Existen más de 100 serotipos de virus del papiloma humano (VPH), actualmente se sabe que únicamente 15 serotipos causan lesiones precancerosas en el cérvix uterino. Principalmente los tipos 16 y 18 han sido asociados con el desarrollo de cáncer cérvico-uterino en un 70% de los casos alrededor del mundo; se estima que cada año se presentan cerca de 500 mil casos nuevos en la población mundial femenina (Pellegrino et al., 2013).
A partir del año 2004 se introdujo al mercado una vacuna específica para las principales cepas cuya virulencia suele desencadenar procesos neoplásicos. Existen en el mercado dos vacunas: la bivalente para los serotipos 16 y 18 (Cervarix, GlaxoSmithKline, Biologicals, Rexensart, Bélgica) y la cuadrivalente para los serotipos 6, 11, 16 y 18 (Gardasil, Merk and Co., Inc., Whitehouse Station, NJ.).
Desde entonces, existen campañas para desacreditar el uso de dichas vacunas, ya sea por motivos moralistas, argumentando que inmunizar en contra de una enfermedad de transmisión sexual dará lugar a un comportamiento promiscuo. O atribuyendo, sin plena fundamentación, efectos secundarios a las vacunas.
Los efectos secundarios que han sido asociados directamente a las vacunas contra VPH fueron reportados en una revisión bibliográfica, en la cual se analizaron los índices de seguridad, tolerancia y efectos secundarios de mujeres inmunizadas con dichas vacunas; en total se tomaron en cuenta los resultados obtenidos de 29,540 pacientes de diferentes países; y observaron que los efectos secundarios pueden ser clasificados en dos grupos: los comunes, en el cual se presenta un 95% de incidencia, y los severos, que presentan una incidencia de 0.5%.
Entre los efectos secundarios comunes hay dolor, enrojecimiento, inflamación y posible hematoma en la zona de aplicación de la inyección, también fiebre moderada, nausea, mareo y vómito; mientras que en los efectos secundarios severos se pueden presentar todos los anteriores y adicionalmente un cuadro de hipertensión, migraña, gastroenteritis, broncoespasmos, dificultad respiratoria y diarrea (Gonçalves et al., 2014).
Considerando que la vacuna para el VPH es relativamente nueva, hay muy pocos reportes sobre consecuencias a largo plazo que se puedan presentar a partir del proceso de inmunización; pero sobre todo, es muy difícil señalar como causa primaria de enfermedades posteriores a una vacuna. Un ejemplo actual son las enfermedades autoinmunes, desde lupus hasta esclerosis múltiple (MS) o lateral amniotrófica (ALS), las cuales se cree que pueden tener su etiología en una vacuna particular (Slade et al., 2009; Farez y Correale, 2011).
En la década de los 90´s cerca de 20 millones de personas fueron diagnosticadas con MS en Francia después de una campaña masiva de vacunación en contra del virus de la hepatitis B (HBV). A pesar de los esfuerzos epidemiológicos, no se pudo demostrar una correlación directa entre ambos (Siegrist et al., 2007).
Actualmente nos enfrentamos a un caso similar, ya que el número de reportes que asocian el diagnostico de MS a la vacuna contra el VPH está incrementando de manera alarmante a nivel mundial. En Australia se reportaron 5 pacientes entre 16-25 años de edad que presentaron síntomas de MS 28 días después de haber recibido la vacuna contra el VPH, 2 de los cuales no habían sido diagnosticados previos a la inmunización (Sutton et al., 2009; Gold et al., 2010); en Arizona, EUA se describieron dos casos de MS 30 y 45 días posteriores a la vacunación con Gardasil (Chang et al., 2011); en Nayarit, México también hay al menos 2 casos conocidos que asocian la aplicación de la vacuna contra el VPH con la MS.
Tomando en cuenta que la MS, como el resto de las enfermedades autoinmunes, es una enfermedad para la cual existe susceptibilidad genética y esta íntimamente asociada a factores ambientales, alimenticios, de edad y estado de salud e higiene, es decir, es multifactorial; sería necesario un estudio epidemiológico profundo e intensivo en varios países simultáneamente para encontrar evidencia estadística que respalde la correlación entre la vacuna del VPH y la presencia de la MS; además es importante motivar a los médicos a formular y publicar reportes sobre los efectos secundarios a corto y largo plazo que observen en sus pacientes y que pudieran estar asociados a un proceso de inmunización o administración de un fármaco.
Finalmente, buscar desacreditar las campañas de vacunación argumentando que estas promoverán un comportamiento y actitud promiscua es una forma de evadir la responsabilidad que tienen los padres de familia, educadores, lideres espirituales, etc. de proporcionar educación sexual a los jóvenes, no solo desde una perspectiva biológica-reproductiva, sino también desde las bases antropológicas, psicológicas, emocionales y sociales de la sexualidad humana.
BIBLIOGRAFÍA
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