No cabe duda que el principal problema al que nos enfrentamos los seres humanos es el problema de la Vida. No es que los demás no sean importantes, sino que en último término, todos ellos giran en torno a éste, al problema de nuestra Vida o existencia.
Un antiguo libro de teología, ahora casi olvidado,[1] así comenzaba: Un hombre despierta un día y se encuentra inesperadamente viajando en un ferrocarril que él no tomó… El tren sigue avanzando y el sujeto se pregunta: ¿a dónde voy?, ¿qué hago yo aquí?, ¿quién me subió al tren…?. Justo estas son las primeras preguntas a las que nos enfrentamos cuando llegamos a la edad de la razón: ¿Qué hacemos aquí?, ¿cuál es el sentido de la Vida?, ¿existe Dios?.
Hace un par de semanas escuché al Dr. Evandro Agazzi con la conferencia: El problema de la Vida, [2] y en base a ésta me permito reflexionar en torno a la bioética y la Vida: con mayúscula insistió el Dr. Agazzi, pues se refiere a este problema trascendental del ser humano. El Dr. Agazzi es físico y uno de los mejores filósofos de la ciencia en la actualidad. Entre otras cosas ha sido Presidente de la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía, lo que nos habla de su alto nivel académico.
La bioética debe analizar la Vida, pues los principales problemas actuales de la bioética, los más polémicos y los que siguen sin respuesta, giran en torno a ella: tanto a su inicio (presencia de persona en el embrión, aborto, anticoncepción, etc.) como su fin (eutanasia, suicidio asistido, etc.) y finalmente toda la llamada cultura de la muerte, son problemas por falta de sentido de la Vida. Si logramos encontrar respuestas a este problema (quizás no respuestas absolutas, pero sí nuevas aproximaciones), encontraremos también algunas respuestas para el hombre moderno.
El Dr. Agazzi decía que estas preguntas centrales no tienen nunca una respuesta completa, en ese sentido estoy convencido de que la Vida es todo un misterio, y este misterio nos acompañará a lo largo de nuestra existencia. Decía el Dr. Agazzi que muchas veces la gente ni siquiera se plantea o no le interesa saber sobre el problema de la Vida. Suele conformarse con significados empobrecidos y fragmentarios del concepto: vida social, vida profesional, vida económica. Otras veces se crean patrones de una buena vida: así se habla de calidad de vida, de vida de calidad, del “sueño americano”, (el llamado “american way of life”) etc. pero sin plantearse la pregunta central ¿qué es la Vida?.
El Dr. Agazzi aclaraba que para responder la cuestión de la Vida nos apoyamos en la Fe, que es la que nos da una primera solución, aunque no hay modo de corroborarla experimentalmente. La Fe no sólo es religiosa, sino que otras veces es creencia en alguna ideología, de hecho definió a la Fe como “conjunto de creencias que responden al problema de la Vida” y para poner un ejemplo decía que aunque ya las mismas ideologías están cayendo en desuso, ahora la gente tiene mucha fe en la ciencia, pero que son realmente pocos los que utilizan la razón para responder la cuestión. Esta excesiva fe en las ciencias experimentales cae finalmente en un cientificismo y fideísmo en la ciencia, que tampoco resuelve nuestros problemas centrales.
El Dr. Agazzi comentaba que la filosofía puede ayudar a resolver la cuestión de la vida, pero actualmente faltan filósofos que hagan filosofía en temas centrales como la Vida. Decía él: “se ha fragmentado la filosofía. Antes se hacía filosofía pura y ahora se hace filosofía del derecho, filosofía de la bioética, filosofía de la ciencia…” cuando se pone apellido a la filosofía ésta queda fragmentada y no llega al fondo de los problemas trascendentales del hombre.
Y aunque las ciencias experimentales tampoco han respondido a las preguntas de la Vida, bien utilizadas son un gran instrumento para ayudar a responderlas. Pero para avanzar en este tema central de investigación se requiere salir del cientificismo, así como la necesidad de acercar las ciencias experimentales y las humanísticas. Ésta es justo la función de la bioética, analizar problemas apoyándose en diversas ciencias: lo mismo de las ciencias biológicas y jurídicas, pero también requiere de la filosofía e incluso la teología.
Sentido de la vida y cultura de la muerte. Ante la enfermedad, el dolor o la discapacidad permanente, el hombre actual ha perdido el sentido de la vida y busca falsas salidas como la eutanasia, el suicidio asistido o las actitudes autodestructivas. Cuentan que Lisa Marie Presley la hija de Elvis, quien fue esposa de Michael Jackson, se divorció de él porque veía las mismas actitudes autodestructivas que vio en su padre (sobra decir que tanto Elvis Presley como Michael Jackson fallecieron por sobredosis de droga). No cabe duda, la falta de sentido de la Vida parece estar al fondo de este gran problema al que se enfrenta la humanidad actual: no son unos cuantos los que tienen esas actitudes autodestructivas y que Juan Pablo II llamó la cultura de la muerte. Algunos ejemplos de esto son muy claros: consumo masivo de drogas, 40 millones de abortos “legales” anuales (más que todos los muertos en la segunda guerra mundial, en un año de abortos), pérdida de la familia como institución central de la sociedad, suicidio, etc. La cultura de la muerte por momentos parece estar resquebrajando a nuestra civilización, pero estos síntomas negativos son en primer lugar un síntoma de la ausencia de sentido de la Vida.
La cultura de la muerte se ha propagado en occidente, Norteamérica y Europa, y afecta tanto a países orientales como China y Japón, así como a los antiguos regímenes socialistas, Rusia y Europa oriental. Es interesante ver, que donde casi no ha permeado esta cultura de la muerte es en medio-oriente, concretamente entre los musulmanes, quienes por ejemplo, siguen teniendo muchos hijos, no aceptan el aborto, y tienen baja incidencia de SIDA, entre otros síntomas positivos.
Viktor Frankl narraba en su libro “El hombre en busca de sentido”, cómo es que los presos en campos de concentración que no tenían familia en quien pensar, terminaban por morir. Por el contrario, los que pensaban en su familia con la ilusión de reunirse con ellos algún día, salían adelante. Así, el problema de fondo del hombre actual no es tanto su cultura de muerte, sino la falta de sentido de la Vida. Antes que hablar contra el aborto, contra la eutanasia, etc., debemos estudiar, re-orientar y encontrar nuevos sentidos a la Vida.