberes. Ante dos sujetos con la misma dignidad, la conciencia descubre, aunque no lo confiese con palabras sofisticadas, que es siempre injusto actuar favoreciendo a uno de ellos y sacrificando al otro.

La conciencia es una suerte de tribunal construido para responder a la provocación de los valores y de los deberes. Es muy importante para la conciencia descubrir la verdad sobre el bien involucrado en una elección. Sólo así, puede eventualmente, actuar de una manera tal que la acción ayude a hacer al sujeto más libre. En el caso del aborto procurado, me parece, que no es posible eludir esta cuestión. La verdad sobre el ser humano se impone desde el momento en que preguntamos “¿quién es?”, “¿quién es él?”, “¿quién esta ahí?” El reconocimiento de la existencia de un “alguien” y no de un mero “algo” nos invita a hacer el esfuerzo para entender que un algo no puede devenir gradualmente en un alguien por el mero hecho del aumento de complejidad y la aparición de ciertas propiedades emergentes. Sólo un ser que ya es “alguien” desde el inicio, puede ser reconocido como “alguien” en un momento posterior. Sólo un ser que ya es persona, es decir, sujeto de derechos, desde su más modesto comienzo, desde su aparente insignificancia, puede eventualmente exigir ser reconocido como persona cuando el pensamiento, la palabras y las acciones lo revelan como tal y en una mayor plenitud. Podríamos decir esto mismo de otro modo: la manifestabilidad de un ente no se identifica unívocamente con el ente sino que lo exhibe en su naturaleza e invita a reconocerlo conceptualmente con alguna palabra que indique precisamente su ser-peculiar.

Ahora bien, si por motivos fundados o infundados, me asalta la sospecha de que el organismo que tengo delante no es persona – o ni siquiera es organismo –, estoy muy obligado a utilizar mi razón en orden a evaluar si puedo correr el riesgo de lastimar su dignidad en caso de que lo fuera. Nunca una limitación de parte del observador puede legitimar, es decir, hacer justa una decisión en la que se ponga en riesgo desproporcionadamente la vida de “alguien”. Por ello, me parece que aún quienes eventualmente, al contemplar el debate contemporáneo sobre el aborto procurado, presenten dudas sobre la condición personal del embrión, están muy obligados a guiarse por el principio “precautorio” que nos convoca a proteger la eventual vida humana naciente, aún cuando, luego, fácticamente por algún motivo, descubramos que en realidad no la había. Así, si bien es razonable pensar que el aborto procurado lastima la dignidad humana y debería ser prohibido, aún para quienes difieren de esta postura, existiría la obligación moral de actuar guiados por el “in dubio, pro reo”, “in dubio, pro embryo”.

La ciencia y la conciencia han de volver a caminar juntas. No bastan los datos empírico-descriptivos para comprender la vida humana en general. Es necesario también trabajar develando los fundamentos de las obligaciones morales que tenemos para con nosotros y para con nuestro prójimo. La conciencia no es un mero receptáculo de recuerdos. La conciencia es un juicio del entendimiento en el que las acciones concretas se contrastan con las obligaciones igualmente concretas que descubrimos en la experiencia.

Sólo re-educando nuestra conciencia para que juzgue lo mejor posible sobre la verdad de la vida humana, es posible afrontar desafíos como el que hoy hemos comentado.

 

  • * Doctor en Filosofía por la Academia Internacional de Filosofía del Principado de Liechtenstein; Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la Universidad del Valle de Atemajac (Querétaro, Qro.); Miembro de la Fundación Rafael Preciado Hernández A.C.; Miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. E-mail: rodrigox@prodigy.net.mx
  • [1] De entre la abundante literatura a este respecto, resumimos algunos de los elementos de la caracterización que se encuentra en: Valdés, M. M. “Aborto y personas”, en Valdés, M. M. (Comp.), Controversias sobre el aborto, FCE-UNAM, México 2001, p.p. 69-87. Las referencias bibliográficas anotadas en los siguientes párrafos son nuestra responsabilidad.
  • [2] Cf. Tooley, M. Abortion and Infanticide, Oxford University Press 1983; Cf. Singer, P. Ética práctica: segunda edición, trd. esp. R. Herrera Bonet,Cambridge University Press 1995; Cf. Singer, P. & Kuhse,  H. Should the Baby Live? The Problem of the Handicapped Infants, Oxford University Press 1986; Cf. Hoerster, N. Neugeborene und das Recht auf Leben, Suhrkamp, Frankfurt del Meno 1995.
  • [3] Singer, P. Ética práctica, p. 112.
  • [4] Las fuentes más citadas suelen ser: Paulo VI, Humanae vitae, AAS 60 (1968) 481-503; J. Ratzinger, Instrucción “Donum vitae”, AAS 80 (1988), 70-102; Juan Pablo II, Evangelium vitae, AAS 87 (1995) 401-522.
  • [5] Juan Pablo II, Evangelium vitae, n. 60.
  • [6] Valdés, M. M., “Aborto y personas”, en Controversias sobre el aborto, p. 25.
  • [7] Además de los anticonceptivos anti-implantatorios convencionales, actualmente se buscan desarrollar anticonceptivos postcoitales basados en el bloqueo selectivo de caminos de transducción de señal necesarios para la implantación: Catalano, R. D., Johnson, M. H., Campbell, E. A., Charnock-Jones, D. S., Smith, S. K., and Sharkey, A. M. “Inhibition of Stat3 activation in the endometrium prevents implantation: A nonsteroidal approach to contraception”, Proceedings of the National Academy of Sciences, June 14, 2005; 102(24): 8585 – 8590.
  • [8] Por ejemplo: Schiavon-Ermani, R. “Anticoncepción de emergencia: de viejo secreto a derecho sexual y reproductivo”, en Perinatología y Reproducción humana, Vol. 17, n. 4, octubre-diciembre 2003, p.p. 245-254. Nuestra postura personal sobre esta cuestión ha quedado plasmada en: Guerra, R. “Consideraciones sobre las evidencias empíricas del efecto anti-implantatario del Levonorgestrel (LNG). Informe preparado para la reunión de diálogo organizada por la Secretaria de Gobernación en colaboración con la Secretaría de Salud y representantes de organizaciones ciudadanas y asociaciones religiosas”, Ciudad de México, 24 de agosto de 2005 (promanuscripto). La réplica a este texto es un documento sin autor preciso, en el que existen contribuciones de Cravioto, M.C., Durand, M., Larrea, F., López, S., Pérez-Palacios, G., Croxatto, H., Ortiz, M. E., académicos que al parecer integran el denominado Grupo de Expertos de la Secretaría de Salud. El documento se intitula “Consideraciones sobre el mecanismo de acción del Levonorgestrel (LNg) como anticonceptivo de emergencia (AE)”, Ciudad de México, 12 de septiembre de 2005 (promanuscripto). La contrarréplica a este texto es: Guerra, R., Ventura-Juncá, P. “Precisiones a Consideraciones sobre el mecanismo de acción del Levonorgestrel (LNg) como anticonceptivo de emergencia (AE)”, 1 de octubre de 2005 (promanuscripto).
  • [9] Los derechos humanos fundamentales, como el derecho a vida, son: imprescriptibles, inalienables, irrenunciables y universales. En el presente texto mencionamos principalmente la inalienabilidad y universalidad, sin embargo, todos los demás atributos de los derechos humanos están interconstruidos y quedan al menos implícitos en los que enunciamos en el cuerpo del texto.
  • [10] Cf. Guerra López, R. Afirmar a la persona por sí misma. La dignidad como fundamento de los derechos de la persona, CNDH, México 2003.
  • [11] Para autores como Barry Smith y Berit Brogaard, además no se podía argumentar auténtica sustancialidad sino hasta el día 16 cosa que consideramos falsa. Véase, Smith, B. – brogaard, B. “Sixteen Days”, Journal of Medicine and Philosophy, 2003, Vol. 28, n. 1, p.p. 45-78.
  • [12] Smith, L. J. J. Embryological Experiment Morphology, 55, 1980, p.p. 257-277.
  • [13] Gardner, R. L. “Specification of embryonic axes begins before cleavage in normal mouse development”, Development, 128, 2001, p.p. 839-847.
  • [14] Zernicka-Goetz, M., “Polarity of the Mouse embryo is anticipated before implantation”, Development, 126, 1999, (24), p.p. 5591-5598.
  • [15] Piotrowska, K. & Zernicka-Goetz, M. “Role of sperm in spatial patterning of the early Mouse embryo”, Nature, 409, 2001, p.p. 517-521; Piotrowska, K. and Zernicka-Goetz, M. “Early patterning of the mouse embryo – contributions of sperm and egg”, Development 129, 2002, p.p. 5803-5813.
  • [16] Zernicka-Goetz, M. et al. “Downregulation of Par3 and aPKC function directs cells towards the ICM in the preimplantation mouse embryo”, Journal of Cell Science, 118, 2004, p.p. 505-515.
  • [17] Zernicka-Goetz, M. “Patterning of the embryo: the first spatial decisions in the life of a mouse”, Development 129, 2002, p.p. 815-829.
  • [18] Hiragi, T. & Solter, D. “First cleavage plane of the mouse egg is not predetermined but defined by the topology of the two apposing pronuclei”, Nature, 430 , 15 July 2004, p.p. 360-364.
  • [19] Zernicka-Goetz, M. et al. “The first cleavage of the mouse zygote predicts the blastocyst axis”, Nature, 434, March 17, 2005, p.p. 391-395.
  • [20] Zernicka-Goetz, M. “Cleavage pattern and emerging asymmetry of the mouse embryo”, Nature Reviews, Molecular Cell Biology 6, December 2005, p.p. 919-928.
  • [21] Ibidem, p. 921.
  • [22] Guerra López, R. “Nuevos elementos para una ontología del embrión humano”, conferencia sustentada en “Congreso BIOS: fundamentación filosófica y epistemológica de las ciencias de la vida”, Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Roma, 23-24 de febrero de 2006 (promanuscripto).