Andrea Munguía-Sánchez[1]
“Concédenos a todos el coraje para convertir nuestra preocupación en cambio” [2]
Catherine Gorman
Seguramente la frase año nuevo vida nueva es una de las más referidas cada primero de enero. La esperanza de empezar, mantener y concluir el año con cierta estabilidad personal, financiera y emocional, nos inspira a generar pequeños cambios en nuestros hábitos y rutinas para lograr los propósitos a los que nos comprometemos con ahínco.
Es posible también, que con el paso del tiempo debamos ajustar esos objetivos a nuestra realidad y/o buscar una alternativa que se adecue más a nuestros tiempos, espacios y capacidades para no abandonarlos. Lo importante, es que estemos conscientes del bien que un cambio puede traer a nuestras vidas a corto y largo plazo, así como el impacto positivo (inspiración) que podemos provocar en los demás.
Hoy día, uno de los cambios más sugeridos por asociaciones, activistas e influencers en redes sociales, ha sido el de apostar por otro estilo de vida. Vale la pena pensar tan sólo en la temporada que recién termina, en el bombardeo que a diario recibimos para comprar con “descuentos” especiales los regalos, la cena de navidad o de año nuevo y en los residuos que con ello se generaron; un problema que nos afecta a todos y que no desaparece en cuanto se los lleva el camión de la basura (Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, 2023) sino que continúa mientras van acumulándose en un tiradero al aire libre, sin la seguridad de que éste cuente con los permisos ni medidas ambientales adecuadas. En el mejor de los casos, si existe separación de residuos, éstos terminarán en centros de acopio. (SEMARNAT, 2023) Durante las fechas decembrinas no sólo incrementa la cantidad de residuos por persona (un 75% más), lo hace también el consumo de energía eléctrica por el uso de luces y decoraciones tan características de la temporada. Así también, la calidad del aire disminuye debido a la quema de pirotecnia, dejando los cielos grises y las calles llenas de residuos con pólvora quemada.
Conversión ecológica
Un escenario así no puede traernos nada bueno a futuro, si seguimos consumiendo de la manera en la que lo hacemos, sin reflexionar en las consecuencias que ello tendrá en nuestra calidad de vida y en la de las generaciones venideras, sin sentirnos capaces de renunciar a lo que el mercado nos ofrece (Laudato Si’ 139) nos alejamos cada vez más de la conciencia de un origen común y de la responsabilidad social y ambiental que tenemos como consumidores.
No obstante, siempre es posible volver a desarrollar la capacidad de convivencia, de comunión, de contemplación, de agradecimiento, y salir de uno mismo, reconociendo en cada persona, en cada criatura y en cada espacio la belleza de la creación; esta conversión implica reconocer lo que con ella se nos ha donado y hace brotar la reacción moral de considerar el impacto que provoca cada acción y cada decisión personal fuera de uno mismo. (LS 208)
El deterioro ambiental supera las diferentes religiones, creencias y prácticas espirituales, eso lo sabe el papa Francisco. Por eso, el llamado a cuidar de la casa común -a una conversión ecológica- en la encíclica Laudato Si’ es para todas las personas de buena voluntad, pero con especial énfasis para quienes vivimos en la espiritualidad cristiana, que nos implica un cambio desde adentro. Es decir, debemos ser capaces de reconocer cómo los propios errores, pecados, vicios o negligencias ofenden la creación de Dios y arrepentirnos de corazón. (LS 218) Para lograrlo, nos propone algunas líneas de espiritualidad ecológica desde diversos ámbitos y que requiere de una motivación que no nos deje olvidar que cada acción, por pequeña que sea, cuenta.
Gratitud y gratuidad
La inacción es la peor de las indiferencias. La constante acumulación de posibilidades para consumir distrae el corazón e impide valorar cada cosa y cada momento. (LS 222) Cuando nos acercamos al evangelio y reconocemos que el mundo es un don de Dios, que se nos ha entregado con amor, somos capaces de agradecer lo que está bajo nuestro cuidado, que no dominio, y provoca en nosotros actitudes de renuncia y gestos generosos, sin importar que estos sean vistos o reconocidos por los demás. (LS 220) Se actúa desde el desinterés, en solidaridad con nuestros hermanos, otros seres vivos y con el mundo.
Sobriedad
No es cierto que más es mejor. Cuántas veces compramos comida para toda la quincena y ésta termina desechándose porque el mismo ritmo de vida que llevamos, acelerado y consumista, nos impide organizarnos adecuadamente para cocinarla o adquirimos accesorios en tendencia que nunca vamos (volveremos) a utilizar. El papa Francisco nos invita a no apegarnos a las cosas materiales ni afligirnos por lo que no tenemos; a disfrutar con poco, desarrollar otros placeres y gozar con lo más simple. Ello nos dará una sensación de libertad, paz y mayor felicidad. Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir. (LS 204)
Paz interior
La paz es mucho más que la ausencia de guerra, y la paz interior de las personas se relaciona con el cuidado de la ecología y con el bien común. (LS 225) Pero nos pregunta el papa Francisco ¿es posible estar en paz cuando nos vemos constantemente obligados a pertenecer, a ser, a través de la distracción constante y el culto a la apariencia? Al mismo tiempo, él nos responde que sí, es posible. La ecología integral implica una actitud de corazón, dedicar algo de tiempo para recuperar la serena armonía con la creación, para reflexionar acerca de nuestro estilo de vida y nuestros ideales.
No es la primera vez que el papa nos habla de tomar un (perder el) tiempo ante las superficialidades. El 2 de marzo de 2022, en la Catequesis sobre la vejez 2. La longevidad: símbolo y oportunidad, le pide a los padres perder el tiempo con sus hijos, que jueguen con ellos. A las familias nos pide perder el tiempo con nuestros abuelos, recuperar los valiosos vínculos con ellos y el diálogo internacional. Sin este diálogo (…) toda generación permanece aislada y no puede transmitir el mensaje; los jóvenes crecen mal, crecen enfermos, sin referencias. (Fracisco, 2022). Pidámosle a nuestros abuelos que nos cuenten cómo era el mundo antes, que nos hablen de la belleza que encontraban en las montañas, en los mares, en las tierras, de las especies que nosotros ya no podemos disfrutar. Que su sabiduría genere en nuestros corazones un sentido de cuidado de la naturaleza y de la belleza que aún le queda. Para que reine la paz en la tierra debe haber también paz con la tierra.
Amor social y educación
Sólo el amor social nos mueve a pensar en grandes estrategias que detengan eficazmente la degradación ambiental y alienten una cultura del cuidado que impregne a toda la sociedad (LS 231); y que sea expresión de nuestra propia dignidad. Este compromiso con los demás y con la ecología, implica realizar pequeñas acciones y cambios de hábitos en nuestra persona, nuestro hogar, y en aquellos lugares donde nos relacionamos con otras personas, como la escuela, los medios de comunicación, la catequesis. (LS 213) Imaginen el impacto positivo en la naturaleza si acercamos a los niños desde temprana edad a la maravilla de la creación, los enseñamos a cuidarla, a cultivar sus alimentos y a cuidar de las demás criaturas. ¡Cuántos hábitos de amor y cuidado por la vida en ellos germinarían! (LS 213)
La familia es eje central de este propósito, de esta conversión ecológica. Por eso, podemos empezar por hacer un cambio en nuestros hábitos y estilos de vida, pensar primero en qué de todo lo que diariamente adquirimos genera un desecho. Es una seguridad que el cien por ciento. Entonces, podemos empezar por consumir productos locales y separar los desechos orgánicos de los no orgánicos.
Es cierto que no todos tenemos la posibilidad de generar composta en nuestros hogares pero este acto podría evitar el contacto de lo orgánico con lo que aún puede reutilizarse y/o degradarse adecuadamente, además de ser un acto generoso con aquellas personas que se dedican a la recolección y/o separación de basura.
Actos tan pequeños como abrigarse más en lugar de encender la calefacción, si en una persona genera un cambio a largo plazo y positivo con el planeta, qué sería en una familia de cinco. Desenchufar los aparatos electrónicos que no utilicemos, dejar de consumir plásticos y poliestirenos, comprar de forma responsable y si es posible, sustentable. Cocinar tan sólo lo que se va a consumir y cuidar de quienes dependen de nosotros, como las mascotas, son tan sólo algunas acciones que podemos adoptar para reducir nuestro impacto ambiental en lo personal y en el hogar.
Agua, líquido vital
La escasez de agua es una de las mayores preocupaciones para los ambientalistas y debería serlo también para nosotros. En Laudato si’, el papa Francisco hace hincapié en la responsabilidad que tenemos cada uno ante la crisis de agua potable y nuestra contribución a disminuir el daño ecológico en las reservas y ecosistemas acuáticos. (Munguía, 2021) El agua limpia que llega a nuestros hogares, cuando tenemos la suerte de no tener que recorrer varios kilómetros para llenar una sola cubeta, hay que valorarla. Los productos de limpieza, belleza e higiene personal que se usan a diario contienen aceites, grasas y otros disolventes químicos que la contaminan e impiden su reuso (Fenwick, 2010, p. 77).
Una acción que desde la casa podemos hacer es buscar productos biodegradables y reutilizar el agua. Para lavar los pisos o regar el jardín.
Nuestra responsabilidad personal y familiar
Después de mucho advertir que la superficialidad no nos ha servido y sólo provoca degradación ambiental, es tiempo de volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. (LS 229) En especial con los más pobres, débiles, y vulnerables.
<<El esfuerzo de los hogares por contaminar menos, reducir los desperdicios, consumir con prudencia, va creando una nueva cultura. Este solo hecho de modificar los hábitos personales, familiares y comunitarios alimenta la preocupación frente a las responsabilidades incumplidas de los sectores políticos y la indignación ante el desinterés de los poderosos. Advirtamos entonces que, aun cuando esto no produce de inmediato un efecto muy notable desde el punto de vista cuantitativo, sí colabora para gestar grandes procesos de transformación que operan desde las profundidades de la sociedad>>. (LD 71)
Todo suma, por pequeño o invisible que sea para los demás. Sin embargo, veremos un mayor efecto con acciones en comunidad. Invitemos a otros católicos a acercarse a esta espiritualidad ecológica, a contemplar la belleza de la creación que Dios nos ha donado y cuidar de esta casa común. Por ellos, por nosotros y por los que vienen.
[1] Antropóloga por la Universidad Autónoma de Querétaro y Mtra. En Bioética por el CISAV. Actualmente investigadora de la división de Ciencias Sociales y Jurídicas del CISAV.
[2] Guía mensual de oración del MLS. Enero 2024. “Una oración por Laudate Deum” (por Catherine Gorman, CAFOD).
Referencias bibliográficas
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. (2023). ¿Sabes a dónde van a parar los residuos que generamos día con día?. SEMARNAT.
Francisco. (2015). Encíclica Laudato si’. Sobre el cuidado de la casa común. San Pablo. México.
Francisco. (2022, marzo 2). Audiencia general. Catequesis sobre la vejez 2. La longevidad: símbolo y oportunidad.
Munguía, A. (2021, marzo 22). “Sin agua serás otra especie en vías de extinción”. Blog CISAV.
Fenwick, Margaret. (2010). Ecochic. Pequeños gestos para cuidar de ti y tu planeta. Ediciones Planeta Madrid. España.
Francisco. (2023). Exhortación Laudate Deum. A todas las personas de buena voluntad sobre la crisis climática.