Por Pablo Castellanos L.
En un mundo marcado por la violencia, la guerra y la polarización, la aspiración y la pregunta por la paz adquieren un carácter punzante y concreto.
El 80% o más del tiempo de muchos noticieros está dedicado no sólo a informar, sino a exhibir “pornográficamente” la violencia en todas sus formas. El hastío y la saturación nos llevan fácilmente a la indiferencia o a la desesperación.
Por otra parte, pero contribuyendo a esa saturación, hoy diseccionamos analíticamente todo un catálogo de violencias que nos llevan a la conclusión de que todo es violencia, de que “el secreto” de toda forma de sociedad y de relación humana, entre nosotros y con el medio en que vivimos, es violencia y no hay forma de salir de ella.
Sin duda es un hecho innegable que no se puede evadir, se dice que vivimos ya la tercera guerra mundial a pedazos, o que la guerra es un fenómeno global con características locales. Este tema daría mucho que pensar y decir.
Históricamente la religión ha estado asociada también a la violencia, y pareciera que no puede ser de otra manera. Sin embargo, no es en sí el fenómeno religioso, sino otros factores añadidos a éste los que han llevado a asociar religión con violencia; como la política, aspectos étnicos, culturales, ideológicos, etc.
La política y las ideologías, sus tensiones y conflictos de diferente modo se han servido de las religiones para su propio servicio. Las llamadas guerras de religión muchas veces han sido más bien guerras políticas con pretextos religiosos o guerras étnicas que incluían lo religioso en lo étnico. En el fondo el problema es reducir la religión a no más que un fenómeno distinto a ella misma.
Esta reducción va de la mano de la manipulación ideológica, política, económica o de cualquier otra índole.
Hoy mismo vivimos un clima de polarización en estos campos de la vida social, en que algunos, para potenciar su capacidad de influencia y poder en la población, echan mano de motivos y sentimientos ligados a lo religioso para dar fuerza a sus pretensiones. En la práctica logran provocar reacciones en espejo, es decir, que hacen lo mismo para oponerse a su adversario. Uno de los resultados de esto es que la religión queda atrapada en una dialéctica ajena a ella, en una dialéctica generadora de violencia.
La convivencia y el diálogo interreligioso resultan afectados muchas veces por estos factores exógenos que son extraños a la naturaleza de las religiones. Esto hace necesario una constante actitud de autocrítica y purificación desde dentro de cada religión y a la vez, de un esfuerzo de claridad en la comunicación e interacción con las demás.
Hoy hablamos de armonía y convivencia entre las religiones en un mundo plural y, más allá de esto, de colaboración entre ellas en tareas que ayuden a superar los grandes problemas del mundo actual.
Para hacer posible esta colaboración es condición indispensable el proceso de purificación mencionado y el respetuoso acercamiento y conocimiento mutuo. Sin una voluntad de conocimiento y comprensión del otro, las posibilidades de diálogo y colaboración no van adelante. Este proceso de purificación que ayude a liberar las religiones de aquellos reduccionismos y manipulaciones es una tarea común a ellas y, un motivo de acercamiento y colaboración.
Finalmente es importante recordar en esta ocasión otra condición y tarea común para la armonía interconfesional: la libertad religiosa. Sin ésta se obstaculiza la armonía y la colaboración entre sí y con la sociedad.
Uno de los obstáculos históricos a la libertad religiosa es, precisamente, la reducción de la religión a fenómeno político o ideológico y su manipulación política, ya sea para usarla, limitarla o anularla. También persisten hoy día los intentos de sustituir las religiones auténticas por una religión civil o política al modo del laicismo intransigente o las tendencias a los autoritarismos más o menos totalitarios.
El reconocimiento y promoción del derecho a la libertad religiosa son tareas indispensables no sólo para las distintas confesiones, sino para toda la sociedad. La libertad religiosa garantizada por las leyes no es vista generalmente como una prioridad social, se posterga sin ver que con ello se postergan la construcción de la paz y el desarrollo de la sociedad; no es la religión la única perjudicada, sino las personas sujeto primario de ese derecho.
Tomamos la imagen de https://revistavive.com/ecumenismo-tiempos-laicos/