Feminista, ¿¡yo!?

Apelar a una persona con el nombre «feminista» puede ser sinónimo de muchas cosas: transgresora, liberal, rebelde. Quizá en los círculos más conservadores incluso supone necesariamente la idea de una mujer que pugna por la superioridad femenina, va en contra del derecho a la vida y se deslinda de la familia. No dudo que haya quienes llenen el perfil. Sin embargo, asumir esta postura implica un reduccionismo. El feminismo es una postura activista y académica que incluye a un sin número de posturas, corrientes de pensamiento, filiaciones políticas y religiosas. Sólo por citar algunos tipos: existe el feminismo de la igualdad, de la diferencia, el cyberfeminismo, el feminismo de la equidad, el ecofeminismo, el posmoderno, el ateo, el teológico, el radical, el separatista, el pro-vida, el global y el del tercer mundo, entre otros. Deliberadamente omito el feminismo queer, pues me parece una contradictio in termini (esta postura aboga por eliminar las diferencias entre lo femenino y lo masculino, por lo que propiamente no podría llamarse feminismo, pues estaría contra sí mismo). Cada una de estas posturas tiene presupuestos distintos, alienta diferentes causas y brinda respuestas diversas. ¿Qué es lo que tienen en común? Todos abogan por una mejora sustantiva a las condiciones de vida, reconocimiento y desarrollo de las mujeres, en los ámbitos políticos, culturales, económicos, etc.

Por lo general se suelen dividir los feminismos en tres olas. La primera estaba motivada por el movimiento sufragista, que buscaba la incorporación de la mujer al ámbito político para votar y ser votada, y ser partícipe de los ámbitos de decisión sobre la vida pública. Son interesantes las palabras de quien en la conferencia de Seneca Falls afirma:

Que las mujeres de este país deben ser informadas en cuanto a las leyes bajo la cuales viven, que no deben seguir proclamando su degradación, declarándose satisfechas con su actual situación ni su ignorancia, aseverando que tienen todos los derechos que desean (Mott y Stanton, 1848).

La segunda ola la situamos entre 1960-1970 y tiene por principal interés llevar a la práctica los avances ganados en el terreno político. Códigos habían sido cambiados, leyes habían sido derogadas, estatus habían sido incluidos, pero en una gran cantidad de comunidades las mujeres sufrían los mismos tipos de abusos. También visibilizó el patriarcado como sistema de opresión social, el cual se reduplicaba una y mil veces, pasando desapercibido y sometiendo en la práctica a muchas mujeres.

La tercera ola se sitúa de 1990 a la época actual, y acentúa en contra del feminismo de la segunda ola que no existe «la mujer», sino muchas mujeres, y que tiene una diversidad de condiciones culturales, étnicas, nacionales, religiosas, etc. Por esto, la «lucha feminista» no podía ser homogeneizada al ideal dominante de mujer americana, blanca, de clase alta o media. Lo cierto es que los movimientos de la primera y la segunda ola en la mayoría de los casos habían estado encabezados por mujeres de una clase acomodada que no necesariamente entendía las dificultades y desigualdades enfrentadas por las mujeres de clases no privilegiadas. Es muy curioso notar cómo el reclamo de las mujeres de la primera y segunda olas al trabajo es denunciada por aquellas de la tercera ola, al afirmar que las mujeres desde el principio de la humanidad hemos trabajado, hemos sido artesanas, campesinas, cocineras, cuidadoras, maestras, etc. Sin embargo las condiciones de trabajo, los sueldos, el reconocimiento y el acceso a los puestos de decisión han sido desventajosos para la mujer. Pese a esto, y al incorporar la diversidad como principio, la tercera ola del feminismo presenta contradicciones entre sus grupos, llegando incluso a agresiones mutuas, dividendo la lucha y separando a sus integrantes.

En todo este abanico de posibilidades cada persona que busque una equidad entre los sexos y reconozca que las mujeres han enfrentado situaciones de desventaja que demandan ser eliminadas, podría llamarse feminista. ¿Incluso los hombres? Sí.

Equivocadamente se ubica dentro de las filas del feminismo sólo a las mujeres, lo cual ha provocado que se planteen situaciones para y por las mujeres en donde muchas veces el hombre no aparece en la escena. Es sólo si como sociedad, es decir, como mujeres y hombres dispuestos al bien común, podremos remontar siglos de discriminación, desigualdad y abusos contra la mujer, y en otros muchos aspectos contra los hombres también. El que un hombre tenga «prohibido» llorar, y tener que asumir el papel de proveedor y ser el máximo responsable de la «honra» de la casa, también son desigualdades que el patriarcado ha heredado a los hombres.

Por ello, cuando alguien me pregunta si soy feminista, la respuesta es un amplísimo y decidido, SI. Soy una feminista humanista y personalista que afirma la dignidad de la persona humana por sí misma y que le parece que toda aquella estructura desigual hacia la mujer requiere que la repensemos para el beneficio de todos, con la incorporación de todos.

Las palabras de bell hooks resultan esclarecedoras:

Imagina vivir en un mundo donde no exista la dominación, donde mujeres y hombres no son semejantes o incluso siempre iguales, pero en donde una visión  de mutualidad es el ethos que moldea nuestra interacción. Imagina vivir en un mundo donde todos podemos ser quienes somos, un mundo de paz y posibilidad. La revolución feminista no creará este mundo por sí sola, necesitamos acabar con el racismo, el elitismo de clase y el imperialismo. Pero eso hará posible convertirnos en mujeres y hombres completamente auto-emergentes que pueden crear una comunidad deseada, vivir juntos, realizar nuestros sueños de libertad y justicia, viviendo en la verdad de que todos somos “creados iguales”. Acércate. Ve cómo el feminismo puede tocar y cambiar tu vida y la vida de todos. Acércate y conoce de primera mano lo que implica el movimiento feminista. Acércate y verás que el feminismo es para todo el mundo (hooks: x).

 

BIBLIOGRAFÍA:

hooks, bell (2000). Feminism is for everybody: Passionate Politics, South End Press, Cambridge, MA.

 

Mott, Lucretia; Stanton, Elizabeth Cady (1848). Declaración de Seneca Falls, Amnistía Internacional, visto por última vez el 6 de diciembre de 2012. http://www.amnistiacatalunya.org/edu/docs/e-hist-senecafalls-1848.html