Por José Miguel Ángeles de León [1]
Introducción
Emmanuel Mounier (1905-1950), padre del personalismo, ofreció una visión del trabajo profundamente enraizada en su concepción de la persona humana como un individuo único, irrepetible, insustituible y en constante perfeccionamiento. Para Mounier, el trabajo no es simplemente una actividad económica o una mera ocupación; es un medio a través del cual la persona humana puede encontrar un sentido profundo a su existencia singular, desarrollar sus capacidades en beneficio de la comunidad y, en última instancia, realizar su vocación de vivir plenamente, siempre con los demás.
La persona y el trabajo
Mounier parte de la idea de que el trabajo es una manifestación de la libertad y la creatividad humana. En su visión personalista, el ser humano no es una mera pieza en la maquinaria de la economía, sino un singular, concreto, con una dignidad ontológica que trasciende el utilitarismo, sea del mercado o del Estado. El trabajo es, en este sentido, una de las formas mediante las cuales la persona se afirma a sí misma y se relaciona con el mundo y con los demás. Es una actividad que no sólo produce bienes y servicios, sino que, cuando se ejerce de manera auténtica, es un proceso de realización personal.
Este enfoque se opone a las concepciones reduccionistas del trabajo, tanto capitalistas como comunistas, que lo entienden sólo en términos de productividad o función económica al servicio del mercado o del Estado. En el pensamiento de Mounier, el trabajo es algo más que un medio para ganar dinero o para cumplir con las expectativas de la sociedad y del Estado. Es una forma de entrega a una tarea que, al mismo tiempo, revela la persona en su singularidad irrepetible y posibilita el encuentro con sus prójimos.
Mounier también destaca el papel del trabajo en la construcción de la comunidad. Es través del trabajo que las personas se encuentran en relaciones de cooperación, solidaridad y subsidiariedad, no solo como entes económicos que generan riqueza material, sino como seres humanos que tienen una vocación común de servir al bien común. En su mirada personalista, Mounier subraya que el trabajo no debe ser un proceso alienante o deshumanizante, como muchas veces ocurre en las sociedades capitalistas o tecnocráticas, sino una forma de compartir esfuerzos y experiencias.
Mounier ve a la comunidad como algo más que una simple coexistencia de individuos; la comunidad es, en su sentido profundo, un espacio de interrelación en el que cada persona puede encontrar su lugar, desarrollar sus capacidades y contribuir al bien común. En su pensamiento, la comunidad es esencial para que el ser humano pueda ser plenamente persona, ya que la persona no existe de manera aislada, sino siempre en relación con los demás. Para Mounier, el individuo se realiza auténticamente solo cuando está inmerso en una comunidad que le da sentido y contexto.
La comunidad, entonces, es la condición de posibilidad para la verdadera libertad personal. La libertad no es entendida como una mera autonomía o independencia, sino como una capacidad para actuar en conjunto con los demás, en una red de vínculos que tienen como objetivo la plenitud de la persona. Esto implica que la comunidad no es solo un espacio de convivencia, sino un lugar de cooperación activa en el que se puede experimentar el amor, la fraternidad y la solidaridad, siendo el trabajo un lugar privilegiado para el encuentro personal que posibilite tales experiencias.
Desde la perspectiva personalista de Mounier, la comunidad no debe entenderse como una abstracción o una imposición, sino como una comunión de personas libres que se enriquecen mutuamente. La noción de comunidad en Mounier está vinculada a su rechazo del individualismo excesivo y del colectivismo opresivo. El personalismo busca un equilibrio en el que la dignidad de la persona sea respetada, pero también se reconozca que el ser humano solo puede realizarse plenamente cuando se inserta en una red social que sea genuinamente humana.
En este sentido, la comunidad es algo activo y dinámico. No es un fin fijo, sino un proceso continuo de construcción en el que cada individuo, mediante su trabajo, su compromiso y su interacción con los demás, va tejiendo una realidad común. La comunidad es, por tanto, una experiencia compartida que permite que los individuos se desarrollen más allá de sus intereses egoístas.
El trabajo, para Mounier, es una actividad que debe orientarse hacia la comunidad, no solo en términos de producción material, sino también en términos de desarrollo espiritual y humano. La economía, entendida como un conjunto de relaciones humanas, debe ser pensada en función de la persona y no de la maximización de la eficiencia o del beneficio a toda costa. En este sentido, para Mounier, el capital siempre es secundario al trabajo. De esta forma, el trabajo adquiere una dimensión ética y social, y contribuye a la formación de una sociedad más justa y solidaria.
Mounier critica la visión utilitaria del trabajo que impera en muchas estructuras capitalistas, donde el individuo es visto más como una herramienta que como un ser con dignidad y libertad. En lugar de considerar al trabajador como un simple recurso productivo, el trabajo debe ser una actividad que le permita desarrollarse como persona.
La dignidad del trabajo se encuentra en su capacidad de liberar a la persona y hacerla crecer, no en su capacidad de producir bienes o riquezas. Mounier denuncia la alienación laboral que surge cuando el trabajo se convierte en una mera obligación que despoja al individuo de su identidad y lo reduce a una función en la maquinaria de la producción. En su lugar, Mounier aboga por un modelo de trabajo que permita a la persona edificarse plenamente y que, a su vez, tenga en cuenta las necesidades y el bienestar de la comunidad.
Conclusión
El trabajo, según Emmanuel Mounier, es mucho más que una actividad económica: es un medio para la autorrealización personal, un acto de solidaridad social y un espacio para la expresión de la dignidad humana. En un contexto donde el trabajo se ha reducido a menudo a una relación de explotación o deshumanización, Mounier invita a repensar su verdadero sentido, proponiendo una visión que coloca a la persona en el centro de la vida laboral, donde la cooperación, la responsabilidad compartida, la amistad social y el desarrollo integral del individuo a partir de las distintas vulnerabilidades sean los pilares fundamentales de la comunidad.
[1] Maestro en Filosofía por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. Actualmente el coordina y es profesor-investigador en la División de Filosofía del CISAV.
Bibliografía:
Mounier, Emmanuel (1934). Révolution personnaliste et communautaire. Paris, Éd. Montaigne.
Mounier, Emmanuel (1936). De la propriété capitaliste à la propriété humaine, París, Desclée de Brouwer.