Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia y el efecto Matilda

Por Andrea Munguía Sánchez|

En el marco del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, celebrado cada 11 de febrero, vale la pena que reflexionemos sobre el gran camino que aún queda por recorrer para eliminar la discriminación y la falta de reconocimiento de las aportaciones de las mujeres en las ciencias. Fenómeno conocido como El Efecto Matilda. 

Lo anterior, hace referencia a los logros de mujeres que han sido atribuidos a los hombres, generalmente colegas o maridos, en áreas como la investigación médica, las ciencias sociales e incluso la historia del arte (Rossiter, 1993:325). 

Este fenómeno tiene como antecedente un estudio del sociólogo Robert King Merton, publicado en 1965 con el nombre del Efecto Mateo, elaborado con datos de la investigación de tesis doctoral de su colega Harriert Zuckerman, también socióloga y con quien posteriormente (1997) Merton contrajo matrimonio (Martínez, 2014). Aunque la investigación de Zuckerman revelaba que las menciones y méritos sólo se atribuían a investigadores de renombre por las relaciones estructurales impuestas en las distintas áreas de trabajo, tanto en hombres como en mujeres, Merton aseguraba que se debía a la falta de carisma o incapacidad de empatía de los nuevos científicos en los círculos sociales, sin previa reputación o posiciones importantes. Por lo que están sentenciados a ceder los créditos de sus investigaciones y, si tienen suerte, aparecer en los pies de página o en los discursos de las premiaciones (Rossiter, 1993).  

Merton acuñó el término en relación a la parábola de los talentos de Mateo (Martínez, 2014), sin embargo, la historiadora Margaret W. Rossiter, en 1993 publicó el artículo The Matthew Matilda Effect in Sciencie, recopilando una serie de casos donde las aportaciones e investigaciones de la mujer fueron opacadas por el nombre de sus compañeros, colegas o maridos. Rossiter, expone cómo incluso las mujeres que no se encontraban bajo una relación marital con su compañero de investigación recibían muchísimo menor reconocimiento que aquellas que trabajaron con sus maridos o posteriormente se casaron con colegas. No obstante, esta relación no rompía con el patrón de negación. Al contrario, mujeres como Isabella Karle o Hertha Ayrton, no recibieron mención alguna por su colaboración/descubrimiento, teniendo que soportar ver cómo los premios Nobel eran compartidos con otros hombres o en el caso de Hertha, tener que publicar bajo el nombre de su marido porque éste era mayor y se deseaba preservar la idea de que él seguía haciendo investigación (Rossiter, 1993:330). Aunque sí hubo casos en donde los colegas, al recibir el completo reconocimiento, lucharon para que se destacara el papel de sus colegas mujeres en el trabajo, como el caso de George Hoyt Whipple, quien, cuando recibió el premio Nobel de Medicina en 1934, habló sobre la injusticia que le hicieron a su colega Frieda Robscheit Robbins e incluso compartió con ella, y otras tres colaboradoras, el dinero del premio (Rossiter, 1993:329). 

Después de una reñida búsqueda, Rossiter decidió darle el nombre de Efecto Matilda, en honor a Matilda Joslyn Gage, una activista por los derechos de la mujer y coautora de la Biblia de la Mujer (publicada en dos partes entre 1895 y 1898). Cabe mencionar que al inicio Rossiter optó por llamarlo Harriet Effect, por Harriet Zuckerman, principal aportadora a la teoría de Merton, cuyo trabajo sólo fue mencionado a pie de página en las publicaciones de éste. 

Hoy en día, aunque el número de mujeres incursionando en las ciencias es mayor, sigue siendo en menor porcentaje a comparación de los hombres; tan sólo, el 28% de la población científica en el mundo es femenina (La Jornada, 2019), con menores oportunidades en el sector privado y evidentes techos de cristal, limitando su acceso a la investigación y crecimiento profesional. Si uno hiciera una búsqueda rápida en algún programa de estudios de alguna institución se hace manifiesto la preferencia de una plantilla masculina, teniendo incluso especialistas mujeres en el tema, con grados de igual o mayor importancia que los otros miembros.  

En nuestro país, los porcentajes van así: 1) 46.5% de las becas CONACYT, son para mujeres, 2) el 63% de los registrados al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), son hombres y, 3) tan sólo el 42% del programa de Cátedras para la Investigación son mujeres (Toche, 2018). Aunado a lo anterior, se siguen repitiendo patrones y estereotipos que colocan a la mujer en un puesto servicial, es decir, quien reparte los folletos, recibe a los asistentes de una ponencia o mantiene las mesitas de bocadillos y el café en orden. 

Este año, días previos al 11 de febrero, salieron numerosas publicaciones para reconocer el trabajo de mujeres científicas mexicanas que han y siguen haciendo historia. Por mencionar algunos nombres se encuentran: Matilde Montoya, primera médica mexicana, Alejandra Jáidar Matalobos, primera mujer en obtener el título de física en la Facultad de Ciencias de la UNAM, María Elena Caso, Doctora en Ciencias Biológicas, con importantes estudios sobre la estrella de mar y equisnodermos, Eva Ramón Gallegos, de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN, quién encontró una terapia para la eliminación del virus del papiloma humano, la Dra. Mónica Andrea López Hidalgo, de la Universidad Autónoma de Querétaro, quien ganó, en el 2017, el premio L’Oréal-Unesco-Conacyt-AMC 2017 por su investigación en el deterioro de las funciones cognitivas relacionadas a la edad, entre otras muchas más. 

Sin embargo, pese a esto, numerosos también son los artículos cuyos títulos, y texto, omiten los nombres (a veces hasta el sexo) de los investigadores. Portales digitales de noticias que sólo mencionan “Grupo de mujeres científicas logró desarrollar…”, “La Universidad premiará a los investigadores con…”, donde no se coloca tampoco la referencia bibliográfica o fuente de información que no sólo respalde el artículo sino que permita reconocer el nombre de cada una de las miembros del equipo que han encontrado la cura para cierto padecimiento o logrado un avance en las ciencias sociales, la medicina, el desarrollo sustentable, etc. 

La realidad, es que aún queda un estrecho camino por recorrer para lograr el objetivo por el cual la Asamblea General de las Naciones Unidas nombró al 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia: Lograr el acceso y participación plena y equitativa de la población femenina en las ciencias. Empezando por la construcción de espacios que no nieguen la presencia de las mujeres, la simple respuesta a un saludo puede ser un inicio, siguiendo por el reconocimiento de los trabajos, proyectos y aportaciones de las mujeres al desarrollo de las instituciones de investigación científica y social. Así como eliminar la etiqueta de que las mujeres sólo funcionan como asistentes, sacacopias, meseras o edecanes y promocionar entre la población infantil la integración de niñas en la ciencia. De otra forma no se hará visible la experiencia de compartir responsabilidades, logros o premios ni encontrar puntos de vista en común, por ende será imposible construir un diálogo en conjunto o hablar de la existencia de una comunidad científica. 

Referencias bibliográficas

  • En México, sólo 33% de los científicos son mujeres: Unesco. 10 de febrero de 2019. La Jornada. Disponible en https://www.jornada.com.mx/ultimas/sociedad/2019/02/10/en-mexico-solo-33-de-los-cientificos-son-mujeres-unesco-3234.html
  • Martínez, Mazaga Uxune. 2014. Mujer, ciencia y discriminación: del efecto Mateo a Matilda. Mujeres con ciencia. Disponible en https://mujeresconciencia.com/2014/11/17/mujer-ciencia-y-discriminacion-del-efecto-mateo-matilda/
  • Rossiter, Margaret W. 1993. The Matthew Matilda Effect en Science. Social Studies of Science, Vol. 23(2). Pp: 325-341. Disponible en http://jstor.org.stable/285482
  • Torre, Diego de la. 2018. Descubre el ‘Efecto Matilda’: grandes mujeres cuyo trabajo fue atribuido a hombres. Blogthinking.com. Disponible en https://blogthinkbig.com/efecto-matilda-mujeres-ciencia.
  • Noche, Nelly. 2018. ¿Cuántas científicas mexicanas conoces?. 06 de febrero de 2018. El economista. Disponible en https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/Cuantas-cientificas-mexicanas-conoces-20180206-0147.html.
  • Universidad Autónoma de México. 2020. Febrero 11, 2020. Mujeres Científicas en México. Gazeta UNAM. Disponible en https://www.gaceta.unam.mx/mujeres-cientificas-en-mexico/. 

En este trabajo se reúnen algunas facetas de la filosofía actual. Recientemente se han destacado algunas de sus corrientes, a las que conviene atender, para estar al día en nuestro conocimiento filosófico. Pues todo depende del diálogo que logremos sostener con esas escuelas o tradiciones. Dentro de ellas se encuentran: la filosofía analítica, la fenomenología, la hermenéutica, con especial énfasis en la hermenéutica analógica y el nuevo realismo.

Perspectivas actuales de la filosofía

Mauricio Beuchot

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Se trata de una mirada desde su acción pastoral que se enfoca en las heridas sociales, en las problemáticas que afectan a los diversos ámbitos comunitarios y contienen efectos transversales en la persona, las familias, las comunidades y la sociedad en general.

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