Por Giampiero Aquila.
La emergencia migratoria mundial tiene en la frontera norte de México uno de sus puntos más dramáticos y nos interesa de cerca a todos nosotros, que con frecuencia vemos grupos migrantes pidiendo ayuda para proseguir su camino en los semáforos de nuestras ciudades y no solamente en los lugares fronterizos.
Cuando miramos los mapas que describen las rutas migratorias de nuestros primeros ancestros, hace más 300 mil años, vemos que la difusión se dio decididamente hacia el oriente. Los primeros homos sapiens salieron desde el valle del Rift en África, siguiendo la dirección que marcaba el amanecer, siempre hacia el origen del Sol, el grande astro que marca el ciclo del día y de las estaciones, origen de la vida y de la realidad, todavía hoy decimos que el que sabe a dónde ir es “orientado”.
La movilidad humana, constituye un factor inherente a la persona: por el simple hecho de existir el hombre afirma la existencia de un sentido, de una meta que hace que valga la pena el caminar y, aunque le resulte arduo, se mueve para hallarla.
San Pablo en el Areópago de Atenas invita a su auditorio a escuchar el anuncio de que ese “oriente misterioso” ha tomado la iniciativa y decidido venir entre nosotros. Dice a los atenienses, en los Hechos de los Apóstoles: “al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: ‘Al Dios desconocido.’ Pues bien, vengo a anunciarles lo que adoran sin conocer”. (Hch 17, 24), y más adelante, “Él creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la tierra, y fijó los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen a la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban.” (Hch 17,26-27)
Entre los primeros sapiens y el inicio de nuestra era, la que San Pablo anuncia a los atenienses, ha transcurrido un tiempo larguísimo durante el cual la humanidad ha ocupado todo el planeta y aún no ha dejado de moverse buscando respuesta al deseo de bien, de justicia y de verdad que constituye el corazón de todo hombre. Dios que viene al encuentro no elimina la dinámica humana ¡al contrario! la certeza de la existencia de la respuesta exalta la libertad y la iniciativa de cada uno de nosotros.
Por esto se han movido desde España, inicialmente, luego desde tantas partes del mundo para venir a América, mujeres y hombres, campesinos y comerciantes, misioneros, soldados, burócratas que han dado vida a una nueva nación que junto con sus esperanzas han traído consigo el anuncio que San Pablo hacía a los atenienses y que ahora resuena en las palabras del Papa Francisco, latinoamericano e hijo de migrantes él mismo: La presencia de los migrantes y los refugiados representa un enorme reto, pero también una oportunidad de crecimiento cultural y espiritual para todos. Gracias a ellos tenemos la oportunidad de conocer mejor el mundo y la belleza de su diversidad. Podemos madurar en humanidad y construir juntos un “nosotros” más grande. En la disponibilidad recíproca se generan espacios de confrontación fecunda entre visiones y tradiciones diferentes, que abren la mente a perspectivas nuevas. Descubrimos también la riqueza que encierran religiones y espiritualidades desconocidas para nosotros, y esto nos estimula a profundizar nuestras propias convicciones. (Francisco, 2022)
Todavía hoy nuestro México es tierra de migrantes, hasta hace poco se trataba prevalentemente de paisanos que se dirigen hacia Estados Unidos, pero, en la última década ha crecido de manera muy significativa el flujo de personas que desde la parte central y meridional del continente atraviesan nuestro país intentando cruzar la frontera del norte en vista de un sueño de mayor estabilidad, económica y social donde también su fuerza y sus capacidades son requeridas (se estima que se requiere de al menos 10 millones de trabajadores) y sin embargo las lógicas de poder en este momento impiden un manejo racional y humanamente respetuoso de las grandes diferencias que motivan a la migración irregular y que expone a grandes peligros la vida de quienes viajan.
El perfil del migrante ha cambiado de manera muy importante; se ha “feminizado”, hay muchas mujeres que viajan solas o en pequeños grupos o mamás acompañadas de sus hijos y siempre más se trata de familias enteras con menores de edad que intentan la peligrosa travesía y junto con ellos muchos menores no acompañados.
Los recientes acuerdos establecidos entre el gobierno mexicano y el de Estados Unidos hacen que un número siempre mayor de migrantes irregulares tendrá que quedarse en nuestro país, algo para lo cual no estamos preparados.
La tragedia del pasado 27 de marzo, donde tras un incendio, murieron encerrados en una estación migratoria de Ciudad Juárez decenas de migrantes, es una alarma que muestra que no hay ni la infraestructura ni el personal suficiente y capacitado para atender esta emergencia humanitaria. Seguramente hay en esto responsabilidades que implican no sólo la salvaguarda del derecho humano a emigrar sino también promover las condiciones que garanticen el derecho humano a permanecer en la propia tierra de origen. Sin embargo, no son las normas lo que genera el bien, sobre todo cuando se trata del bien común, es decir del conjunto de condiciones que permiten que cada persona pueda ser protagonista de su propio destino.
La ley no puede generar bienes, pero le corresponde reconocer y garantizar el bien que la precede y que nace de la manera más evidente cuando brota del abrazo al hermano como es el caso de Las Patronas que desde hace casi 30 años atienden a los migrantes que transitan cerca de su pueblo en Veracruz; era el 18 de febrero de 1995 y «dos de nuestras hermanas se dispusieron a comprar unas piezas de pan y leche para el desayuno. Al volver, las detuvo el paso del tren, el cual cargaba entre sus vagones personas con hambre y sed. «¡Madre! ¡tenemos hambre! ¡regálanos tu pan!» Nunca imaginamos todo lo que se desencadenaría a partir de ese momento” (Milenio Digital, 2022)
No será a partir de un refinado cálculo político, sino que “los factores que cambian la historia son los mismos que cambian el corazón del hombre” como afirmaba don Giussani y es entonces que sucede el milagro de la propia conversión y «descubrimos que el verdadero rostro de Dios está en cada ser que sufre, y que podemos portar con orgullo el nombre de nuestra Patrona María de Guadalupe» (Milenio Digital, 2022)
El signo más grande de lo divino que entra en la historia es el cambio de lo humano que se da por un acontecimiento, una interferencia dentro de lo cotidiano, no por de finos análisis o razonamientos abstractos.
Referencias
Iglesia Católica. Papa (2013 – : Francisco)., & Francisco, P. (2022). Mensaje del Santo Padre Francisco para la 108ª jornada mundial del migrante y del refugiado 2022. Vatican. https://acortar.link/xMxtgN
Milenio Digital. (12 de febrero de 2022). ‘Las patronas’ de Veracruz cumplen 27 años ayudando a migrantes que pasan en tren. Milenio. https://acortar.link/DFWCYn