Algunas reflexiones sobre el acto de habla de dar las gracias

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Por Roberto Pacheco.

 

Quisiera comenzar este escrito ofreciendo una disculpa por lo largo y poco original del título. Tan poco original que podemos encontrar que Balduin Schwarz ya había denominado a uno de sus escritos Some Reflections on Gratitude. No obstante, he querido basarme en éste por varias razones: la primera de ellas radica en el hecho de establecer —y por qué no, curarme en salud— que lo propuesto no es más que reflexiones; incluso, en algún sentido, mera asociación libre de ideas. La segunda razón es que si bien el trabajo de Schwarz se centra en el agradecimiento como un fenómeno complejo y analizable desde distintas metodologías (Cfr. Schwarz (2004)), aquí solamente abordaremos una, que es la del acto de dar gracias. Y, finalmente, el tercer motivo recae sobre la idea de hacer un breve homenaje al pensador que me ha llevado a cavilar sobre este tema.

Ahora bien, dentro de las múltiples maneras de analizar el fenómeno del agradecimiento, ¿por qué centrarnos en los actos de habla? De hecho, parecería poco intuitivo iniciar desde aquí, pues ya Schwarz (2204) nos advertía que «[n]o cabe atender sin más a los actos de dar las gracias, pues ese modo de proceder frente a otras personas no nos da forzosamente acceso al agradecimiento mismo, que puede estar detrás del decir gracias, mas no tiene que estarlo» (p. 10). Sin embargo, Dietrich von Hildebrand (2000), maestro de Schwarz, apuntaba que «[la] gratitud impulsa a una exteriorización en un acto de dar las gracias. En el hombre existe una tendencia general a dar expresión a lo que llena su corazón» (p. 19). En consecuencia, la pregunta que debemos hacernos es: ¿cuáles son las condiciones necesarias y suficientes que el acto de dar gracias debe tener, para dar cuenta así del agradecimiento? Bueno, la pregunta resuelta muy pretensiosa de resolver en tan pocas líneas, pero podemos dar alguna clave.

De manera abrupta hemos estado introduciendo el concepto compuesto del acto de habla; sin embargo, tenemos que enmarcarlo en alguna tradición y, en consecuencia, definirlo para poder unificar de lo que estamos hablando. Para lograr lo anterior, nos serviremos de la filosofía analítica y, principalmente, de los estudios comenzados por Austin y desarrollados a mayor profundidad por Searle. El primero, Austin, nos introduce al concepto en sus conferencias dictadas en Harvard en 1955, y rescatadas bajo el título de Cómo hacer cosas con palabras. Ahí, Austin (2018) hace una distinción crucial en la filosofía del lenguaje, y es el hecho de que el papel de un enunciado no puede reducirse a un mero describir la realidad (con verdad y falsedad); sino que también realizamos cosas al hablar. Por ejemplo, enunciados como: (1) “¿cómo te encuentras hoy?” No buscan hacer alguna descripción, sino que realizan una interrogación, indaga con el afán de tener nueva información; incluso, puede manifestar una preocupación por el otro. Otro ejemplo sería decir (2) “te prometo que mañana vendré a verte”; lo cual compromete al hablante a la realización de un evento futuro que, en caso de fallar, podríamos decir que no tiene palabra. A todo esto, podemos afirmar que hay enunciados que son acciones en sí mismas; prometer implica enunciar “te prometo”. Y es esto mismo lo que sucede cuando agradecemos. Cuando le digo a alguien: (3) “gracias por x”. No solamente estoy llevando a cabo una cordialidad —propia de la convivencia social—, sino que puedo estar evidenciando mi sentimiento de estar agradecido, y reconociendo en el otro su papel de benefactor —característico de aquel que hace un bien. De tal manera que entender con mayor precisión el agradecimiento, derivara en nuevos y mejores modos de vivir, pues «[a]l que es malagradecido siempre le irá mal […]» (Proverbios 17: 13-28).

Entendido que en ocasiones actuamos al hablar, debemos ser capaces de analizar tales actos; ya no bajo los términos de verdad y falsedad, sino bajo un nuevo binomio, el de éxito y no defecto (Cfr. Searle & Vanderveken (1985)). Por ejemplo, una promesa no podría ser exitosa si parto de la base de que lo que prometo es imposible de realizar, o prometo algo sobre el pasado, o que lo prometido no sea del interés del oyente. Mientras que, por otro lado, una promesa sería defectuosa, si solucionado lo anterior, mis sentimientos fueran insinceros. Como evocar la expresión (2) sin realmente tener la intención de ir.

Todo esto podrá analizarse más a detalle desde nuevos conceptos que Searle introduce en su libro Actos de habla: ensayo de filosofía del lenguaje y que pule en su lógica de actos de habla (Véase Searle & Vanderveken (1985)). Básicamente lo que hacen estos autores es establecer una sintaxis de la forma F(P), donde F es la fuerza ilocucionaria y P el contenido proposicional. En la oración (4) “agradezco haberte conocido”, la fuerza ilocucionaria es Agradezco, y el contenido proposicional es haberte conocido. Por tanto, un acto de habla es exitoso en la medida en que la fuerza ilocucionaria se logre. El cómo se logra, depende de lo siguiente: i) el punto ilocucionario, ii) el grado de fuerza del punto ilocucionario, iii) el modo de logro, iv) condiciones del contenido proposicional, v) condiciones preparatorias, vi) condiciones de sinceridad y vii) condiciones de fuerza de las condiciones de sinceridad.

Llegados a este punto, nos centraremos únicamente en el punto ilocucionario. Éste, básicamente nos remite a la característica esencial del acto, a aquello que lo hace único. En otras palabras, estamos ante el propósito del acto y que demarca la intención de quien lo emite. De ahí que nos preguntemos, ¿cuál es la intención de agradecer? Antes de adentrarnos a responder —medianamente— esta pregunta, pensemos en el ordenar, ¿cuál es su objetivo? Básicamente, que el oyente haga algo que yo le he designado. Sé que mi orden funciona, porque el otro me ha hecho caso. Pero tratar con el dar gracias es más difícil de lo que parece, si lo enmarcamos en una cordialidad o un mero acto social, está claro que no podremos llegar al agradecimiento; puesto que decir gracias por convención, sólo evidencia que conozco cómo funciona algún aspecto de la convivencia. Sin embargo, si, como los filósofos del lenguaje de la tradición analítica, reducimos el dar gracias únicamente como un acto expresivo de un sentimiento, entonces tampoco podremos captar el agradecimiento; dado que estamos ante el efecto psíquico de algo más profundo. En consecuencia, debemos delimitar en qué consiste realmente el dar gracias.

Dietrich von Hildebrand ya decía que el dar gracias es un acto responsivo a algo interno, incluso cita el pasaje bíblico «de lo que está lleno el corazón habla la boca» (Mateo 22, 34). De tal forma, que para que exista el agradecimiento algo debe llenarnos el corazón, metafóricamente hablando; pero no sólo eso, sino que debo ser consciente de qué es eso que me llena y por qué me llena. Así, siguiendo a Hildebrand y Schwarz podemos concluir lo siguiente. El punto de dar las gracias es múltiple. Por un lado, damos gracias para reconocerle al otro su acto bondadoso hacia mí. No sólo busco expresar un sentimiento, o cumplir una convención; sino que reconozco al otro lo que ha hecho por mí y me siento obligado a reconocérselo. Además, por otro lado, el punto de agradecer también funge como un reconocerme como necesitado del otro y como inmerecido de los dones. Doy gracias, en señal de mostrar mi vulnerabilidad y que no merezco lo dado. De hecho, si lo reconozco como merecido, no podría sino reclamarlo. Hay entonces una función de doble reconocimiento, tanto al dador del bien, como a mí en el carácter de lo inmerecido.

En conclusión, modificar nuestro entender de la función del agradecer nos llevará a que las otras seis categorías de los actos de habla se abran a nuevas posibilidades. No sólo basta, por ejemplo, en que lo que reciba lo crea como bueno, sino que realmente lo sea (condiciones preparatorias); aún más, que el que efectúa el bien, realmente lo quiera para mí —desinteresadamente— (condiciones de sinceridad). Del mismo modo, aquello que agradezco realmente haya pasado el tamizaje de reconocimiento de captarlo como bueno y que no lo merezco (condiciones del contenido proposicional), etc. Por ahora, quizá sea conveniente dejarlo hasta aquí y evidenciar que estas reflexiones nos han llevado a seguir la intuición de que conocer el agradecimiento sí es posible mediante el acto de dar las gracias, que para hacerlo debemos clarificar cuál es el propósito de agradecer, y una vez establecido, entonces podremos mapear aquellas condiciones necesarias y suficientes que nos remitan a la verdadera gratitud.

 


Referencias

Austin, J. L., & Urmson, J. O. (2008). Cómo hacer cosas con palabras. Barcelona: Paidós.

Searle, J. R., & Vanderveken, D. (1985). Foundations of illocutionary logic. Gran Bretaña: Cambridge University Press.

Schwarz, B. (2004). Del agradecimiento (Vol. 16). Madrid: Encuentro.

Schwarz, B. (2023) «Some Reflections on Gratitude», en Gratitude. Ohio: Hildebrand Press.

Von Hildebrand, D. (2000). La gratitud: Publicación póstuma (Vol. 2). Madrid: Encuentro.