Hoy, hacia el medio día en una calurosa mañana primaveral de pascua, en un ambiente profundamente vibrante de fe y agradecimiento, el pueblo de Roma y cerca de dos millones de fieles provenientes de todo el mundo (entre los que también su servidora, miembro del CISAV) aclamaban con satisfacción las palabras con las que el Papa Benedicto XVI, usando el formulario solemne de la proclamación de las virtudes y santidad ejemplares en latín, proclamaba Beato al Papa Juan Pablo II.
En una particularmente emocionante homilía, el recordaba el eje vertebrador del pontificado y vida de Juan Pablo II:
«Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el Cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de «adviento», con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz.»
Muchos otros aspectos pueden subrayarse en la proclamación de esta pronta beatificación, pero especialmente importante es notar cómo Karol Wojtyla ha sido un personaje clave en el S. XX: el Papa Benedicto recordaba también cómo Juan Pablo II supo nutrir su pontificado del aggiornamento conciliar, y propuso que las próximas generaciones vuelvan sus ojos a este evento providencial del siglo pasado. Hoy más que nunca, en el día mundial del trabajo, el mensaje antropológico y trascendente de reconciliación en Cristo, Redemptor hominis, nos hace pensar en la importancia de promover la justicia, la paz y el progreso pero sin temer en ser abiertamente creyentes, en abrir los corazones y las mentes al mensaje de la salvación, única alternativa verdadera para un mundo nuevo.
Por Natalie Despot