Por Andrea Munguía Sánchez[i]
A diez años de la publicación de la encíclica Laudato si’ (2015), es cierto que aún “no existen reacciones suficientes (…) para evitar los efectos que el impacto del cambio climático tendrá en los ámbitos de la salud, las fuentes de trabajo, el acceso a los recursos, las migraciones forzadas, etc”. (Laudate Deum, 2023: n. 2) De hecho, en la actualidad se estima que para el 2030 tan sólo el 17% de los Objetivos de Desarrollo Sustentable podrán alcanzarse (Steiner en Howe-Jones et al, 2024) y el sentimiento de preocupación por los efectos directos e indirectos que esto pueda generar se ha incrementado en más de la mitad de la población. En el caso específico de nuestra región, México, Paraguay, Ecuador, Brasil, Colombia y Guatemala se encuentran entre los primeros diez países cuya preocupación por el cambio climático ha incrementado respecto a los años anteriores. (Flynn and Tovar, 2024)
Ansiedad climática o Ecoansiedad
Algunos factores como vivir en zonas con poca educación ambiental, impactadas por desastres naturales o con medios de vida vulnerables al cambio climático pueden incrementar la preocupación y decisiones que parecen tan sencillas como dónde vivir, dónde trabajar y dónde comprar, pueden verse afectadas también debido al incremento de la temperatura, la contaminación atmosférica, así como por la escasez y contaminación del agua. (Babbage, 2023:1-11) Al respecto, en algunos lugares se han comenzado a instaurar campañas de cuidado del medioambiente “eco-friendly” para disminuir el impacto ambiental de las personas, como el uso de bolsas y envases propios, consumir productos locales, de preferencia con empaques reciclables o sin plásticos, comprar alimentos con ingredientes naturales y/o sustentables, consumir carne de libre pastoreo, tener dietas basadas en plantas, y evitar el desperdicio de comida (Babbage, 2023:19). No obstante, sin un planteamiento social, las acciones meramente ecológicas pueden olvidar las necesidades de los más vulnerables.
Esto me lleva a pensar en las generaciones más jóvenes, pues no cabe duda que muchos de ellos viven con miedo al futuro; sin esperanza. A la incertidumbre que ya les genera la falta de oportunidades, vivienda o la estabilidad laboral, se le suma la cuestión medioambiental como una constante entre sus preocupaciones. Estudios recientes sobre la percepción de los jóvenes frente al cambio climático indican que entre la población de 18 a 35 años se ha incrementado la eco-ansiedad, entendida como la manifestación de estrés, miedo, preocupación o sentimiento de vulnerabilidad relacionados al cambio climático o al deterioro ambiental. (Hickman et al, 2021; Flynn and Tovar, 2024:32 )
Las personas con eco-ansiedad suelen presentar síntomas del trastorno de estrés postraumático (TEPT), como pensamientos agresivos, pesadillas, reacciones físicas o una visión catastrófica de las cosas; incluso si no se ha presenciado o sido víctima de algún desastre natural. Basta con que los jóvenes vean las noticias para sentirse así. (Chávez, P. 2024)
La eco-ansiedad también es resultado del ritmo de vida frenético que llevamos. En consecuencia hemos perdido la capacidad de contemplación, de maravillarnos con la creación que nos rodea y en cambio, se nos ha invitado a tener un estilo de vida consumista, impaciente, inmediatista e individualista, generando con ello un gran desequilibrio ecológico y social que nos ha arrebatado el entusiasmo en el porvenir. (Spes non confundit, 2024: n. 12)
Sin embargo, el décimo aniversario de la encíclica, en sintonía con el mensaje de Esperanza del nuevo año jubilar, debe ser para nosotros los cristianos un llamado a renovar el compromiso que tenemos con el cuidado de la casa común y el de las próximas generaciones. Para esto, podemos apoyarnos en el principio de responsabilidad de Hans Jonás como una oportunidad de cambio y mensaje de esperanza.
Semillas de Esperanza
Parte de la reflexión a la que nos invita la encíclica Laudato si’ (2015) se enfoca en el desafío que representa el deterioro ético que acompaña a la degradación socioambiental (n. 162), cuestionándonos sobre el mundo que queremos heredarles a los más jóvenes y sobre nuestro paso por esta vida.
Precisamente el principio de responsabilidad, responde a una ética orientada al futuro, es decir, que con todas nuestras decisiones podamos asegurar, para las generaciones más jóvenes y las no nacidas, que el futuro se presente en condiciones similares a las actuales (…) salvaguardando con ello la continuidad de la existencia de la humanidad (…) y la naturaleza extrahumana. (Oviedo,2018) Lo que en sí ya es esperanzador, pues nos compromete en beneficio y responsabilidad con los demás. (Spe Salvi, 2007: n.28)
De hecho, este compromiso es una exigencia particular de los jóvenes, especialmente de los que se ya han unido en acciones por el cambio climático y, que no encuentran coherencia en las promesas de un progreso que no contempla a los descartados, ni a la naturaleza ni a los que todavía no han nacido. Tal es el caso de los sistemas negacionistas del calentamiento global como resultado de la acción humana y que pueden llegar a reforzar en la población ideas como la del hombre siendo la peor plaga que ha tenido este planeta o actitudes desmotivadoras hacia el futuro.
Ya en este punto de la exposición cabe preguntarse ¿en qué debe basarse entonces la esperanza de los jóvenes frente a la crisis ambiental? La respuesta es simple: la acción.
Queda claro que es la incertidumbre hacia un futuro que no termina de presentar su forma ni su contenido lo que provoca ansiedad ante la constante exposición a una “aniquilación ambiental”, aunado a un sentimiento de que lo que hacemos no genera ningún impacto. Lo que en palabras de la psiquiatra Britt Way, especialista en temas de eco-ansiedad, es el principal enemigo del cambio.
Ya lo menciona también el Papa Francisco, las crisis tienen dos resultados, el que nos hunde o el que nos hace actuar. Y en este caso, para los jóvenes cristianos la esperanza está en el amor. El amor vence la inquietud y nos ayuda a ver con perspectiva. Por ende, los motivará a actuar.
Ahora bien, no es cualquier esperanza ni cualquier acción. La esperanza a la que nos referimos tiene como base el encuentro con el Dios verdadero, a través del amor de Jesús y la contemplación de todo lo creado. Esta esperanza transforma y sostiene la vida (Spe Salvi, 2007: n. 10), nos aparta del yo y nos abre a la comunidad, recordándonos que nadie sobrevive sólo, ni hoy ni el futuro.
Y aunque las decisiones que en el pasado se tomaron ya no pueden revertirse, no podemos tampoco sentarnos, con el simple hecho de abandonarnos a la confianza de una esperanza fiable, a ver si el tiempo recupera lo que como humanidad ya hemos dañado. Es necesario comenzar a actuar, no importa si se tienen 9, 15, 35 o 70 años ni el rol que tengamos. Un discurso, una manifestación, un grito, pueden llevar a un cambio de consciencia global.
Quizá la eco-ansiedad sea ahora un continuo en el día a día de los jóvenes pero necesitamos comenzar a germinar en y con ellos semillas de esperanza a la luz de evangelio, la dignidad humana, la responsabilidad, la justicia intergeneracional y la solidaridad.
[i] Andrea Munguía Sánchez es antropóloga social por la Universidad Autónoma de Querétaro, Maestra en Bioética por el CISAV. Actualmente es investigadora de la división de Ciencias Sociales y Jurídicas.
Bibliografía:
Francisco. (2015). Laudato si’. Carta Encíclica sobre el cuidado de la Casa común. https://acortar.link/hYjGq
(2023). Laudate Deum. Exhortación a todas las personas de buena voluntad sobre la crisis climática. https://acortar.link/iVX5oH
Steiner, A. (2024). “Prólogo del administrador» en Howe-Jones et al. (2024). PNUD Señales de cambio 2024. United Nations Development Programme. https://acortar.link/3TDgQU
Hickman, C., Marks, E., Pihkala, P.,Clayton, S., Lewandowski, R E., Mayall, E E., Wray, B., Mellor, C., van Susteren, L. (2021). “Climate anxiety in children and young people and their beliefs about government responses to climate change: a global survey”. The Lancet. https://acortar.link/yE8kBO
Flynn, C., Tovar, S. (2024). Peoples’ climate vote 2024. Results. United Nations Development Programme. https://acortar.link/VCM4EL
Babbage, N. (2023). Who cares? Who does? Planet, Profit, and Perception The new truths of today’s eco-conscious consumers. KANTAR. https://acortar.link/j1bYmR
Chávez, P. (2024). “¿Qué es eso de la ecoansiedad?”. Gaceta UNAM. https://acortar.link/yBKdXo
Francisco. (2024). Spes non confudit. Bula de convocación del Jubileo ordinario del año 2025. https://acortar.link/noyr6x
Oviedo, D. (2018). «La obra de Hans Jonas: ética de la responsabilidad para
generaciones futuras y no-tecnooptimistas”. Revista Científica de la UCSA, Vol.5 N.o3 Diciembre: 69-79. https://acortar.link/N4nW1M
Benedicto XVI. (2007). Spes salvi. Carta encíclica a los Obispos, a los Presbíteros y Diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos sobre la Esperanza Cristiana. https://acortar.link/J3GqMP