Bioética y ensayos nucleares

 

Por Patricia Raquel Mancilla Dávila|

 

“Trinity” es el nombre que se le dio a la primer bomba atómica detonada en la localidad de Alamogordo en Nuevo México, Estados Unidos el 16 de julio de 1945 y con la que se inicia la era nuclear. En agosto del mismo año se detonaron dos bombas más: “Little Boy” que detonó Estados Unidos sobre la Ciudad de Hiroshima el 6 de agosto y “Fat Man”, la bomba atómica que cayó en la Ciudad de Nagasaki, Japón el 9 de agosto. Para el 29 de agosto de 1949 la entonces Unión Soviética ensayó su primer bomba atómica, denominada “Joe 1”, en la Ciudad de Semipalatinsk, Kazajistán; resultando en el inicio de la “Guerra Fría” y con ello la carrera de las armas nucleares.

 

En las Islas Marshall, un archipiélago de más de mil islas en el Océano Pacífico, Estados Unidos detonó una bomba de hidrógeno mil veces más potente que la de Hiroshima –y 67 explosiones más entre 1946 y 1958–,ocasionando que al instante varias islas desaparecieran y los habitantes cercanos a la zona más de seis décadas después sufrieran defectos de nacimiento y cáncer como resultado de la contaminación nuclear. Como consecuencia de esas detonaciones trazos de partículas radioactivas han sido encontrados en la India, Europa y Estados Unidos debido a que la radiación es muy alta.

 

Aunque la “Guerra Fría” terminó a finales de los años noventa, desde su inicio y hasta el día de hoy se han realizado más de 2000 ensayos nucleares en todo el mundo.

 

En la actualidad, algunos dirigentes del mundo como Kim Jong–Un, líder supremo de la República Popular Democrática de Corea del Norte, o Donald Trump, en Estados Unidos, le han apostado a seguir adelante con los ensayos nucleares por considerarlo un tema de“seguridad nacional”, sin embargo, las armas nucleares se utilizan para extinguir la vida en general, en medio de una lucha por la supervivencia del más poderoso.

 

Las explosiones nucleares que se han llevado a cabo son de diferentes tipos: terrestres o subterráneas y submarinas, aunque también han sido lanzadas desde aviones y disparadas por cohetes a más de 300km de altitud en la atmósfera o lanzados más allá de ella. El uso de armas nucleares es sin duda alguna uno de los desafíos éticos más importantes que enfrenta la crisis ecológica global.

 

Los efectos de las detonaciones nucleares sobre la tierra son devastadores, no sólo por las pérdidas humanas, sino también por las pérdidas de los ecosistemas. Los efectos de la radiación sobre los animales, las plantas, los minerales y el aire, los sedimentos oceánicos, han prevalecido en los lugares donde se llevaron a cabo los ensayos nucleares a lo largo de estos años.

 

Seguramente todos tenemos una posición sobre el tema, pero vale la pena analizarlo desde una perspectiva bioética. Cuando en 1927 Fritz Jahr escribe su artículo titulado “Un panorama de las relaciones del ser humano con los animales y las plantas establece las bases para el imperativo bioético, retomando a Kant, propone respetar a cada ser vivo esencialmente como un fin en sí mismo y tratarlo como tal si es posible” (Rivero, 2018).

Potter en su trabajo Bioethics. Bridge to the future considera que existe una amenaza real para los seres humanos cuando el medio ambiente es reducido a la consideración de un objeto manipulable (Miralles, 2007). Lo anterior nos invita a cuestionarnos ¿existe una base ética y moral sobre la responsabilidad ambiental? Dado que al dañar los ecosistemas el ser humano pone en peligro su propia vida y la de las futuras generaciones.

 

Lamentablemente los daños ocasionados por los ensayos nucleares hace mas de 50 años nos siguen cobrando la factura, hay una enorme necesidad de acción en favor de la naturaleza en todos los niveles y ámbitos de la existencia humana. Si pensamos que la responsabilidad hacia la biodiversidad deriva de los intereses humanos, el cuidado del mismo debe ser crucial para el bienestar, la supervivencia y la preservación de la casa común. “Todos estamos conectados. Estamos conectados con el resto de la familia humana, con el mundo creado, y con los que vendrán después de nosotros en las generaciones futuras”, (Francesco, 2015).Pensar que todo está conectado nos lleva a entender que cada pequeña acción que realizamos en favor del ecosistema es una gran acción.

 

El hombre de la era nuclear se ha caracterizado por ser el gran destructor de la naturaleza, pero los hombres de ahora podemos ser los guardianes de la misma, lo único que hace falta es tomar conciencia que tenemos la responsabilidad de solidarizarnos en el cuidado y protección del mundo que hoy habitamos.

 

Sin duda alguna la crisis ecológica que en la actualidad vivimos, es resultado de muchas otras crisis, entre ellas la crisis nuclear, por eso es importante reflexionar este 29 de agosto que conmemoramos el día internacional contra los ensayos nucleares, ¿cuál es mi aporte para disminuir la crisis medio ambiental?

 

 

Referencias: