Por Jorge L. Navarro
Los estudios de la familia se hallan en un proceso de expansión sorprendente; esto quiere decir que el interés por este pequeño núcleo social se ha posicionado como uno de los temas más relevantes, tanto desde puntos de vista científicos como prácticos. Las ciencias de la familia crecen y se multiplican desde diversos enfoques disciplinarios más o menos convencionales: psicología, sociología, derecho, antropología, sexología, demografía… etc. lo mismo ocurre si consideramos el valor que se le concede desde perspectivas prácticas como la política, la economía, la educación, la planificación social, los estudios de valores, la sanidad, la bioética. Estas últimas, sobre todo han suscitado la necesidad de buscar una integración de saberes o de trabajo interdisciplinario; se busca precisamente que de esa unificación puede emerger una comprensión más cabal de la familia, su naturaleza, sus estructuras, sus dinámicas internas y su relación con el entorno.
Por otra parte, desde hace tiempo se tiene conciencia de que los enfoques científicos mono-disciplinarios ya no bastan, aunque sigan siendo necesarios y, por ello, están emergiendo nuevos modelos de ciencia, más integrativos, holísticos, precisamente para abordar problemas complejos: a modo de ejemplo, pensemos en el problema ecológico, la biotecnología y la robótica, o la bioética. Ni siquiera podrían formularse como problema si tuviéramos que sujetarlas a una delimitación disciplinaria convencional. El desarrollo de estrategias, métodos y experiencias de pensamiento trans-disciplinario, interdisciplinario o meta-disciplinario ya tiene propuestas y nombres asociados desde hace varias décadas. El nombre de Edgar Morin[1] es muy conocido y los títulos de muchas sus obras reflejan muy claramente la vigencia de esta perspectiva. Participando como Morín en la UNESCO encontramos también el nombre del Basarab Nicolescu (2006), o bien de Jean Piaget (1979), o de Ilya Prigogyne (1987); quienes desde distintas posturas y formulaciones sostienen la necesidad de un nuevo paradigma que que supere la ciencia moderna.
Estos enfoques transdisciplinarios, interdisciplinarios o de la complejidad, todavía se encuentran como en una vorágine o en un debate que no se ha estabilizado. Por eso, aunque la exigencia de un nuevo paradigma ya es inevitable, todavía falta camino por recorrer.
Tras estos debates epistemológicos se puede vislumbrar la pertinencia de punto de vista “meta-científico”; el cual en algún momento fue identificado con la filosofía. Aristóteles concebía el saber filosófico, como saber de principios, “arjeología”, y en estos se abarca sólo los principios de la naturaleza, sino también comprende los principios del saber. Una ciencia particular no puede dar cuenta de sus propios principios, porque los supone y los asume, pero, por ello mismo, para asegurar su racionalidad, se requiere una ciencia de los principios. Esa ciencia pensada desde antiguo por el Estagirita, la llamó de varios modos: “filosofía primera”, “teología”, y que por una circunstancia ajena al Estagirita, tomó el nombre más conocido de “metafísica”; lo que viene después de la física.
La búsqueda de una saber multidisciplinario o transdisciplinario requiere necesariamente de una reflexión sobre los principios de las ciencias y de la ciencia. Esta reflexión hoy suele hacerse y se le denomina con el prefijo “meta” añadido al nombre de cada disciplina: meta-matemática, meta-física, meta-biología, etc. No es extraño que entre los científicos encontremos este desplazamiento que va del trabajo científico particular hacia sus principios. Pero lo que más motiva a ir más allá de la delimitación disciplinaria del conocimiento, es la formulación de problemas complejos.
Todo este recorrido ayuda a entender un proceso de abordaje de la familia emprendido desde las ciencias sociales, que además de reconocer la centralidad social de la familia, se halla en la convergencia de múltiples disciplinas: estadística, economía, demografía, etc.; y se requiere un método interdisciplinario o trans-disciplinario.
Pero últimamente se han abierto vías para una reflexión meta-sociológica, y se ha encontrado que la familia tiene valor de principio. La familia no es sólo un fenómeno, una estructura o una dinámica social -es más que eso- es un fundamento. Pero la observación y el sentido de esta afirmación remite a una lectura meta-científica o meta-sociológica, si se permite la expresión.
Esto podría parecer una elucubración si no contáramos con algunas propuestas bastante consistentes en las que se puede dar a los estudios de familia, un campo de integración multidisciplinaria y proponer una visión unificada y una metodología unificadora. Sin desestimar otros intentos, se pueden señalar los trabajos de José Pérez Adán (2005) y los de Pierpaolo Donati (2013). En ambos casos, se trata de no sólo de estudios sociales más o menos exitosos, sino de una reflexión sobre la sociología misma y sus bases. Es decir, no han partido de la familia, sino que han llegado a ella. Y en ella descubren no un elemento o un producto de lo social, sino un fundamento.
A reserva de ofrecer una exposición más articulada, por el momento basta señalar algunas de las ideas de estos autores.
Para Donati la posibilidad de recuperar para la persona su centralidad en la sociedad y al mismo tiempo dotar de sentido lo que hay de no humano en las estructuras, los dinamismos y desarrollos tecnológicos de la sociedad moderna, depende a la relacionalidad, es decir, que en las relaciones sociales, no prevalezca la lógica de lo no humano, el funcionalismo o el estructuralismo, sino una lógica relacional desde la cual surge lo humano.
El núcleo de este planteamiento lo definen las nociones de persona y de relación, que en Donati han de entenderse como categorías sociológicas y analíticas. Pero, no es desconocido que ambos conceptos, fuertemente vinculados, brotan de fuentes teológicas y filosóficas: su origen se encuentra en la teología de la persona. Mas recientemente se puede encontrar una reflexión muy comprometida en corrientes contemporáneas llamadas personalistas.
Pues bien, para Donati, la “raíz de la todas las relaciones sociales es la familia” dentro de la familia se aprende a relacionarse con lo humano y con lo no humano, a partir y dentro de relaciones humanas. La familia posee un “genoma” -las instrucciones fundamentales que se desarrollan en las relaciones sociales- que consiste en la interacción de don, reciprocidad, generatividad y sexualidad como amor conyugal. Este genoma es la génesis de las relaciones interpersonales que todos conocemos como familia: del vínculo conyugal o matrimonio, que es una relación donal y reciproca, de la generatividad que hace que haya padre/madre e hijos, es decir paternidad/maternidad y filiación. Y, ampliando o extendiendo la generatividad hace que haya educación, cultura y relaciones de fraternidad.
La tesis fundamental de José Pérez Adán es la siguiente: la familia es la categoría básica de comprensión de lo humano. La condición humana, no la determina la estructura biogenética o la inserción social o el lenguaje, o la mano del homo faber: lo que nos hace humanos es nuestra condición familiar.
En Repensar la familia, sostiene que su propuesta sobre la Sociología consiste en tratar de responder una cuestión fundamental que concierne tanto a las ciencias sociales como a las ciencias biológicas, respecto a nuestra humanidad: “qué es en definitiva la respuesta a la pregunta de qué es lo que nos hace humanos” (Pérez, 2005:61). La respuesta no hay que buscarla en la relación entre naturaleza y cultura, ni en las estructuras biogenéticas sino en el plano de la temporalidad y en aquello que definitivamente une el presente, el pasado y el futuro, entonces “se topara de bruces con la familia, con la familia humana, pues es ahí, en nuestra condición familiar, donde se encuentra precisamente el secreto de nuestra humanidad” (Pérez, 2005:61).
Para comprender la razón y el alcance de la condición familiar como fundamento de nuestro ser humano es necesario concebir a la familia como un sujeto, no como resultado de decisiones individuales o de vinculos impuestos por la naturaleza. Un sujeto capaz de actuar y de padecer, capaz de comunicarse en el tiempo, sincrónicamente, a través del vinculo generacional. La comunicación y el proceso generacional es un fenomeno vital, no un mecanismo. La relación paterno filial, como constitución de la familia, es precedente. No es como ordinariamente se piensa, una consecuencia del matrimonio. Y como consecuencia de esto, este autor sostiene que las relaciones paterno-filiales son el eje de las relaciones sociales (Pérez, 2005:79).
El autor sostiene que su concepción del sujeto familiar tiene dificultades para conciliarse con la cultura moderna, que sólo reconoce al individuo como sujeto o, quizá también al colectivo, pero no a la familia. Se requiere, por ello, de una cultura nueva, comunitarista, que genere una nueva perspectiva de familia y de los vinculos generacionales, desde la familia.
En ambos autores, Donati y Pérez Adán, no encontramos una teoría de la familia dentro de la teoría de la sociedad, sino una reformulación de la misma teoría social, resignificando a la familia. Podemos decir que hay un giro antropológico, pero el sujeto de este giro no es el individuo, sino la persona relacional o quizá se pueda llamar, con Butiglione, “persona comunional”.
[1] Sólo a modo de ejemplo se pueden señalar estos títulos: Morin, E. (1984b) Por el pensamiento complejo. En: Ciencia con consciencia. Barcelona: Editorial Anthropos: 293-368; Morin, E. (1984a) La antigua y nueva transdisciplinariedad, En: Ciencia con conciencia, Barcelona: Editorial Anthropos: 311-317, Morin, E. (1988)
Morin, E. (1994) Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Editorial Gedisa.
Morin, E. (1994) Epistemología de la complejidad. En: Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Editorial Gedisa: 135-164. Morin, E. (1996) Entrevista en París con Edgar Morin: el pensamiento complejo contra el pensamiento único, En: Revista de sociología y política, “nueva época”, universidad Iberoame-
ricana, (8):2-10. Morin, E. (1998) Articular los saberes. ¿Qué saberes enseñar en las escuelas? Buenos Aires: Ediciones Universidad del Salvador. Morin, E. (2001a) Inter-pluri-transdisciplinariedad. Morin, E, (2001) Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Bogotá: UNESCO-Editorial Magisterio.
Referencias bibliográficas
Donati, Pierpaolo. (2013). La familia como raíz de la sociedad. Madrid: BAC.
Nicolescu, B. (2006) La transdisciplinariedad. Manifiesto, Mónaco: Editions du Rocher. Disponible en: http://basarab.nicolescu.perso.sfr.fr/ciret/espagnol/visiones.htm
Nicolescu, B. (1997) Projeto CIRET-UNESCO: Evolução transdisciplinar da Universidade (síntese do documento). Disponible en: http://basarab.nicolescu.perso.sfr.fr/ciret/locarno/locapor4.htm
Pérez Adán, José. (2005) Repensar la familia. EIUNSA, Madrid.
Piaget, Jean. (1979) La epistemología de las relaciones interdisciplinares. En: Léo Apostel et al. ANUIES, 1ª reimp. Pp. 110-141.
Prigogine, Illya y Stengers, I. (1987) La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia, Madrid: Alianza.