La situación actual en Egipto tiene a todo el mundo preocupado, pendiente, triste y sorprendido, pero, al mismo tiempo, los egipcios le han demostrado al poder qué puede uno tener con la libertad de expresión. Sin embargo, la situación que está viviendo el país árabe, -situación descrita por el Banco Mundial de la siguiente manera: La incertidumbre política e institucional y la percepción de riesgo e inseguridad afectan negativamente el crecimiento económico (2013)- revela que la libertad de expresión no se vive igual si eres hombre o si eres mujer.
Hace unas horas, en twitter, se etiquetó a UN Women en un vídeo, un pequeño anuncio de aproximadamente 5 minutos que denuncia la situación que las mujeres que protestan están sufriendo. Frente al desorden en las calles, la falta de elementos de seguridad y las miradas ciegas, las mujeres están siendo violadas sexualmente. Según la directora del Observatorio de Derechos Humanos, Heba Morayef, estos actos son cada vez más comunes, y afirma algo que todo el mundo debería atender: la impunidad en esta clase de ataques en medio del disturbio y la violencia en contra de la mujer nos ha llevado a una situación en la que el perpetrador cree que no será culpado. Además, esto ha incrementado la frecuencia con la que se realizan estos ataques (Observatorio de Derechos Humanos, 2013).
La situación actual en Egipto tiene sus orígenes en una práctica muy común alrededor del mundo: al no darle la importancia que tiene la penalización de estos actos y al culpar a la mujer como la gran provocadora de las violaciones sexuales, esto se vuelve algo normal en su cultura. Tan normal que las mujeres esperan ser atacadas en cualquier momento mientras caminan por la calle. El pretexto que sea es bueno: se vistió provocativamente, camina moviendo demasiado las caderas, su forma de hablar da pie a que los hombres no se puedan resistir; como si se tratara de animales salvajes incapaces de contener sus instintos. Otro problema que enfrentan las egipcias, y en realidad todas las mujeres del mundo, es el miedo a denunciar, a acercarse a las autoridades temiendo que también ellos las lastimen.
El problema ha provocado que, una vez más, en Egipto, específicamente las mujeres violentadas, denuncien a través de redes sociales y de vídeos. Esto ha permitido que la sociedad, algunos medios de comunicación, las instituciones educativas y religiosas, se unan en la búsqueda de soluciones y apoyo para las víctimas, yendo tras un cambio cultural en el que la violación de los derechos humanos de las mujeres sea algo inconcebible.
El vídeo antes mencionado, habla de una realidad social que supera los límites geográficos, nuestro juicio hacia el trato que reciben las mujeres en los países musulmanes siempre es crítico, sin embargo, al ver este pequeño reportaje uno encuentra muchas más similitudes de las que estamos dispuestos a aceptar.