Organización y Revolución Democrática

Entre las cosas nuevas que durante mi permanencia en los Estados Unidos, han llamado mi atención, ninguna me sorprendió más que la igualdad de condiciones. Descubrí sin dificultad la influencia prodigiosa que ejerce este primer hecho sobre la marcha de la sociedad. Da al espíritu público cierta dirección, determinado giro a las leyes; a los gobernantes máximas nuevas, y costumbres particulares a los gobernados.
Alexis de Tocqueville

La revolución democrática pareciera obedecer a momentos históricos fundamentales de cada una de las sociedades actuales y es totalmente inevitable. Es decir que queramos o no, este modelo de gobierno en un momento dado va a formar parte de casi o si no es que en todas las sociedades, en un modelo totalmente funcional; claro si es que son respetados sus principios de conformación.

Para iniciar una revolución democrática es necesario el despertar de la sociedad, ya que uno de los principios básicos de la democracia es la igualdad y si en esta es nula, por principio básico,  inquieta y desequilibra un estado democrático “funcional”, haciendo visible lo invisible, y consientes a los que no lo son. La revolución implica unión y organización para obtener el mismo fin, buscar la igualdad y la soberanía legítima del país.

La sociedad despierta cuando tiene conocimiento, esta cansada, desesperada o tiene hambre y eso irremediablemente ya sucedió, pasa o va a pasar. El problema aquí es la cultura, puesto que tenemos inmersos usos y costumbres que limitan o liberan a su gobernante, y si dan esta libertad otorgan derechos en el ejercicio de poder, creando una sociedad sumisa e inconsciente, hábitos represores y sumisos en el orden social.

En la antigüedad el mantenimiento del orden era simple, no había resistencia y como nos explica González Pedrero en la Introducción que realiza para el libro La Democracia en América de Tocqueville, si el noble no tenia sospecha de que quisieran arrancarle el feudo que además para él eran legítimos y los siervos veían este orden de inferioridad como natural, las sociedad no notaban la miseria y la desigualdad;  por lo tanto este orden era correcto.

El cambio empieza cuando notamos que la afectación del bienestar, del orden social y la desigualdad, dañan y se arraigan en las tradiciones y en los hábitos. Debemos pues ilegitimar lo que ahora es “legitimo”, romper las cadenas que nos tienen atados a nuestro opresor, no es malo el poder sí es ejercido para la seguridad y bienestar de todos, pero es sencillo que se convierta en  autoritarismo: y es cuando desquebranta la estructura y los principios de la democracia, y más aún si fue elegido democráticamente. La democracia es el gobierno elegido del pueblo y para el pueblo, da poder, está sustentada y reside en sus ciudadanos.

Es nuestro deber transformar el hábito de la obediencia, la alienación y ser conscientes de que los privilegios y los intereses de unos cuantos afectan o dejan de lado el estado democrático, el ejercicio del poder se convertirá en tiranía y el afectado será el pueblo y sus habitantes.

Las historias de conformación de las sociedades actuales han marcado en el ser de sus habitantes, prejuicios, hábitos y pasiones dominantes y esto, para Toqueville, compone lo que se llama carácter nacional. El uso y las costumbres establecen el límite de la tiranía, con un derecho “legitimo” de poder en sus leyes y reglas. Los ciudadanos observan distantes lo que creen que es inmutable, la sociedad obedece y conduce a la República.

La organización es necesaria, la inteligencia y conocimiento son herramientas fundamentales, la tolerancia e inequívocamente y primordial la participación ciudadana, la no violencia, dejar de lado la pasividad y apatía. No dejarnos llevar por la violencia en ambas partes. La democracia misma contiene en ella la finalidad de bienestar social. Por último debemos ser tolerantes, reconociendo aquello que es favorable o desfavorable en cuanto a las decisiones que se tomen para nuestro bienestar, obedecer las leyes y el gobierno tiene como obligación obedecernos, le guste o no.

Bibliografía:

Tocqueville.(2012)(Decimosexta reimpresión). La Democracia en América. FCE:México