Comentario al Prólogo y al problema III de Temor y temblor de Johannes de Silentio

Por José Miguel Ángeles de León.

 

El prólogo de Temor y temblor claramente es una crítica “espiritual” a las “filosofías del sistema” y a aquellas “prácticas de fe” que han su perdido “radicalidad testimonial”. A eso se refiere Johannes de Silentio cuando habla de “la verdadera liquidación de las ideas” (SKS 4, 101)[i]. La crítica básica del seudónimo kierkegaardiano a la filosofía de su tiempo es que ellas, sin hacer la duda radical que promete la filosofía, pretenden trascenderla. Aunque no se dan cuenta de que no pueden ir más allá, porque no se percatan de que no existe el “piso firme” desde el que consideran que han emprendido su labor “sistemática”. Johannes de Silentio piensa que la pretensión del sistema es imposible, y que tal no le interesa, por lo que no intentará lograr su propio sistema filosófico: “porque nunca será una gran torre la que erijan” (SKS 4, 104). Descartes, considera el seudónimo kierkegaardiano, cuando realizó su labor filosófica declaró que su método sólo tenía validez y para él y sólo para él (SKS 4, 102). Todos consideran haber superado la duda, y todos echan “campanadas al vuelo”, cuando, dice Johannes de Silentio, la duda fue una labor de vida para los filósofos griegos (refiriéndose, evidentemente, a los pirrónicos).

Todos, dice Johannes de Silentio, pretenden ir más de la duda y de la fe, cuando ambas labores demandan una vida. El punto de llegada de los que en serio dudan y en serio tener fe, considera Johannes de Silentio, es el “punto de partida” de los que falsamente han presentado un sistema filosófico que considera que “ha superado” tanto a la fe como a la duda. Johannes de Silentio no se considera filósofo y niega tener fe (SKS 4, 102). No se considera filósofo porque no duda lo suficiente de lo hallado. Y no considera tener fe porque opina que la fe es una empresa que demanda toda la vida. Bajo su óptica, afirmar ser filósofos o decir que se tiene fe, sin superar genuinamente las demandas de la duda y de la fe, sería mentir y presentar algo que no es posible. He ahí el problema de las filosofías del sistema. La relación entre realidad y razón siempre es una tarea ardua. Y no por formular la fe o la duda estas se han comprendido, al menos bajo la noción hegeliana de “concepto”.

Johannes de Silentio dice que “de modo alguno es filósofo” (SKS 4, 102), que es un simple aficionado. Esto también es una ironía cuando analizamos lo que es hacer filosofía desde una óptica hegeliana. Bajo esa etiqueta, evidentemente Johannes de Silentio no es filósofo, ni tendría necesidad de serlo. La invitación de Johannes de Silentio a sus lectores es a lograr una filosofía personal y vivencial que de modo radical y “existencial” asuma las necesidades y demandas de la duda y de la fe, cuyas superaciones son supuestos necesarios para hacer filosofía bajo el modo de los filósofos del sistema; lo mismo sería válido para los “hombres de fe”, quienes dice creer, pero tampoco asumen la creencia con radicalidad. De esto, me parece evidente, que para Johannes de Silentio no existan mayores enemigos de la fe que aquellos que han “secularizado” la fe, a partir de la filosofía del sistema.

El problema III de Temor y temblor aborda la “eticidad” del silencio (SKS 4, 172-207). Para ello primero el seudónimo problematiza lo que sea la ética, que a su parecer es “lo general”; es decir, aquello es válido para todos. Mientras que el individuo es “lo oculto”. Aquí se entiende eticidad como “develar” lo individual en lo general. Para Hegel, aclara Johannes de Silentio, lo propio es hacer la manifestación del individuo en lo general. De ahí que el ocultamiento, entendido como “vida privada”, “existencia particular”, sea inmoral (SKS 4, 172). La ética, entendida así, castigaría el ocultamiento, pues exige la manifestación. Sin embargo, la vida espiritual se halla en lo particular, no en lo general. El silencio de Abraham es un ocultamiento en el orden de lo “particular”. Por ende, su “silencio” va más allá de la ética. El silencio de Abraham no responde a lo general y por eso es incomprensible cuando este es abordado desde la ética. El silencio de Abraham, dice Johannes de Silentio, tiene una valía que va más allá de la “vida en familia” y de la fe en Dios, su padre. El sacrificio de Isaac se realizaría bajo esta óptica, y el silencio de Abraham se debería a que sus razones serían consideradas “inhumanas” al ser juzgadas dese la ética, desde lo general. Pero la relación con Dios no es general, sino particular. Abraham podría hablar, pero no lo hizo. Sabía que sería incomprendido. Por lo tanto, Abraham no puede hablar. Lo importante, dice el seudónimo, no es que “Abraham calle, sino que no pueda hablar” (SKS 4, 157). En su silencio, Abraham anda solo, su “idioma no es humano”. Y si pudiera hablar, si “desocultara” su silencio, dejaría de ser Abraham, se traicionaría no sólo a él mismo, sino a Dios (entendido bajo la lógica de su fe). Si se le exigiera hablar a Abraham sería conducirlo inductivamente a una contradicción, a una paradoja.

El silencio de Abraham, si bien oculta, según Johannes de Silentio, tampoco miente. El silencio es más bien una suspensión de la voluntad humana frente a la Gracia, evidentemente a través de la fe. Abraham antepone la fe en su Dios (bueno, verdadero, justo y perfecto), quien no lo puede defraudar, pero que para ello le demanda silencio. Este hombre, que lo espera todo en Dios y no desespera, sino que guarda silencio mientras espera, es el caballero de la fe. Y sólo él ama a Dios, sólo él entendería que nada puede salir si es y se está en Dios. Bajo este sentido, el silencio de Abraham es una fidelidad consecuente con el amor de Dios.

A nivel estético, el “ocultamiento”, defiende Johannes de Silentio, es necesario, por ejemplo, en la tragedia, pues la trama de esta siempre parte de una verdad que ha sido ocultada a propósito por el escritor, para al final ser develada. Sin tal ocultamiento, no habría tragedia. Sin embargo, ante Dios, en su Providencia, no puede haber silencio. Dios escucha los silencios humanos, que muchas veces son los gritos más desesperados o las plegarias más santas. Evidentemente, cuando Johannes de Silentio considera que la fe ha sido “despachada” por el sistema, es porque no se han detenido a dudar respecto a las implicaciones existenciales de la fe, que evidentemente van más allá de lo ético. Desde lo general, es posible hablar de la fe. Sin embargo, la vivencia experiencial de la fe es completamente individual.

En este sentido, parece que Johannes de Silentio señala al problema luterano de la justificación, en el que el hombre individual tiembla ante la presencia de Dios. Ante tales demandas de la fe, parece, resulta fácil desesperar. El caballero de la fe es aquél que lo espera todo en Dios, y que, de antemano, suceda lo que suceda, sabe que Dios puede hacer cualquier cosa, pero que, en su providencia, no lo puede defraudar. Negar la fe dentro de las filosofías del sistema es negar la presencia providencial de Dios en la historia, que no obra sólo a nivel “masivo” sobre la naturaleza, sino que se relaciona uno a uno con sus criaturas. El Dios de Abraham, en ese sentido es muy distinto al “Espíritu absoluto”. El “Espíritu absoluto” se despliega en la historia general (de lo ético), el Dios de Abraham obra providencialmente, y de maneras impredecibles, en las vidas humanas, encarnadas y concretas. El Dios de Abraham conoce el corazón y las angustias de los hombres, y no puede sino procurar su bien. La confianza en este auxilio divino, sin titubear, es la mayor prueba a la que puede ser sometido el caballero de la fe. Pero, si tiene a Dios, dijera la mística de Ávila, ¿qué le puede faltar? Pero ¿quién tiene a Dios?, ¿quién no titubea no sólo ante las desventuras de la vida sino, sobre todo, ante las paradojas y contradicciones de la fe cuando son juzgadas desde lo general?


[i] Citamos Temor y temblor (Frygt og Bæven) a partir de la Søren Kierkegaard Skrifter (SKS, 4), ed. Niels Jørgen Cappelørn, Joakim Garff, Jette Knudsen, Johnny Kondrup y Alastair McKinnon, 1997.

 

Referencias:

Kierkegaard, S. (1997).  Frygt og Bæven. Copenhague: Søren Kierkegaard Forskningscenteret.