Por José Miguel Ángeles de León [1]
El 3 de diciembre de 2020, Ken Dilanian publicó un artículo en NBC News en el que afirmaba que los servicios de inteligencia estadounidenses descubrieron que el ejército chino estaba desarrollando «supersoldados» basados en la modificación por CRISPR. Esto mostró que China está desarrollando un programa de aplicación de modificación genética con características “Neuro S/T” con fines militares. Neuro S/T, en terminología de Giordano (2011), significa “Neurociencia y Tecnología Emergentes”.
La preocupación del artículo de Dilanian (2020) se centra en que la manipulación genética no se considera poco ética en China, en este caso, para mejorar el desempeño, particularmente militar:
Específicamente, los académicos exploraron la investigación china utilizando la herramienta de edición de genes CRISPR, abreviatura de «grupos de repeticiones palindrómicas cortas regularmente intercaladas». El CRISPR se ha utilizado para tratar enfermedades genéticas y modificar plantas, pero los científicos occidentales consideran poco ético intentar manipular genes para mejorar el rendimiento de personas sanas.
En 2017, James Giordano en el artículo «Cómo convertir el cerebro en un arma: los avances en neurociencia provocan un debate» señaló que «en 2008, el Consejo Nacional de Investigación de las Academias Nacionales de Ciencias informó que las ciencias del cerebro mostraban potencial para aplicaciones militares y de guerra, pero que no eran totalmente viable para uso operativo”, anticipando tales posibilidades. La nota de Dilanian señala que un destacado general chino dijo, también en 2017, que “la biotecnología moderna y su integración con los dominios de la información, la nano (tecnología) y el cognitivo, etc. influencias revolucionarias sobre las armas y el equipo, los espacios de combate, las formas de guerra y las teorías militares”.
Según Giordano (2021: 16), las principales aplicaciones militares de la investigación en neurociencia cognitiva y computacional son:
- El rendimiento cognitivo humano: a través de una mejor comprensión de los procesos básicos implicados en la memoria, las emociones y el razonamiento para respaldar y mejorar las capacidades de análisis, planificación y previsión de la inteligencia.
- La eficiencia en el aprendizaje: mediante el uso de conocimientos y herramientas de la neurociencia cognitiva para permitir una adquisición y un dominio más rápidos de conocimientos y habilidades con una retención más duradera.
- El desempeño de procesos en equipo: a través de la participación de la ingeniería de sistemas de interfaz entre humanos y cerebros para mejorar la capacidad de procesamiento de información de individuos, organizaciones y sistemas de vigilancia y armas (drones). La investigación en este dominio generalmente emplea un enfoque de preparación tecnológica/transferencia de tecnología que utiliza un esquema de evaluación y articulación de nueve niveles (desde la observación de principios básicos, pasando por la evaluación y validación en un entorno relevante, hasta la preparación operativa total) para avanzar en la investigación, el desarrollo, pruebas y evaluación para un uso rá En la actualidad, varias interfaces hombre/cerebro-máquina están pasando de las etapas de desarrollo a las de prueba y evaluación hacia la preparación operativa en un ciclo de cinco años.
Problemas antropológicos, ontológicos y éticos de la Neuro C/T
Es evidente que el desarrollo y aplicación del Neuro S/T está plagado de problemas éticos, no sólo en su aplicación militar. Y como todo problema ético, estos surgen de las antropologías implícitas en las posiciones al respecto. Una antropología utilitarista, que privilegia, por ejemplo, la seguridad nacional, la geopolítica o los intereses nacionales y/o del Estado, sin duda consideraría, por ejemplo, que los desarrollos de la Neuro C/T son muy importantes para los desarrollos y avances militares. Al final, para ellos los militares no son un fin en sí mismos, sino servidores del país/estado. En estos casos, el bien personal es secundario al bien nacional y/o del Estado. Bajo esta perspectiva, por ejemplo, los problemas éticos que vendrían con la experimentación médica en la aplicación de la Neuro C/T parecen resueltos, ya que las consecuencias o efectos secundarios serían en pro del bien del Estado, el cual sería superior al bien de las personas individuales (personas humanas). Desde una visión autonomista, tampoco habría problema, si la decisión de quienes se someten a dicha experimentación es consciente y voluntaria.
Desde una visión principalista que considera el segundo imperativo kantiano, así como desde una visión personalista, la experimentación para el desarrollo de la Neuro C/T es ciertamente poco ética, no sólo con fines militares. Ni la experimentación ni el desarrollo de la Neuro C/T serían éticos si no ven a la persona humana como un fin. El problema es llegar a una visión personalista desde los paradigmas ontológicos de la Neuro C/T.
Parece que el verdadero debate subyacente en las perspectivas de la neuroética está en sus fundamentos filosóficos implícitos, en la medida en que allí las perspectivas ontológicas están abiertas y sus compromisos ontológicos son aceptados. Sin tener una antropología metafísica clara, que sustente una ontología que problematice cuestiones implícitas en cuestiones filosóficas tan complicadas (sentido de la libertad, de la conciencia, de la dignidad personal, etc.), se cae en un pragmatismo científico/materialista (naturalismo), que terminan siendo deterministas y/o relativistas (pluralismo), como parte de la «evidencia» neurobiológica (cientificismo), que a su vez está plagada de compromisos ontológicos, ya que tienden a omitir las grandes cuestiones de la filosofía, que permanece indeterminada en función de su propios compromisos ontológicos, ya que consideran que la complejidad de los problemas de la filosofía, especialmente los antropológicos, puede explicarse de manera determinista desde el “neuro paradigma”.
Los fundamentos científicos de la neuroética se estructuran sobre los avances en el cerebro y las ciencias del comportamiento, y en las nuevas tecnologías que permiten el acceso, la evaluación y la manipulación del cerebro y sus funciones, incluida la amalgama de procesos conscientes, cogniciones y emociones que contribuyen a la “mente” y/o el “yo”. El uso cada vez más amplio de la neurociencia y la neurotecnología suscita un escrutinio de conceptos filosóficos y de «sentido común» de larga data sobre la relación entre el cerebro y la mente y obliga a investigar la validez y el valor de estas ideas -y sus implicaciones en los ámbitos científico, médico y social-. -Reinos culturales. (Shook y Giordano, 2014: 1).
Si es la neurociencia la que debe «escudriñar» la filosofía, obviamente se parte de un paradigma determinista, ya que la validez científica de la neurociencia se afirma a priori. No sorprende que la mayoría de los filósofos de la mente consideren que primero se necesita una ontología para respaldar las categorías de modelos explicativos de la mente (Chalmers, 1996: 26). De ahí que las teorías y los modelos explicativos sobre la mente pasen primero por la filosofía de la ciencia. Desde una visión materialista/determinista que niega u omite compromisos ontológicos en sus modelos explicativos, por ejemplo, el personalismo sería “mera metafísica” (en sentido peyorativo, que significa “compromisos teológicos o religiosos”), cuya explicación recaería en paradigmas deterministas. El determinismo materialista implica necesariamente una ética relativista o principalista basada en el consenso. Según Guerra (2009: 168), el problema de los paradigmas científicos cuando son el principal enfoque para abordar problemas filosóficos (como es el caso de la ética) es que parten de descripciones (cómo), no de explicaciones (por qué):
¿La descripción es equivalente a la descripción? Más temprano que tarde, el investigador descubre —aunque a veces no lo exprese en lenguaje filosófico— que la suma de todos los cómo no reemplaza al más modesto de los porqués. La investigación experimental exige en su itinerario intelectual un momento propiamente filosófico sin que la investigación de base empírica no cumpla su misión: comprender realmente lo que allí sucede y cuál es la verdadera naturaleza de lo que allí sucede.
Por todo lo anterior, los debates éticos en torno a estos temas como el de la nota que aquí comentamos (Dilanian: 2020), existen debido a las diferentes antropologías que en ellos están implícitas. La delimitación ética de la ciencia y la tecnología no se debe a la ciencia o la tecnología, sino a sus sujetos y destinatarios. Por eso, por ejemplo, desde una perspectiva personalista es evidente que esto no es así, porque el desarrollo de algo sea técnicamente posible no implica que haya que hacerlo. Para superar las discusiones filosóficas inherentes a la neuroética, Shook y Giordano (2014: 4) proponen una «nueva metaética» que implicaría una «aclaración de cualquier supuesto y compromiso lingüístico, psicológico o incluso metafísico involucrado con el pensamiento y la práctica moral». Basándose en los “conocimientos de las ciencias biológicas, cognitivas y sociales, la neuroética aplica la comprensión de los sustratos neuronales y los mecanismos de cognición para investigar cómo los humanos tienen la capacidad de ser sociales y morales”, propios de los paradigmas de conocimiento enumerados. Shook y Giordano (2014: 6) también afirman que la neuroética debe estar en un paradigma naturalista (materialista/determinista) que busque afirmar el pluralismo. Lo cual, desde una perspectiva realista, está en el paradigma relativista. El naturalismo ético niega la verdad ontológica como fundamento de la ética. El naturalismo ético busca afirmar la pluralidad ética, que, a su parecer, es necesariamente “científica”:
La neuroética contribuye al proyecto del naturalismo moral que tiene como objetivo comprender científicamente cómo los humanos practican la sociabilidad y la moralidad en sus culturas. El naturalismo moral no debe confundirse con el realismo moral: cuando un naturalista moral se propone estudiar la moralidad humana, no se pretende ningún código de moralidad específico y no se asume ningún compromiso sobre si una u otra moralidad es “verdadera”. El naturalismo moral es hospitalario con el pluralismo moral profundo, aunque es inhóspito con visiones de moralidad que contradicen la ciencia sólida.
Desde el naturalismo, un enfoque personalista (no consensualista) de la neuroética es imposible porque no es posible afirmar un “personalismo irrealista”. Para que el personalismo sea válido es necesario afirmar a la persona y su dignidad como verdades ontológicas, que pueden ser justificadas por la razón y la experiencia humana. No es posible fundamentar el acto de ser propio de la persona humana a partir de las descripciones de la ciencia empírico-descriptiva. Evidentemente, para el naturalismo, el personalismo es un compromiso metafísico-teológico.
Volviendo a una perspectiva realista de la ética, lo importante es comprender el acto de ser de su sujeto, la persona humana. Por ello, la ética es un conocimiento secundario, subordinado a la antropología filosófica. Lo cual a su vez es deudor de la ontología y la filosofía de la mente, si lo consideramos como un enfoque propio de la antropología. Esto, a su vez, implica un análisis cauteloso de sus compromisos ontológicos desde una perspectiva realista. Ya que el sujeto y destinatario de la ciencia y la tecnología es la persona humana. Sin embargo, para que esto se sostenga hay que partir del hecho de que lo ético tiene un fundamento real y verdadero, lo que mostraría la falsedad del relativismo y el “pensamiento débil” de los consensualismos principistas. Para eso está la filosofía, porque es a través de ella que alcanzamos los compromisos ontológicos y antropológicos de todas las teorías, incluidas las teorías de explicación científica. Si el personalismo no alcanza su fundamento realista, acaba siendo un consensualismo relativista más. Shook y Giordiano (2014: 11) proponen un paradigma consensualista relativista para la neuroética transformada en un “principlismo científico” naturalista y pluralista (cosmopolita):
La objetividad de la nueva metaética para la neuroética no puede exceder el grado científico involucrado, pero de todos modos hay una objetividad sólida disponible, y la objetividad también puede infundir una neuroética cosmopolita. Proponemos principios cosmopolitas bastante objetivos para la neuroética por un sentido responsable de necesidad pragmática a la luz de los acontecimientos mundiales actuales y con miras a recomendar protocolos, convenciones y tratados internacionales.
El verdadero problema ético en torno a los paradigmas de la «neuroética» desde una visión personalista radica en la posibilidad de vincular la evidencia de la neurociencia con las exigencias explicativas del realismo filosófico. Si consideramos que no existe verdadera ética ni valores objetivos que no partan de un paradigma realista.
Debido a las exigencias filosóficas del realismo filosófico, debemos preguntarnos cómo los paradigmas neurocientíficos pueden ser compatibles con nociones realistas de libertad, es decir, como un poder que trasciende la autonomía entendida como posibilidad de decisión. O con el fundamento realista de la dignidad humana, más allá de los consensualismos principalistas. Una de las condiciones del realismo es que las multiplicidades explicativas se deben a compromisos ontológicos no clarificados, y a teorías cuyas explicaciones son reduccionistas en torno a sus principios y fundamentos. Un modelo relativista/pragmatista, sin duda, lo primero que niega es la posibilidad de explicaciones ontológicas, que peyorativamente llaman “metafísicas” o incluso “ofertas de inspiración teológica” (como Shook y Giordano: 2014, 4). Una verdadera «neuroantropología» debería ser radical en cuanto a sus compromisos ontológicos y aceptar que es propensa a reduccionismos materialistas. El fundamento de toda antropología es ontológico; sin embargo, es un problema propio de la filosofía sí es posible que existan condiciones humanas de posibilidad para responder a las preguntas: ¿qué es el ser humano? y ¿por qué es así?
[1] Es Maestro en Filosofía por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. Actualmente es profesor-investigador y coordinador de la División de Filosofía del CISAV.
Referencias:
Chalmers, D. (1996). The conscious mind. Oxford: Oxford University Press.
DiEuluis, D. and Giordano, J. (2021). “Emerging Neuroscience and Technology (NeuroS/T): Current and Near-Term Risks and Threats to US—and Global—Biosecurity”: https://nsiteam.com/social/wp-content/uploads/2021/07/SMA-Invited- Perspective_Emerging-NeuroST_Giordano-and-DiEuliis_FINAL.pdf
Dilanian, K. (2020). “China has done human testing to create biologically enhanced super soldiers, says top U.S. official”, NBC News, Dec 3, 2020: https://www.nbcnews.com/politics/national-security/china-has-done-human-testing-create- biologically-enhanced-super-soldiers-n1249914
Guerra, R. (2009). “Por una bioética sin adjetivos. Importancia de la relación entre ética y biología para la constitución de la bioética”. In Medicina y Ética, Vol. XX No. II, 161-182.
Giordano, J. (2017). “Weaponizing the Brain: Neuroscience Advancements Spark Debate»: https://www.nationaldefensemagazine.org/articles/2017/5/11/weaponizing-the-brain- neuroscience-advancements-spark-debate
Shook J. and Giordano J. (2014). “A principled and cosmopolitan neuroethics: considerations for international relevance” in Philosophy, Ethics and Humanities in Medicine 9:1, 1-13.