Por Giampiero Aquila
Para el día mundial de la población, establecido el 11 de julio, el riesgo es de olvidarse que las poblaciones son personas y no números, es decir vidas, amores, intereses y voluntades de sujetos reales, no sólo cifras.
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La pandemia vino a resaltar un problema que ya existe
La agenda de la ONU en temas población pone en la mira primeramente la salud reproductiva en el contexto de la pandemia. La preocupación es que las mayores dificultades en el suministro de anticonceptivos, hayan generado un incremento de embarazos no planificados entre las personas más vulnerables, a saber menores de edad y de escasos recursos.
A esto hay que sumarle la interrupción generalizada de las actividades ligadas a programas para la erradicación de prácticas lesivas de la dignidad de la mujer, como la violencia de género, el matrimonio infantil, la mutilación genital femenina.
La pandemia y las estrategias puestas en acto para su contención han puesto de relieve como en todos los países, sin excepción, la tradición que ve a la mujer como el “ángel de la casa”, ha hecho que una gran parte del trabajo que se acostumbraba realizar fuera del hogar se tuvo que realizar en su interior.
Tal como han demostrado Parella y Las Heras (2021) se muestra que la experiencia de la sobrecarga de trabajo debido al confinamiento es mucho más relevante entre mujeres que entre los varones; el estudio de lo hijos en casa, el cuidado de hogar además de las actividades remunerada han multiplicado una carga que recae sobre hombros femeninos.
Es así que en el tema de la dignidad de la mujer, de su derecho a la autodeterminación y a una igualdad sustantiva, permanecen elementos centrales en las agendas poblacionales de los países y la violencia en contra de las mujeres es considerada una pandemia en la sombra.
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Si sólo hablamos de números no vamos muy lejos.
Las políticas poblacionales como las que están vinculadas a la planificación familiar han llevado y llevan los gobiernos de los países a prácticas de simulación o agresivas tendientes a mostrar el cumplimiento de las metas indicadas por la ONU o los organismos internacionales, pasando por encima de la libertad y de la identidad de las personas.
La estadística como recurso científico tiene la función de mostrar un evento, poner en evidencia un dato, funciona como un microscopio o un telescopio que aproxima un objeto a la mirada inquisitiva de la razón. En sí no demuestra nada, solamente nos muestra que hay algo, de otra manera invisible, que es posible observar sólo separándolo del contexto en el cual se encuentra inmerso.
Sin embargo la verdad que esta operación evidencia se descubre sólo a partir de la inmersión del mismo en el contexto, mirándolo como indicio de una realidad más compleja.
Afirmar que cada día un mexicano come un cuarto de pollo, posiblemente significa que un mexicano come un pollo entero y tres se quedan mirándole y agarrándose las tripas. También decir que una vacuna tiene una efectividad del 90% es importante, pero significa poco para mí si soy parte del 10% infectado.
Las mediciones que las estadísticas aportan ofrecen conocimiento y tienen valor, siempre y cuando se tenga bien presente que las poblaciones son personas reales, que detrás de ese número está un ser humano cuya dignidad encuentra su expresión máxima en el ejercicio de su libre decisión.
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Dios, que te hizo sin ti, no te salva sin ti
Esta máxima de San Agustín pone en evidencia un elemento clave en la concepción del bien de la persona, no existe una realización plena del ser humano, su salvación, para mantenernos en la expresión agustiniana, para si esta no es alcanzada a través del ejercicio de la plena conciencia y del libre consentimiento, es decir de la plena participación de la persona con su razón y su decisión.
Es particularmente relevante que la ayuda internacional a países en vía de desarrollo, está con frecuencia vinculada a cumplimiento de metas poblacionales como la reducción de natalidad o de embarazos en adolescentes, o que los recursos destinados por la ONU al mantenimiento de esos programas resulten muy atractivos para los institutos designados para su aplicación de sus programas.
Uno de los grandes riesgos a los que se puede llegar es que estos programas se presten o promuevan prácticas violentas como la esterilización forzada de las mujeres, la violación de usos y costumbres de que no son lesivos de la integridad física, psíquica o económica de las personas, que limiten la autonomía reproductiva de las familias, de acuerdo a un ideal de sociedad y de convivencia que es muy propio de los países occidentales que también coinciden con los principales financiadores de estos programas en las Naciones Unidas.
En ocasiones el alarmismo sobre las tasas de fecundidad ha dado pie a prácticas violentas, no sólo de parte de los mismos gobiernos sino de parte de las mismas organizaciones encargadas de llevar adelante estos programas.
No hace falta ir muy lejos para encontrar, todavía en épocas muy recientes se vieron casos de esterilización forzada en hombres y mujeres por instituciones gubernamentales. .
“D. C. de Inter-press Service documenta el caso de 30 indígenas hombres esterilizados a través de engaños por brigadas de salud pública, entre 1994 y 2001, en el sureño Estado Mexicano de Guerrero; podría ser parte de un patrón que no ha sido erradicado, denunciaron defensores de los afectados. Hay testimonios que indican que algunos de los responsables de las esterilizaciones siguen formando parte de las brigadas que visitan las comunidades, lo que da pie a fundadas sospechas (…) Durante el año 2013, acudieron a centros de salud por cuestiones médicas 27% mujeres indígenas que fueron esterilizadas sin su consentimiento según datos del “Estudio nacional sobre las fuentes, orígenes y factores que producen y reproducen la violencia contra las mujeres” de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (Conavim). (Romero y Ortega, 2017:935, 937)
Los dos ejemplos citados muestran con evidencia que una gobernanza de las políticas poblacionales que no ponga en el centro a la persona real, es decir que no ponga en el centro el ejercicio pleno de su libertad a costa que se equivoque, entra en flagrante contradicción con una gobernanza poblacional centrada en los derechos humanos.
Cualquier proyecto que se olvide esto, se transforma, más temprano que tarde, en un proyecto eugenésico neomalthusiano, en el que un occidente rico y envejecido ve con temor a la gran cantidad de población de escasos recursos que se desplaza a lo largo del planeta en busca de condiciones más favorables de vida.
Es muy probable que las políticas filantrópicas de control de natalidad oculten en la realidad el objetivo de conservar unos privilegios sin comprometerse en realidad con quienes más necesitan.
Comprender que las poblaciones son personas reales y no sólo números, no significa que tengamos que reproducirnos “como conejos”, es decir, sin experimentar, que hay un vínculo indisoluble entre amar a la otra persona y la reproducción humana, amar es amar también con el cuerpo.
Esto acontece como acto libre que demanda ser educado, comprendido, acompañado. En otros términos requiere dar nuestro tiempo de vida.
Referencias
EFE Redacción. (10 de junio 2021). El estrés en las mujeres ha aumentado debido al teletrabajo y al cuidado de dependientes. En Efeminista. Barcelona. Disponible en https://www.efeminista.com/estres-mujeres-teletrabajo-cuidado/
Romero Zepeda H, Ortega Marín BA (2017). Vulnerabilidad impuesta y violación sistemática a los derechos de las mujeres indígenas en México. Rev Méd Electrón [Internet];39(4). Disponible en: http://www.revmedicaelectronica.sld.cu/index.php/rme/article/view/2094/3565