Hacia el invierno demográfico

invierno_demográfico

Por Giampiero Aquila.

Por primera vez en la historia moderna de México, el país se encuentra con una tasa de fertilidad de 1,8 niños por mujer en edad fértil, son datos del Banco Mundial[i] recientemente publicados (2024).Una tasa inferior a 2.0 significa que nos encontramos por debajo del reemplazo generacional, entrando en el llamado “invierno demográfico”.

Para encontrar otro periodo análogo deberíamos probablemente remontarnos a inicios de la conquista española cuando la enfermedades importadas por los europeos hicieron estragos de la población indígena y los dramáticos cambios que iban  gestando el ocaso de una civilización aún no generaban la nueva identidad del pueblo mexicano. Fue necesario el milagro guadalupano para que una nueva luz de esperanza diera nuevo vigor a un pueblo exhausto y postrado y se iniciara a constituir una nueva identidad nacional.

Hace 60 años la misma tasa se encontraba en un valor de 6,8. El cambio empezó con un paulatino descenso entorno a los años 70 con 6.6, para “precipitar” rápidamente a partir de los 80 (4,8) tanto fue que al inicio del tercer milenio la tasa de era de 2,7, para llegar en 2021 al 1,8 que mencionamos anteriormente.

Recorriendo de manera rápida la situación a nivel mundial observamos que en los años 60 la tasa de fertilidad mundial se encontraba por debajo de la mexicana en el mismo periodo (4,7).

En la actualidad, a nivel global nos encontramos todavía con 2.3 hijos por mujer en edad fértil, lo cual significa que la población mundial sigue manteniendo niveles de crecimiento relativo. En algunas regiones del mundo sigue habiendo una natalidad que impulsa hacia el crecimiento poblacional a expensa de otros factores que pueden frenarlo. Pues la fertilidad no es el único factor que modifica el número de habitantes en el planeta; a manera de ejemplo, la pandemia del COVID-19, que ha impactado e manera distintas a los diferentes países en dependencia de cuánto sus sistemas de salud supieron hacer frente a la emergencia, así como las enfermedades, también el hambre, la guerra, la violencia en general inciden en esa variable. En datos del mismo portal del Banco Mundial, en 2022 la población en el planeta ha crecido a un ritmo del 0,8%.

Una de las muchas preguntas que este primer asomo hace surgir es entonces en dónde sigue creciendo ese 0,8% global. Se puede observar que en todos los países del mundo la curva de la estadística de fertilidad se dirige hacia el cero y las únicas  poblaciones que mantienen a nivel global una tasa de reemplazo positiva, son las que tienen ingresos bajos con una tasa de fertilidad de 4,6 niños nacidos. En su gran mayoría este grupo está compuesto por los países de la región africana con las excepciones de Afganistán, Siria y la República del Yemen mientras que los grandes países asiáticos como China e India prosiguen su descenso acelerado de la fertilidad con tasas de 1,2 y 2.0, respectivamente.

¿Qué cosa implican estos cambios en la percepción de la persona humana, de su valor y la perspectiva de una civilización? La naturaleza de la persona no se expresa solamente como biología. Es bueno recordar que el término naturaleza asume distintos significados; de acuerdo a los contextos puede indicar nuestro entorno físico, el carácter de nuestra personalidad y hasta la esencia que nos constituye desde lo más íntimo y es en esta última acepción que usaremos el término.

En cuanto la naturaleza humana esta se expresa sobretodo como cultura, la persona humana es más “biografía que biología”; un hijo no representa solamente la continuidad de la especie homo, es el punto en el cual el cosmos adquiere se vuelve autoconciencia; en la persona concreta e individual se manifiesta el valor absoluto de su unicidad, irrepetibilidad e insustituibilidad.

Si bien estamos en presencia de un cambio importante en la transición a ser progenitores que de ser un imprevisible se ha vuelto una realidad controlada en los tiempos y en los modos (Scabini, Cigoli, 2014),  sin embargo, en cada niño que nace se encuentra además de un patrimonio genético un patrimonio de experiencias y valores que lo preceden en cuanto punta de lanza de una larga historia de generaciones, de encuentros y de responsabilidades que le son paulatinamente confiadas a través al largo proceso de formación que la propia fragilidad biológica al nacer demanda.

Es por eso que, en el caso humano, la procreación involucra la disponibilidad para articular el presente en un horizonte significativo que impulsa la capacidad de mirar al futuro de forma responsable, es decir como respuesta a lo heredado de las generaciones anteriores, que mueve a la acción de forma creativa y no simplemente repetitiva. La filiación introduce a los mismos padres y la sociedad en el flujo de lar generaciones liberándolos de la estática de la simple supervivencia biológica, valorando la herencia de la propia tradición, el compromiso con el presente y la proyección hacia el futuro, es decir que introduce a las personas en la dimensión temporal dándole ese carácter generativo, que se expresa como capacidad de conectar la libertad personal con la responsabilidad y el cuidado del otro y del mundo.

Es por eso que la filiación expresa una dimensión fundamental del ser humano en cuanto ser social ya que, además de vincular a las generaciones de manera diacrónica también lo hace de forma sincrónica, los géneros y las estirpes. Es posible quque no todos los humanos seamos padres o madres, o que tengamos hermanos, pero un dato cierto y común a todos es que por el simple hecho de existir, somos hijos.

Esto implica que todos somos deudores ante quien nos ha precedido y por lo tanto responsables del bien recibido en cuanto vida, civilización y cultura, para entregarlos a su vez a quién nos seguirá, pues ninguna herencia tiene valor en sí, sino que es dada para capitalizarla y no para dilapidarla.

La dinámica poblacional que ilustran las gráficas del Banco Mundial, que nos han introducido a la reflexión que nos ocupa en este momento, obedecen en buena medida a decisiones que hunden sus raíces en el entrelazarse complejo de diferentes factores: desde las razones que han llevado a la implementación de políticas restrictivas de la natalidad, tanto de manera directa, como es el caso de China, como de manera indirecta evitando políticas que sostuviesen a  familias y a sus hijos.

Otros motivos y seguramente no de menor alcance han sido los culturales; la emancipación de la mujer del hogar y su protagonismo en muchos campos de la vida civil y laboral, han complicado o hasta imposibilitado el compromiso del embarazo y de la crianza de los hijos, también lo ha hecho el rápido distanciamiento entre sexualidad y procreación que la píldora anticonceptiva y el aborto han provocado de manera difusa en todas las sociedades y culturas. En épocas más recientes en el entramado de la filiación humana no solamente se hace presente la decisión libre de reducir el número de hijos o la opción de postergar el embarazo, sino que hay condiciones que afectan la capacidad biológica misma necesaria para engendrar a un hijo.

Como se mencionó anteriormente, los factores que participan en la caída de las tasas de fecundidad se entrelazan entre sí influenciándose recíprocamente y las condiciones biológicas son parte de esta complejidad.

Es preocupante observar el crecimiento de la infertilidad en las parejas, esto hace que con gran frecuencia se recurra a la biotecnología para lograr el embarazo y al involucramiento de “donadores” de ovocitos, de espermatozoides y de mujeres disponibles a una gestación subrogada. Este fenómeno ha incrementado grandemente el baby businnes; el lucrativo negocio de las clínicas especializadas en la reproducción asistida.

Aquí queremos simplemente lanzar una mirada sobre el fenómeno desde el punto de vista de lo que está pasando en el cuerpo de los hombres y de las mujeres que los hace siempre menos aptos para engendrar. La fertilidad humana per sé es baja comparativamente a los demás mamíferos, ya que la probabilidad de embarazo en periodo fértil es del 30-35% además se considera que un 15% de las parejas sufre de problemas de infertilidad es decir que no logra el embarazo en un periodo de dos años de relaciones sexuales sin el uso de anticonceptivos. De este 15%, el 40% de los casos de infertilidad es de atribuirse a disfunciones femeninas. El elemento clave de la infertilidad femenina se atribuye a la edad de la mujer, pues en ella hay una correlación directa entre fertilidad y edad, alcanzando su máxima posibilidad de embarazo a los 25 años para tener un rápido desplome pasando los 35 años y a las 40 años años la tasa infertilidad estaría alrededor de 65-70%. (M.R. Rosas, 2008)

Sería suficiente este dato para explicar cuánto puede ser relacionado con la fisiología femenina el indice creciente de infertilidad en las parejas.A éste hay que añadirle la consideración que la infertilidad de origen masculina presenta un importante crecimiento a causa de los trastornos espermáticos en los varones.

El 15 de noviembre de 2022 la revista Human Reproduction Update  (H. Levine et al. 2023), publicó un estudio en el que se revisaron los análisis de muestras de semen publicados entre 2014 y 2019 y lo añadieron a los datos relevados anteriormente. Los estudios más recientes tienen una perspectiva más global e  incluyeron muestras de semen de 14 233 hombres, incluyendo algunas de América  del Sur y Central, África y Asia. El resultado: no sólo ha continuado la  disminución del recuento total de espermatozoides (alcanzando una  caída del 62%), sino que el descenso por año se ha duplicado desde el año 2000.

El problema de la capacidad reproductora afecta entonces tanto a las mujeres como a los hombres, con una mayor probabilidad para estos últimos, pues los nuevos datos sugieren un aumento sustancial de la proporción de hombres  con un bajo recuento de espermatozoides, lo que conlleva una menor capacidad para fecundar a sus parejas.

El hecho que el bajo número de recuento de espermatozoides ocurra de manera generalizada a lo largo de todas la regiones del planeta nos debe hacer reflexionar sobre los factores toxicológicos y de estilo de vida que ocasionan el fenómeno que están presentes a nivel global. Es necesario a este respecto reconsiderar la percepción generalizada que la infecundidad sea esencialmente un problema de mujeres. Esto en parte se debe a que son las primeras en recurrir al auxilio de la medicina para resolver el problema en lugar de los hombres, por otra parte la vivencia de tener un hijo es un acontecimiento profundamente diferente en la mujer, la experiencia de la gestación, el acogimiento en el propio cuerpo del hijo, los rituales que giran alrededor del embarazo que pertenecen a todas la culturas implican una vinculación profundamente diferente a la que el padre establece con el hijo, para el padre la experiencia de la paternidad acontece de forma mediada a través de la madre.

Nos encontramos entonces delante de un entrenzado de fenómenos que desde lo político, lo ambiental, lo cultural y lo biológico probablemente concurren a generar una nueva estación de la realidad demográfica a nivel planetario: un invierno demográfico.

A inicios del siglo IXX el economista Thomas Robert Malthus ponía por primera vez en relación procreación humana y bienestar, en sus teorías las dos variables se encontrarían en relación inversa, mayor bienestar a menor población. La historia más reciente ha mostrado que esta correlación es mucho más compleja y el concurso de tantos factores es posible que nos ponga en la orilla de un descontrol poblacional en el que después de haber controlado el crecimiento ya no podremos controlar el descenso poblacional.

Tal vez ya sea tiempo de pensar en la primavera demográfica y para salir del invierno.

 

[i] Los datos aquí proporcionados pueden cotejarse con las gráficas sobre las tasas de fertilidad del Banco Mundial.

 


Bibliografía

  • Banco Mundial.(2024).Tasa de fertilidad, https://datos.bancomundial.org/indicator/SP.DYN.TFRT.IN
  • Levine, N. Jørgensen, et al. (2023).Temporal trends in sperm count: a systematic review and meta-regression analysis of samples collected globally in the 20th and 21st centuries. Human Reproduction Update, Vol.29, No.2, pp. 157–176 https://doi.org/10.1093/humupd/dmac035
  • R. Rosas.(2008). Infertilidad Femenina. Un problema multifactorial. Offarm, vol. 27(8).
  • Scabini, E. ; Cigoli, V. (2014). La identidad relacional de la familia. BAC, Madrid.