Filosofía de la educación para educadores

Por Sagrario Chávez Arreola.

Desde la Maestría en Filosofía de la Educación que ofrece el CISAV hacemos un llamado para que formes parte de nuestra comunidad de estudio y diálogo sobre el fenómeno de la educación, con base en una perspectiva filosófica. En las siguientes líneas señalaremos algunos elementos relevantes que aclaren de qué se trata una invitación como ésta.

 

Entre las características propias de la perspectiva filosófica tenemos, por un lado, el planteamiento de preguntas como medio para adentrarse en la comprensión de la realidad, y por otro lado, la entrega apasionada a la búsqueda de respuestas que sean como un cauce a tales preguntas. Una muestra de esa interacción entre preguntas y respuestas sobre el fenómeno de la educación nos la brinda el filósofo mexicano Antonio Caso (1883-1946) en la conferencia que dictó el 29 de septiembre de 1921 en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de La Plata.

En ese discurso titulado El problema filosófico de la educación, Caso invita a filosofar en torno a la educación: ‘‘Educar es conducir, es llevar. Pero, ¿adónde conducir? ¿Adónde llevaremos a los hombres? ¿Cómo formaremos sus destinos, si no nos empeñamos antes en averiguar cuáles son éstos?’’ (1922: 11) Así, señala que educar es acompañar a cada persona a su destino. De ahí que resulta ineludible ahondar en el significado de ese destino.

Aunado a lo anterior, María Zambrano (1904-1991) observa que la palabra «educar» tiene su raíz en la metáfora de guiar o conducir y que, para introducirse en la comprensión de su sentido, resulta más adecuada la metáfora del movimiento -de «ir en marcha»- que la del cultivo -como «hacer crecer»-. La razón es que la primera acción conlleva un elemento activo, mientras que la segunda es pasiva. ‘‘Educar será ante todo, guiar al que empieza a vivir en esta su marcha responsable a través del tiempo.’’ (2013: 139) No obstante, advierte la filósofa, el mero movimiento que identificamos en «educar» como «conducir, acompañar, llevar» es insuficiente si no tiene una dirección.

Entonces, educar es guiar a una persona de acuerdo a la finalidad que corresponde con lo que es. En este punto es importante subrayar que la finalidad de la educación, que puede enunciarse como «llevar a la persona hacia su destino», exige ser desvelada desde el ser personal, es decir, el sujeto de la educación, mas no impuesta de manera arbitraria a partir de otras fuentes. Así pues, la perspectiva filosófica sobre la educación conlleva esclarecer la concepción antropológica que subyace a cada propuesta educativa,  sus implicaciones éticas y pedagógicas, así como discernir si tal «imagen de la persona» corresponde con lo que es, o más bien desvía su sentido.

Al respecto, hay quienes hacen notar que los tiempos que vivimos no sólo están necesitados de tal esclarecimiento, sino que requieren de una inmersión profunda en la filosofía para conseguirlo, puesto que los saberes provenientes de las ciencias descriptivas no pueden ofrecer un fundamento normativo acerca del sentido de la educación.

La presente situación cultural —que, aunque se llame a sí misma «sociedad del conocimiento» no pasa de ser una «sociedad de la información»— hace particularmente necesaria la elaboración de una nueva síntesis de conocimientos acerca de lo que es el hombre, lo que debe llegar a ser, y lo que puede hacer el profesor para lograrlo. Éstas son cuestiones de índole antropológica, ética y pedagógica, respectivamente, que sólo pueden abordarse de modo radical cuando se adopta la perspectiva y metodología propias del pensamiento filosófico. Sólo tras una reflexión sobre el ser y el deber ser del hombre —es decir, sólo después de la consideración Filosófica, Antropológica y Ética del sujeto de la educación— se pueden formular conclusiones que tengan fuerza normativa en el ámbito pedagógico. (García y García, 2016: 32)

En relación con esta aproximación filosófica a la educación, Caso induce a los educadores a encarar de forma explícita cuestiones centrales sobre esa labor que, como ya apuntamos, se fundamenta en el ser de quien educan.

¿Qué es lo que queremos lograr cuando educamos? ¿Para qué educamos? (…) ¿Qué vamos a hacer al educar? ¿Qué vamos a hacer los educadores al educar? Vamos a integrar personalidades, a integrar hombres, a formar hombres. ¿Qué es un hombre? ¿Qué debe ser un hombre? ¿Y quién otro podrá responder sino el filósofo? ¿Quién podrá saber qué cosa es un hombre sino el filósofo? (1922: 12)

Si bien es el filósofo quien está en condiciones de ofrecer una respuesta a la pregunta por el ser de la persona, la cualidad de esta respuesta no se equipara a la de una fórmula abstracta o prefabricada que sólo requeriría depositarse en los canales adecuados para ser difundida. En cambio, como dijimos al inicio de este escrito, la propuesta del filósofo consiste en una búsqueda que profundice en la comprensión del fenómeno de la educación. Así, hablamos de estudio y de diálogo, de plantearnos preguntas fundamentales al respecto y de ensayar respuestas. Lo anterior trae consigo la conformación de una comunidad que, a partir de la riqueza de las relaciones, posibilite una investigación filosófica que sea expresión del vínculo entre pensamiento y vida.

Por último, vale la pena tener en cuenta que hoy la labor educativa se ha tornado más ardua, debido a las crisis que atravesamos en distintos ámbitos[i]. De ahí que para enfrentar esa tarea sea vital el fortalecimiento de las capacidades de juicio y de acción de cada educador. Por lo que cabe no tanto esperar «respuestas de otros» sobre aquellas cuestiones fundamentales, sino involucrarse de manera más responsable en cada situación.

Concretamente, la Filosofía de la Educación tiene una aportación específica que hacer en este sentido, cuando se considera que el educador no es un operador mecánico que realiza su tarea en función de criterios definidos por otros, sino que debe actuar con responsabilidad propia, según su modo de entender las diferentes situaciones a las que se enfrenta. Entonces, la Filosofía de la Educación acude en ayuda de los profesionales brindándoles un conjunto de conocimientos claro, coherente y específico, que contribuye a iluminar el ejercicio de su actividad educativa. (García y García, 2016: 33)

Este involucramiento responsable desde el fortalecimiento de la capacidad de juicio y acción de cada educador evitará que seamos absorbidos por las circunstancias apremiantes, en detrimento de nuestra atención a lo fundamental en la labor educativa. He ahí una invitación y una propuesta para salir avante de las crisis contemporáneas.

 


 

Referencias bibliográficas

Caso, A. (1922). El problema filosófico de la educación, Revista Humanidades (no. 3), 9-22. Disponible en: http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/14465

García, M. & García, J. (2016). Filosofía de la educación: cuestiones de hoy y de siempre. Narcea Ediciones.

Zambrano, M. (2013). Filosofía y educación: la realidad, en Zambrano, M. Sánchez-Gey Venegas, J. & Casado Marcos de León, Á. María Zambrano: filosofía y educación: manuscritos. ECU.

[i] Para ahondar en este punto, sugerimos revisar la conferencia del profesor Massimo Borghesi ¿Por qué es tan difícil educar hoy? Impartida en el mes de abril del año 2021 a la comunidad académica del CISAV: https://www.youtube.com/watch?v=fDCTmo6P_R0

En este trabajo se reúnen algunas facetas de la filosofía actual. Recientemente se han destacado algunas de sus corrientes, a las que conviene atender, para estar al día en nuestro conocimiento filosófico. Pues todo depende del diálogo que logremos sostener con esas escuelas o tradiciones. Dentro de ellas se encuentran: la filosofía analítica, la fenomenología, la hermenéutica, con especial énfasis en la hermenéutica analógica y el nuevo realismo.

Perspectivas actuales de la filosofía

Mauricio Beuchot

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